Ana Cristina Ramos | Pie de Página
Hopelchén, Campeche.–
Primero se corta uno de los extremo del tronco, el jobón. Adentro se ve
el panal: miles de abejas sin aguijón siguen trabajando. Con un palo,
una mujer o un hombre maya revientan los potes, las figuras esféricas
que están alrededor del panal. La miel empieza a caer.
La escena se
ha repetido miles de años. La cultura apícola de los mayas se puede
rastrear hasta tiempos prehispánicos, con los dibujos del Códice Tro
Cortesiano, uno de los tres escritos que se conservan de la época; en él
se encuentra un calendario apícola y por lo menos 50 imágenes donde se
pueden apreciar estas abejas rojizas que no tienen aguijón: las
meliponas, una especie nativa de la zona que no es agresiva. Aunque la
melipona ya no es la predilecta para los apicultores de la zona, que en
el siglo XX optaron por la abeja europea porque su producción de miel es
mayor, sigue teniendo la función básica de cuidar el panal.
La tradición
apícola es el sustento de las familias Chenes, como se conoce a la
región maya que habita en Campeche. Juanita Keb Tec es una joven que
vive en Cancabchén –la región de la montaña, a 50 kilómetros de la
cabecera municipal Hopelchén–. A ella su papá le enseñó el trabajo
cuando era una niña y aunque todavía le da miedo la convivencia con las
abejas, recuerda con una sonrisa los días de cosecha.
...
Más:
No hay comentarios:
Publicar un comentario