José
Pizarro Montoya, 38 años, agricultor sin tierra, y ex productor de
transgénicos en la temporada 2009-2010 en Melipilla (RM), es el primer
chileno y quizás el único latinoamericano que le ha ganado una demanda a
Monsanto/ANASAC por incumplimiento de contrato. El intentó revelar su
caso en el seminario sobre transgénicos organizado en Casa Piedra el 22
de enero de 2014 por el cuestionado ministro de Agricultura Luis Mayol.
Allí panelistas internacionales y nacionales predicaban las bondades de
los cultivos genéticamente modificados. Pizarro sólo quería intervenir
para decir que no le recomendaba a ningún campesino trabajar para
Monsanto cultivando transgénicos de
exportación, porque podía terminar arruinado igual que él, además de
dañar la tierra. En Chile hay aproximadamente 30.000 hectáreas de
semilleros de maíz, soya y raps transgénicos de exportación,
comercializados por las transnacionales Monsanto, Pioneer y socios
chilenos agrupados en ANPROS, la Asociación Nacional de Productores de
Semillas. La campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile impulsa una
moratoria a la posible expansión de estos cultivos al mercado interno y
una estricta fiscalización a los semilleros.
En septiembre de 2013, María Elena Rozas coordinadora de la Red de Acción en Plaguicidas RAP-Chile y Lucía Sepúlveda conocieron la experiencia de Pizarro y pudieron observar de primera fuente los resultados de las malas prácticas ambientales y comerciales de Monsanto/ANASAC en Chile. “El agricultor no sabía exactamente qué sembraba, no tenía idea de qué era una semilla transgénica; en el contrato figura un nombre de fantasía: maíz Mon49. En el cultivo tenía que usar obligadamente y en forma intensiva, más de diez plaguicidas dañinos para la salud y el ambiente. El contrato que firmó lo obligaba a recurrir sólo a la Cámara de Comercio, no podía querellarse en tribunales. El nos explicó que muchos productores también han tenido problemas con Monsanto, pero no acuden a la Cámara porque es muy caro”, señala María Elena Rozas.
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En septiembre de 2013, María Elena Rozas coordinadora de la Red de Acción en Plaguicidas RAP-Chile y Lucía Sepúlveda conocieron la experiencia de Pizarro y pudieron observar de primera fuente los resultados de las malas prácticas ambientales y comerciales de Monsanto/ANASAC en Chile. “El agricultor no sabía exactamente qué sembraba, no tenía idea de qué era una semilla transgénica; en el contrato figura un nombre de fantasía: maíz Mon49. En el cultivo tenía que usar obligadamente y en forma intensiva, más de diez plaguicidas dañinos para la salud y el ambiente. El contrato que firmó lo obligaba a recurrir sólo a la Cámara de Comercio, no podía querellarse en tribunales. El nos explicó que muchos productores también han tenido problemas con Monsanto, pero no acuden a la Cámara porque es muy caro”, señala María Elena Rozas.
La sentencia contra Monsanto
La
sentencia favorable a Pizarro en el juicio de rol 1385-11 caratulado
como Agrícola Pizarro Ltda. con Agrícola Nacional S.A.C, fue dictada por
el juez árbitro de la Cámara de Comercio, Francisco Gazmuri Schleyer.
La Corte de Apelaciones de Santiago la confirmó en septiembre de 2013,
rechazando el recurso de casación y queja presentado por la empresa.
Pero durante los cuatro meses posteriores la demandada se negó a cumplir
el fallo. Por esa razón el agricultor no dio a conocer previamente su
caso. Sólo a fines de diciembre de 2013, Pizarro recibió los 37 millones
de pesos que la Cámara le ordenó pagar al afectado, sin embargo esa
suma no alcanza a cubrir los daños ocasionados. Los documentos del SAG
de Declaración de Semilleros OVM incorporados en la demanda, identifican
la solicitud de certificación como de ANASAC Chile (Monsanto) y fueron
cuestionados por Pizarro, que acusa complicidad con la empresa.
En
el proceso fue decisivo el peritaje del INIA (Instituto Nacional de
Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria), elaborado por el
ingeniero agrónomo Gabriel Saavedra del Real sobre lo ocurrido. También
fue determinante la comparecencia de Levi Manzur, académico de la
Universidad Católica de Valparaíso y destacado genetista de Los Andes,
cuyas conclusiones fueron en el mismo sentido de la denuncia del
demandante.
