Etiqueta en una bolsa de
maiz indica que no es un producto GMO en Los Ángeles, California, 19 de
octubre de 2012. La legislación propuso que se etiqueten los productos
GMO. (Robyn Beck/AFP/Getty Images)
NUEVA YORK— Actualmente, no se
puede saber si la comida que se compra es hecha con organismos genéticamente
modificados (OGM) a menos que compre productos orgánicos. Tres cuartas partes
de las comidas procesadas que están en los estantes de las tiendas de Estados
Unidos contienen ingredientes basados en OGM.
No existe un consenso científico sobre la seguridad de los OGM: Algunos estudios independientes afirman que son seguros, mientras que otros han identificado una gama de riesgos, que incluyen cáncer, infertilidad, y defectos congénitos. La mayoría de los alimentos genéticamente modificados también contienen los herbicidas que fueron diseñados para resistir y cuyos efectos sobre la salud son igualmente inciertos.
Etiquetar los productos que contienen OGM es crucial, dicen los defensores.
“No se sabe cuáles podrían ser las consecuencias para la salud; es por eso que lo tienes que etiquetar”, dijo el Dr. Michael Hansen, un científico distinguido de la Unión de Consumidores en una audiencia pública del comité de la Asamblea del Estado de Nueva York el 30 de julio.
El público ha mostrado un apoyo abrumador al etiquetado de OGM en docenas de encuestas llevadas a cabo durante más de una década. En un sondeo de la cadena MSNBC en 2011, el 96 por ciento de los 45.000 encuestados dijeron que los OGM debían ser etiquetados.
Los esfuerzos por etiquetar los OGM han encontrado resistencia a nivel federal por más de una década, ayudado por más de mil millones de dólares otorgados por gigantes como Monsanto, DuPont y Dow Chemical para presionar, según la Food & Water Watch, una organización sin fines de lucro de Washington, D.C. Las bien documentadas puertas giratorias entre estas compañías y los reguladores federales son vistas por algunos como factores que también contribuyen con esto.
Etiquetado a nivel estatal
Frustrados con los esfuerzos fallidos en Washington, los promotores del etiquetado de OGM han llevado su lucha a los estados. Nueva York ahora está en el punto de mira, luego de que se aprobaran leyes de etiquetado en los estados vecinos de Connecticut y Maine.
Tras más de una década en el limbo de la Legislatura del Estado, una ley de etiquetado de OGM en Nueva York está cobrando nuevo impulso. Diferentes versiones de la ley fueron introducidas en Albany cada año desde 2001. Por primera vez en 13 años la ley, A3525A, ha llegado al Comité de Asuntos y Protección al Consumidor. Jeffrey Dinowitz, presidente del comité apoya la ley y juró llevarla a votación cuando la Asamblea Estatal se reúna a principios de 2014.
Si se aprueba la ley va a requerir que todos los alimentos del estado de Nueva York que contengan ingredientes genéticamente modificados pongan las palabras “Producido con Ingeniería Genética” al frente o en la parte de atrás de los envoltorios.
Los alimentos genéticamente modificados más populares son maíz, canola, porotos de soja y remolacha. La ley no alcanzaría a los vegetales crudos ya que la gran mayoría no están genéticamente modificados. Tampoco alcanza a productos animales como leche, huevos y carne, por más que los animales hayan consumido alimento diseñado genéticamente.
Los principales legisladores de Connecticut instaron a los diputados de Nueva York el 29 de julio a aprobar la ley del etiquetado de los OGM. La ley del etiquetado en Connecticut fue promulgada a principios de este año, pero no entra en vigor hasta que otros cuatro estados, incluyendo un estado fronterizo como Nueva York con una población conjunta de 20 millones apruebe una legislación similar. Esta disposición se agregó porque el Estado quiere poder compartir los costos de lo que algunos ven como un juicio inevitable por parte de empresas de biotecnología.
Apoyo y oposición
El cuerpo de la oposición al etiquetado de los OGM abarca a grupos de presión y científicos financiados por compañías de biotecnología, grupos de industria alimenticia, y granjeros que dependen de semillas modificadas genéticamente y de los herbicidas que son diseñados para resistir.
Uno de los argumentos centrales empleados por estos grupos es que la decisión de etiquetar los productos OGM debería quedar supeditada a la Administración de Alimentos y Drogas de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés).
Los partidarios del etiquetado OGM señalan que la FDA en buena medida se ha mantenido al margen. La posición de la agencia acerca de los OGM está basada en una decisión que tomaron en 1999, citando estudios llevados a cabo por Monsanto a principios de 1980.
