domingo, 12 de mayo de 2013

La única lucha que importa: Por la vida y contra las leyes injustas

Vandana Shiva

Solamente hay una lucha hoy en el mundo, que es por la tierra y por la vida en todos sus aspectos —incluyendo a la vida humana. Cuando en 1997 oí a las empresas hablar de introducir los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) para patentar semillas, y de usar a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y al Acuerdo General de Tarifas y Comercio (GATT) para impulsarlos en todo el mundo, empecé a guardar semillas.  En ese momento dijeron que para el año 2000 todas las semillas serían transgénicas y que cinco compañías controlarían el abasto de alimentos en todo el mundo, pero estamos en 2013 y son pocos los países donde los OGM se han extendido. La mayoría de los países y de los cultivos están libres de transgénicos, así que debemos reconocer el poder de los movimientos para detenerlos hasta ahora.

Necesitamos emprender tres acciones simultáneas. La primera es profundizar las luchas locales mientras las conectamos globalmente, porque ésta es una lucha global. En segundo lugar necesitamos cultivar las semillas locales y mantener a los transgénicos fuera; no son dos cosas separadas, aunque nos hemos especializado demasiado entre los que luchan contra los ogm y los que conservan las semillas.
Hay otro proceso, que es el vinculado a los tribunales populares para exhibir la verdadera naturaleza de instituciones y corporaciones. Monsanto se impone secuestrando las leyes, pero éstas vienen de las sociedades. Cuando los criminales las escriben, son leyes criminales que van contra la gente, la naturaleza, la cultura. Nosotros decimos que los derechos de propiedad intelectual de Monsanto y la omc son ilegítimos, ilegales y que tienen que someterse a revisión.


Recuperar el mando. Llegó el tiempo en el que los ciudadanos debemos recuperar el mando. En México, el reto es doble porque todos los problemas comenzaron al desbaratar el sistema más visionario, que es la propiedad colectiva de la tierra, vista como un bien común. Después de todo, sólo podemos cuidarla cuando asumimos esa responsabilidad de manera colectiva. Pero si reclamamos la tierra como un bien común, también lo debemos hacer con las semillas.

Estamos redactando una nueva ley para fortalecer a las semillas. La semilla nos dice: “quiero multiplicarme y ser compartida”. Esta ley señala que cuidarlas y compartirlas es un derecho y un deber que no puede ser criminalizado. Las leyes de propiedad intelectual no caben aquí. Necesitamos comenzar la reescritura de nuestras leyes, pero para hacerlo necesitamos valor y solidaridad para entender que en última instancia, la medida somos nosotros. ¿Qué son cinco empresas frente a 300 millones de especies? ¿Qué son cinco compañías frente a siete millones de personas?

Por supuesto, para defender la libertad de las semillas debemos aprender lecciones de Gandhi. Él escribió un libro sobre la libertad en 1909, donde señaló que mientras exista la superstición de que la gente tiene que obedecer leyes injustas, la esclavitud permanecerá. Lo que vemos con los transgénicos y las patentes es una nueva esclavitud de los campesinos, de los ciudadanos, de toda la vida en la tierra. La nueva liberación es reconocer que no tenemos que obedecer estas leyes, porque lo que debemos acatar son las leyes superiores de la tierra, de la ética, de la solidaridad, de la justicia y de la democracia, de la ecología.

La acción directa. Arrancar los cultivos es efectivo cuando comienzan las pruebas de transgénicos en un país. Esto se hizo, por ejemplo, en Inglaterra, donde las mujeres hicieron una acción bajo el nombre de Snowball (bola de nieve). Cinco de ellas comenzaron y, cuando las arrestaron, cinco más salieron a relevarlas.  Al final,  la corte concluyó que lo hicieron en defensa propia.  De manera similar, en Francia surgió un grupo llamado “los segadores”, que cortaron y destruyeron cultivos experimentales, y aun en ese país la corte dictaminó que fue en defensa propia. Desafortunadamente, en tiempos reciente las cortes en Bélgica legislaron contra facultades y estudiantes de las universidades que arrancaron ensayos transgénicos hechos en papas.

La estrategia de destruir los cultivos experimentales no funciona cuando las empresas ya están en fase de comercialización, porque ya son centenares de millones de acres cultivados con ogm. Después de la fase de pruebas, viene la no cooperación.

Resistencia efectiva. Monsanto representa lo peor del poder  del patriarcado capitalista; la fuerza para contrarrestarlo tiene que venir de las mujeres indígenas, con su sabiduría de siglos y su cuidado en la conservación de las semillas. Hoy, ellas son el poder que puede parar a Monsanto.

La resistencia más importante contra los transgénicos es la que viene de la cultura, que incluye a la biodiversidad. Una razón es que cambia el paradigma de la discusión. La lleva de las falsas promesas del milagro tecnológico hacia la experiencia vivida, a la riqueza, a los sabores, a las seiscientas recetas que se pueden preparar con el maíz —mientras todo lo que Monsanto puede hacer es transformar al maíz en biocombustible y forraje para animales.

El ejemplo de India. Una experiencia de la que todos podemos aprender es la que creamos en India para cambiar las leyes que criminalizan a las semillas locales buscando su registro obligatorio. Las autoridades intentaron legislarlo en 2004, y nosotros respondimos con un movimiento de no cooperación. Dijimos: “no obedeceremos”, y seguimos a Gandhi con la Satyagraha, que significa la fuerza de la verdad.

Las malas leyes no deben ser obedecidas; nunca nos habríamos zafado del racismo, la esclavitud y el colonialismo —que fueron legales— si la no cooperación nos nos hubiera hecho libres. Las patentes, el registro de semillas por parte de las compañías, la aprobación de transgénicos y las leyes de bioseguridad que lo permiten son malas leyes. Lo que funciona realmente es una determinación de no cooperar que venga desde dentro, desde lo más profundo del ser, de las comunidades y regiones comprometidas con esto, y que esas regiones se vuelvan zonas y países. Necesitamos por todos lados zonas libre de ogm y determinación para decir: “nosotros obedecemos a leyes superiores, las que vienen de los ancestros, de la tierra, de la justicia”.

Monsanto representa lo peor del poder del patriarcado capitalista; la fuerza para contrarrestarlo tiene que venir de las mujeres indígenas, con su sabiduría de siglos y su cuidado en la conservación de las semillas. Hoy, ellas son el poder que puede parar a Monsanto
Vandana Shiva, premio Nobel alternativo, es una de las caras más visibles a nivel mundial, en defensa de las semillas nativas “libres” y contra los transgénicos.
Entrevista de Adazahira Chávez, con declaraciones en la preaudiencia del Tribunal Permanente de los Pueblos, en Oaxaca, relativa a la contaminación transgénica del maíz en México.


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