Pérdidas millonarias
Pizarro
perdió su casa, su máquina fumigadora, un tractor, y su camioneta. Lo
abandonó su pareja y quedó a brazos cruzados. Debía 90 millones de
pesos al Banco Santander (por acumulación de intereses) luego de
cultivar en Melipilla maíz transgénico de Monsanto para ANASAC. María
Elena Rozas comenta: “Lo ocurrido a este productor puede servir de
ejemplo para centenares de pequeños productores agrícolas encandilados
por promesas de grandes ganancias y trato justo, por parte de las
empresas exportadoras de semillas transgénicas. Pero eso ocurre sólo al
principio. La gran mayoría de los estafados no denuncia y se hace
dependiente de lo que le ofrezca la empresa, que es cada vez menos. Y no
hay muchas alternativas en el campo, no hay políticas públicas ni
incentivos que favorezcan efectivamente la producción agroecológica; eso
es lo que debemos cambiar”.
Pizarro
proviene de una familia de agricultores de Los Andes (Región de
Valparaíso), y por años trabajó con su hermano como hortalicero. Para
sembrar transgénicos arrendó en Melipilla 33,07 hectáreas, que forman
parte del fundo Rumay del empresario Manuel Ariztía (de la industria de
Pollos Ariztía), para producir maíz transgénico para ANASAC (Monsanto).
El “gran negocio” de los transgénicos ha sido para Pizarro prácticamente
el fin de su vida como agricultor.
Nos
explica: “Yo ahora soy un estudioso de los transgénicos, aprendo a
través de Internet, y además he averiguado sobre Monsanto y su
prontuario criminal.” Cuando tomó conciencia de lo que le había
ocurrido, se dirigió a la Agrupación Ecologista de Aconcagua,
organización de Los Andes que forma parte de nuestra campaña Yo No
Quiero Transgénicos en Chile, estableciendo así contacto con RAP-AL
Chile para dar a conocer su caso y denunciar a Monsanto.
Hoy
José Pizarro está en la lista negra de la transnacional, y a su vez,
para el agricultor, Monsanto pasó a la categoría de empresa corrupta,
abusadora y depredadora. “Yo he visto que con el maíz transgénico había
ratones muertos a la vera del camino, después que se comían los
choclos”, denuncia.
Indicaciones erradas para la siembra
En
dos temporadas anteriores Pizarro había obtenido grandes ganancias con
el maíz transgénico y la empresa lo consideraba un excelente productor.
Nunca antes él se preguntó qué riesgos ambientales o comerciales podía
correr tratando con Monsanto. “El año 2009 ellos quisieron hacer un
experimento conmigo. Eran 12 agricultores los que estábamos sembrando en
Chile ese tipo de maíz y sólo a dos nos hicieron sembrar hileras de
hembras (de semilla transgénica) y machos (de semilla híbrida) en
proporción 4:1; los otros productores sembraron en proporción 4:2. El
SAG estaba a cargo de fiscalizar y en mi opinión es cómplice de la
empresa, porque en sus informes anotó que yo había sembrado 4:2, lo que
estaba a la vista que no era así. Según sus informes, pareciera que yo
hubiera sembrado con las mismas instrucciones que les dieron a los demás
productores. Pero no, yo sembré a ciegas, hacía lo que ordenaba la
empresa, ni me fijaba en lo que escribía el certificador del SAG porque
el contrato me obligaba a seguir estrictamente sus instrucciones.”
Quemar con Roundup el maíz del vecino
Entre
las instrucciones del SAG está asegurarse que no haya maíz criollo
cerca, porque podría cruzarse con el cultivo transgénico y afectar su
multiplicación. SAG vigila que no se perjudique la siembra de
transgénicos, pero al productor convencional de esa especie no lo
protege nadie. Siguiendo las recomendaciones de Monsanto, Pizarro pidió a
un vecino que había plantado maíz, que lo sacara. Pero se trataba de
una persona mayor, que no aceptó porque quería tener sus propios choclos
para humitas en el verano. El productor informó a la empresa y el
agrónomo Francisco Araya Vargas, le ordenó “Tírale Roundup” (el
herbicida que mata cualquier planta que no sea transgénica). Pizarro
prefirió cortar de noche las panojas del maíz del vecino para que no
pudieran dar polen y multiplicarse. Lo cuenta con vergüenza.