Los que se oponen al etiquetado dicen que si la FDA considerara a los alimentos genéticamente modificados como peligrosos, los etiquetaría de esa manera. Sin embargo, “la FDA no etiqueta los productos peligrosos o que considera poco saludables”, dice Andrew Kimbrell, director ejecutivo del Centro para la Seguridad Alimentaria. “Si comprueba que algo es peligroso, lo saca de los estantes”.
La FDA sólo etiqueta hechos sustanciales, dijo Kimbrell. Los ingredientes que están presentes pero que no se pueden identificar a través del gusto, olor y vista tienen que ser enumerados en la etiqueta.
La FDA nunca ha llevado a cabo sus propias pruebas en OGM y sostiene que el etiquetado no es necesario ya que los transgénicos son iguales a los alimentos tradicionales. Kimbrell piensa que la posición de la agencia es cuestionable, ya que la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU. ha otorgado cientos de patentes a empresas de biotecnología por sus productos genéticamente modificados, certificando que eran inventos únicos.
“Así que, ¿cómo es la cuestión?” preguntó Kimbrell. “Si consideras que nada nuevo se inventó porque los transgénicos son iguales a los tradicionales. Entonces retírales todas sus patentes”.
La oposición afirma que el etiquetado OGM va a confundir a los consumidores.
“Creemos que esta legislación tiene profundas fallas porque impondrá una etiqueta obligatoria que sugiere que los productos alimenticios derivados de la biotecnología son potencialmente peligrosos para el consumo”, dijo Louis Finkel, director ejecutivo de asuntos gubernamentales para la Asociación de Fabricantes de Productos. “Semejante etiqueta va a ser intrínsecamente confusa. Hay una inmensa cantidad de acuerdos entre los organismos regulatorios y científicos en EE.UU. y alrededor del mundo que dicen que estos productos son, de hecho, seguros”.
Contrariamente a la declaración de Finkel no se ha llegado a un acuerdo científico claro en este asunto: Docenas de estudios recientes han identificado problemas de salud tangibles a raíz del consumo de OGM, mientras que muchos otros los catalogan como seguros.
Tampoco existe acuerdo entre diferentes organismos reguladores. Los OGM no se etiquetan en EE.UU., el mayor productor de alimentos transgénicos en el mundo. Sin embargo, otros 64 países, incluyendo la Unión Europea, Rusia, China y Japón ya etiquetan los OGM.
Los granjeros que tienen cultivos OGM alegan que el etiquetado va a aumentar los costos de los alimentos y va a poner su negocio bajo un estrés excesivo. Los abogados dicen que la ley del etiquetado no coloca ninguna restricción al cultivo de OGM o a la venta de semillas de OGM y sus herbicidas asociados.
“Va a incrementar costos”, dice Eric Ooms un granjero y miembro de la Agencia de Granjas de Nueva York, que se opone al etiquetado OGM. “En California, cuando analizaban la Propuesta 37, se determinó que los costos de los alimentos subirían 400 dólares al año por familia”.
La Propuesta 37 se refiere a una ley de etiquetado de OGM que no fue aprobada en California debido a una contracampaña de 4 millones de dólares liderada por gigantes de la biotecnología como Monsanto y DuPont.
El estudio que calculó el incremento del costo en unos 400 dólares por familia fue financiado por la campaña contra el etiquetado OGM. Un estudio independiente posterior dirigido por la Facultad de Derecho de la Universidad de Emory concluyó que “no va a ser necesario incrementar los precios como resultado del re-etiquetado”.
Productores de alimentos y comestibles han señalado que el etiquetado obligatorio va a elevar el costo de los productos porque se va a tener que imprimir un nuevo envoltorio. Sin embargo, una encuesta básica de estantes de supermercado revela que el envoltorio de los productos se cambia con fines comerciales de manera rutinaria.
El Dr. Luther Van Giddings, un opositor al etiquetado OGM dijo que desde su experiencia personal los precios de la comida en Europa han aumentado desde que fue introducido el etiquetado OGM de manera obligatoria.
David Byrne, antiguo comisionado de Salud y Protección al Consumidor del Parlamento Europeo afirmó que la implementación del etiquetado OGM en Europa en 1997 “no incrementó los costos a pesar de la escalofriante predicción [de dos dígitos] emitida por algunos grupos de interés”.
El impulso para etiquetar los alimentos genéticamente modificados no está basado solamente en el costo, la salud y las preocupaciones por la seguridad.
“Algunas personas pueden tener preocupaciones éticas o religiosas acerca del concepto de transferir un gen de una forma de vida a otra”, remarcó Laura Haight, mayor asociada medioambiental para el Grupo de interés Público de Nueva York.
El derecho a la información es un punto de convergencia para todos los partidarios de la ley.
