Por Carey Gillam, 19 de septiembre de 2017 - The Huffington Post
Hace tres años que los ejecutivos de Monsanto Co. se dieron cuenta de que tenían un grave problema entre sus manos.
Era
septiembre de 2014, el producto químico más vendido por la Empresa, el
herbicida a base de glifosato, Roundup, había sido seleccionado para ser
sometido a un proceso de evaluación de riesgos por parte de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (IARC).
Monsanto llevaba décadas defendiendo la seguridad del glifosato y
desacreditando a aquellos investigadores que por el contrario decían que
esta sustancia química puede causar cáncer y otras enfermedades. Y a
pesar de que todavía faltaban unos meses para que se realizase la
revisión por parte de la IARC, los científicos de Monsanto sabían
perfectamente cual iba a ser el resultado, y sabían que no sería nada
bueno.
Documentos
internos de la Empresa muestran no sólo el temor de Monsanto ante la
inminente revisión, sino que los responsables de la Empresa esperaban
que los científicos de la IARC descubrieran algunas conexiones entre el
cáncer y el glifosato. Los científicos de la Empresa vieron que sus
esfuerzos en defensa del glifosato eran vulnerables, en medio de
múltiples investigaciones desfavorables realizadas en personas y
animales expuestos al herbicida. Además de los estudios epidemiológicos,
“también hay vulnerabilidades potenciales en otras áreas que la IARC
puede considerar, a saber, la exposición, la toxicidad para los genes, y
el modo de acción…”, escribió un científico de Monsanto en octubre de 2014.
En ese mismo correo electrónico se discutía la necesidad de buscar
aliados y organizar un contraataque, eso meses antes de la reunión de la
IARC en marzo de 2015.
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