Costos del juicio
ANASAC
Chile /Monsanto a través de su gerente Rodrigo Malagüeño, aseguró en el
juicio que ningún multiplicador de maíz transgénico los había demandado
anteriormente. En general sólo las grandes empresas pueden ir a
arbitraje a través de la Cámara de Comercio. Pizarro, que no estaba
dispuesto a arruinarse en silencio, se arriesgó. “De partida tuve que
pagar $700.000 para que me atendieran y luego $4.400.000 para financiar
al juez. Puse una demanda por $218.000.000 y el juez finalmente falló en
mi favor pero sólo saqué $37.000.000 que es muchísimo menos de todo lo
que he perdido.”
Explica
Pizarro: “Yo no recibí instrucciones adecuadas para la siembra y por
eso la producción fue mala y por consiguiente la liquidación también. El
precio se calcula sobre la base de la producción del mismo maíz por
otros multiplicadores de la región del Maule, pero ellos recibieron
instrucciones diferentes a las que me dieron a mí, y por eso produjeron
mucho más que yo. Yo coseché 106.780 kg de maíz pero la producción real,
seleccionada en la procesadora de Lo Espejo de acuerdo a los estándares
requeridos por Monsanto, fue sólo de 38.509 kg”
La
sentencia estableció que la empresa “incumplió una obligación de hacer,
consistente en prestar los servicios de supervisión técnica de la
siembra en forma diligente y dando estricto cumplimiento a las
instrucciones del fabricante de la semilla Monsanto, cayendo en
incumplimiento contractual negligente”.
La captación de productores rurales
A
Pizarro lo buscó Monsanto. Llegaron hasta el predio donde él cultivaba
hortalizas en Melipilla y le dijeron que por satélite lo habían ubicado
porque el lugar se prestaba para cultivo de maíz transgénico pues no
había otro maíz convencional cerca. El primer año (2008) le regalaron la
semilla transgénica y el Roundup. Pizarro sólo tuvo que comprar abonos e
insecticidas. Incluso le pagaron el arriendo del predio. El sólo debía
cuidar el cultivo. Le ofrecieron pagarle tres millones de pesos por
hectárea. En 2009 también le dieron la semilla “pero el veneno lo compré
yo. Estuve dos días sembrando y a pesar que yo tenía máquinas la
empresa me obligó a sembrar con las de ellos, que son más nuevas, eso
fue un gasto enorme”, explica el productor rural. Ese mismo año Mosanto
compró la división de maíz y soya de ANASAC. Los productores
recibieron una nota diciendo que en adelante, debían seguir las
instrucciones de ANASAC Chile, es decir de Monsanto, el nuevo dueño.
Pero para los efectos comerciales y legales, curiosamente Pizarro debió
entenderse con ANASAC SA, cuyo gerente es Rodrigo Malagüeño, una
estrategia para no figurar abiertamente en la querella.
Incumplimiento de contrato
El
arbitraje de la Cámara de Comercio estableció que ANASAC/Monsanto
incumplió su obligación “consistente en prestar los servicios de
supervisión técnica de la siembra en forma diligente y dando estricto
cumplimiento a las instrucciones del fabricante de la semilla Monsanto”,
incurriendo en incumplimiento contractual negligente. La Corte de
Apelaciones de Santiago confirmó este fallo y no existen más instancias
para este tipo de arbitraje. La sentencia de la Corte, firmada por Pilar
Aguayo, Carlos Carrillo y la abogado integrante Claudia Schmat, también
condenó a ANASAC a pagar los costos de la apelación.
José
Pizarro concluye señalando: “Sólo quiero que otros campesinos no tengan
que pasar por lo que yo viví. Yo nunca más voy a sembrar transgénicos”.
por Lucía Sepúlveda Ruizhttp://www.periodismosanador.blogspot.com
De:
http://associaciosalutiagroecologia.wordpress.com/2014/01/31/agricultor-chileno-gano-demanda-a-monsanto-yo-no-quiero-transgenicos/
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