“Como consumidores de Nueva York, pensamos que es crítico tener esa etiqueta para que nosotros podamos elegir lo que queremos comer”, dijo David Bymes, fundador de una marca de productos orgánicos llamada Good Boy Organics. “Este es un asunto que trata acerca del derecho a saber. Esto es muy simple: todos tenemos derecho a saber que hay en nuestra comida”.
No existe un consenso científico sobre la seguridad de los OGM: Algunos estudios independientes afirman que son seguros, mientras que otros han identificado una gama de riesgos, que incluyen cáncer, infertilidad, y defectos congénitos. La mayoría de los alimentos genéticamente modificados también contienen los herbicidas que fueron diseñados para resistir y cuyos efectos sobre la salud son igualmente inciertos.
Etiquetar los productos que contienen OGM es crucial, dicen los defensores.
“No se sabe cuáles podrían ser las consecuencias para la salud; es por eso que lo tienes que etiquetar”, dijo el Dr. Michael Hansen, un científico distinguido de la Unión de Consumidores en una audiencia pública del comité de la Asamblea del Estado de Nueva York el 30 de julio.
El público ha mostrado un apoyo abrumador al etiquetado de OGM en docenas de encuestas llevadas a cabo durante más de una década. En un sondeo de la cadena MSNBC en 2011, el 96 por ciento de los 45.000 encuestados dijeron que los OGM debían ser etiquetados.
Los esfuerzos por etiquetar los OGM han encontrado resistencia a nivel federal por más de una década, ayudado por más de mil millones de dólares otorgados por gigantes como Monsanto, DuPont y Dow Chemical para presionar, según la Food & Water Watch, una organización sin fines de lucro de Washington, D.C. Las bien documentadas puertas giratorias entre estas compañías y los reguladores federales son vistas por algunos como factores que también contribuyen con esto.
Etiquetado a nivel estatal
Frustrados con los esfuerzos fallidos en Washington, los promotores del etiquetado de OGM han llevado su lucha a los estados. Nueva York ahora está en el punto de mira, luego de que se aprobaran leyes de etiquetado en los estados vecinos de Connecticut y Maine.
Tras más de una década en el limbo de la Legislatura del Estado, una ley de etiquetado de OGM en Nueva York está cobrando nuevo impulso. Diferentes versiones de la ley fueron introducidas en Albany cada año desde 2001. Por primera vez en 13 años la ley, A3525A, ha llegado al Comité de Asuntos y Protección al Consumidor. Jeffrey Dinowitz, presidente del comité apoya la ley y juró llevarla a votación cuando la Asamblea Estatal se reúna a principios de 2014.
Si se aprueba la ley va a requerir que todos los alimentos del estado de Nueva York que contengan ingredientes genéticamente modificados pongan las palabras “Producido con Ingeniería Genética” al frente o en la parte de atrás de los envoltorios.
Los alimentos genéticamente modificados más populares son maíz, canola, porotos de soja y remolacha. La ley no alcanzaría a los vegetales crudos ya que la gran mayoría no están genéticamente modificados. Tampoco alcanza a productos animales como leche, huevos y carne, por más que los animales hayan consumido alimento diseñado genéticamente.
Los principales legisladores de Connecticut instaron a los diputados de Nueva York el 29 de julio a aprobar la ley del etiquetado de los OGM. La ley del etiquetado en Connecticut fue promulgada a principios de este año, pero no entra en vigor hasta que otros cuatro estados, incluyendo un estado fronterizo como Nueva York con una población conjunta de 20 millones apruebe una legislación similar. Esta disposición se agregó porque el Estado quiere poder compartir los costos de lo que algunos ven como un juicio inevitable por parte de empresas de biotecnología.
Apoyo y oposición
El cuerpo de la oposición al etiquetado de los OGM abarca a grupos de presión y científicos financiados por compañías de biotecnología, grupos de industria alimenticia, y granjeros que dependen de semillas modificadas genéticamente y de los herbicidas que son diseñados para resistir.
Uno de los argumentos centrales empleados por estos grupos es que la decisión de etiquetar los productos OGM debería quedar supeditada a la Administración de Alimentos y Drogas de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés).
Los partidarios del etiquetado OGM señalan que la FDA en buena medida se ha mantenido al margen. La posición de la agencia acerca de los OGM está basada en una decisión que tomaron en 1999, citando estudios llevados a cabo por Monsanto a principios de 1980.
Los que se oponen al etiquetado dicen que si la FDA considerara a los alimentos genéticamente modificados como peligrosos, los etiquetaría de esa manera. Sin embargo, “la FDA no etiqueta los productos peligrosos o que considera poco saludables”, dice Andrew Kimbrell, director ejecutivo del Centro para la Seguridad Alimentaria. “Si comprueba que algo es peligroso, lo saca de los estantes”.
