Mientras los trabajadores de la salud y otros sectores
luchan contra las pretensiones gubernamentales de destruir la salud
pública en Panamá, se anunció la semana pasada que Panamá acogerá el
maíz transgénico para beneficiar a las empresas norteamericanas Monsanto
y Dupont. A escala mundial, los transgénicos han sido rechazados por
sus efectos nocivos a la salud de los seres humanos. La falta de
políticas de salud para cerrarle las puertas a los transgénicos refleja
la política oficial del gobierno de convertir todo – incluso la salud de
los panameños – en un negocio.
Panamá
se prepara para iniciar un experimento transgénico con semillas de maíz
que serán sembrados en la región de Azuero. Este maíz servirá de
alimento para la población avícola, que – a su vez - será consumido por
los panameños. La empresa Melo – representante de las trasnacionales
norteamericanas – recibió permiso para la venta de estas semillas con la
condición de que el maíz no fuera destinado al consumo humano. Sin
embargo, se pasó por alto el hecho que las aves que consumen el maíz
serán posteriormente sacrificadas para que los humanos las coman.
Quienes
se oponen a este tipo de negocio señalan que no hay leyes en Panamá que
protejan a los consumidores. Los productos deben ser debidamente
etiquetados y el público debe ser informado de lo que está comprando.
Los técnicos que están preocupados, señalan que se desconoce el impacto
que tendrá este tipo de negocio sobre el ambiente y los pequeños
productores. Se preguntan ¿por qué si en la mayoría de los países del
mundo están sometiendo la producción de transgénicos a estrictos
controles, Panamá decidió abrir sus puertas?
Los
transgénicos son organismos a los que se les inserta material genético
de especies distintas a la que pertenece mediante técnicas de ingeniería
genética. Con estas técnicas, se rompen las barreras reproductivas que
existen entre las diferentes especies, posibilitando la inserción de un
gen de bacteria a una planta. Cuando esta técnica se aplica al maíz se
modifica la planta. Los posibles daños al campo, que han sido
comprobados, es que al introducirse transgenes a variedades nativas de
maíz, éstas sufren una descompensación genética y fisiológica.
Los
transgénicos adquieren capacidades inusitadas como la resistencia al
uso de herbicidas, la planta mata insectos que la atacan y sus semillas
pierdan la propiedad de reproducirse naturalmente. Se trata, entonces,
de la creación de nuevas variedades que no existen como tales en la
naturaleza, sino que han sido creadas de manera completamente
artificial. Los nuevos organismos transgénicos han estado provocando
propiedades indeseadas, sea para los consumidores (como la producción de
alergias o la resistencia a antibióticos) o sea para la relación de
estos organismos con otras especies de su medio ambiente.
La
producción de organismos genéticamente modificados en su mayor parte
son creaciones de empresas transnacionales a las cuales lo que les
interesa es la generación de ganancias extraordinarias, con la menor
cantidad posible de costos. Por ello, las nuevas variedades de maíz se
diseñaron para resistir el consumo indiscriminado de herbicidas que la
mismas empresas transnacionales producen (Monsanto, Novartis, Du Pont,
etcétera). La resistencia a los herbicidas hace posible que la planta
sea roseada con grandes cantidades de químicos sin que muera o bien le
brinda a la planta la capacidad de resistir insecticidas más tóxicos que
los usuales.
El
grupo de investigadores Séralini en Francia condujo experimentos que
mostraron la asociación entre el consumo de productos transgénicos con
el incremento de muertes entre animales por cáncer de mama en las
hembras o por lesiones graves de hígado y/o riñón en los machos.
Estudios de mercadeo apuntan a que la mayor parte de los cereales con
más probabilidades de contener maíz transgénico son los cereales para
niños. La mayoría de los niños en EEUU están siendo alimentados con
productos transgénicos de todo tipo (no solamente con maíz transgénico).
Esto representa un experimento poco ético de parte de Monsanto ya que
los efectos a largo plazo del consumo humano de los productos
transgénicos son desconocidos.
Según
una comisión de APEDE, hay que hacer una campaña a favor de un
movimiento nacional para informar al pueblo sobre los productos
alimenticios geneticamente modificados. ¿Hasta cuándo continuará el
gobierno privilegiando los negocios, olvidándose del derecho que tenemos
los panameños de prevenir enfermedades y tener acceso a los mejores
servicios de salud?
Los
gobiernos panameños no tienen remordimientos. En los últimos años sus
políticas equivocadas en materia de salud han causado la muerte de
neonatos, jóvenes, mujeres y hombres. Los negocios del gobierno con los
alimentos de los panameños tienen una probabilidad de causar más muertes
a corto plazo. Los especialistas en salud pública le han planteado al
gobierno los peligros que implican sus políticas sin recibir respuesta
alguna.
Los
médicos panameños luchan por el respeto a la salud de los panameños.
Han denunciado como las políticas públicas recientes han aumentado los
riesgos a la vida de una simple hospitalización, así como la disminución
drástica del presupuesto en el campo de la salud pública. La
introducción de los transgénicos abre otro flanco a favor de los
negocios en contra de la salud de los panameños.
- Marco A. Gandásegui,
hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e
investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo
Arosemena (CELA) http://marcoagandasegui11.blogspot.com
http://www.alainet.org/active/66280&lang=es
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