La FDA sólo etiqueta hechos sustanciales, dijo Kimbrell. Los ingredientes que están presentes pero que no se pueden identificar a través del gusto, olor y vista tienen que ser enumerados en la etiqueta.
La FDA nunca ha llevado a cabo sus propias pruebas en OGM y sostiene que el etiquetado no es necesario ya que los transgénicos son iguales a los alimentos tradicionales. Kimbrell piensa que la posición de la agencia es cuestionable, ya que la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU. ha otorgado cientos de patentes a empresas de biotecnología por sus productos genéticamente modificados, certificando que eran inventos únicos.
“Así que, ¿cómo es la cuestión?” preguntó Kimbrell. “Si consideras que nada nuevo se inventó porque los transgénicos son iguales a los tradicionales. Entonces retírales todas sus patentes”.
La oposición afirma que el etiquetado OGM va a confundir a los consumidores.
“Creemos que esta legislación tiene profundas fallas porque impondrá una etiqueta obligatoria que sugiere que los productos alimenticios derivados de la biotecnología son potencialmente peligrosos para el consumo”, dijo Louis Finkel, director ejecutivo de asuntos gubernamentales para la Asociación de Fabricantes de Productos. “Semejante etiqueta va a ser intrínsecamente confusa. Hay una inmensa cantidad de acuerdos entre los organismos regulatorios y científicos en EE.UU. y alrededor del mundo que dicen que estos productos son, de hecho, seguros”.
Contrariamente a la declaración de Finkel no se ha llegado a un acuerdo científico claro en este asunto: Docenas de estudios recientes han identificado problemas de salud tangibles a raíz del consumo de OGM, mientras que muchos otros los catalogan como seguros.
Tampoco existe acuerdo entre diferentes organismos reguladores. Los OGM no se etiquetan en EE.UU., el mayor productor de alimentos transgénicos en el mundo. Sin embargo, otros 64 países, incluyendo la Unión Europea, Rusia, China y Japón ya etiquetan los OGM.
Los granjeros que tienen cultivos OGM alegan que el etiquetado va a aumentar los costos de los alimentos y va a poner su negocio bajo un estrés excesivo. Los abogados dicen que la ley del etiquetado no coloca ninguna restricción al cultivo de OGM o a la venta de semillas de OGM y sus herbicidas asociados.
“Va a incrementar costos”, dice Eric Ooms un granjero y miembro de la Agencia de Granjas de Nueva York, que se opone al etiquetado OGM. “En California, cuando analizaban la Propuesta 37, se determinó que los costos de los alimentos subirían 400 dólares al año por familia”.
La Propuesta 37 se refiere a una ley de etiquetado de OGM que no fue aprobada en California debido a una contracampaña de 4 millones de dólares liderada por gigantes de la biotecnología como Monsanto y DuPont.
El estudio que calculó el incremento del costo en unos 400 dólares por familia fue financiado por la campaña contra el etiquetado OGM. Un estudio independiente posterior dirigido por la Facultad de Derecho de la Universidad de Emory concluyó que “no va a ser necesario incrementar los precios como resultado del re-etiquetado”.
Productores de alimentos y comestibles han señalado que el etiquetado obligatorio va a elevar el costo de los productos porque se va a tener que imprimir un nuevo envoltorio. Sin embargo, una encuesta básica de estantes de supermercado revela que el envoltorio de los productos se cambia con fines comerciales de manera rutinaria.
El Dr. Luther Van Giddings, un opositor al etiquetado OGM dijo que desde su experiencia personal los precios de la comida en Europa han aumentado desde que fue introducido el etiquetado OGM de manera obligatoria.
David Byrne, antiguo comisionado de Salud y Protección al Consumidor del Parlamento Europeo afirmó que la implementación del etiquetado OGM en Europa en 1997 “no incrementó los costos a pesar de la escalofriante predicción [de dos dígitos] emitida por algunos grupos de interés”.
El impulso para etiquetar los alimentos genéticamente modificados no está basado solamente en el costo, la salud y las preocupaciones por la seguridad.
“Algunas personas pueden tener preocupaciones éticas o religiosas acerca del concepto de transferir un gen de una forma de vida a otra”, remarcó Laura Haight, mayor asociada medioambiental para el Grupo de interés Público de Nueva York.
El derecho a la información es un punto de convergencia para todos los partidarios de la ley.
“Como consumidores de Nueva York, pensamos que es crítico tener esa etiqueta para que nosotros podamos elegir lo que queremos comer”, dijo David Bymes, fundador de una marca de productos orgánicos llamada Good Boy Organics. “Este es un asunto que trata acerca del derecho a saber. Esto es muy simple: todos tenemos derecho a saber que hay en nuestra comida”.
http://www.lagranepoca.com/28984-nueva-york-da-paso-adelante-lucha-etiquetado-transgenicos
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