Por Lucía Guadagno
En el inicio de una nueva campaña de trigo en la Argentina, dos de las principales empresas alimenticias del país, Arcor y Molinos Río de la Plata, informaron que no compran ni utilizan el trigo transgénico HB4 para fabricar sus productos. Tampoco se exporta: si bien algunos países lo aprobaron para su consumo, los compradores privados no lo aceptan. Según explicaron en la Federación de Acopiadores de Cereales, el transgénico termina en la harina que producen los molinos que abastecen a panaderías, fábricas de pastas o pizzerías.
Este invierno será el tercero en la historia de la alimentación mundial en que se siembre y se comercialice sin restricciones un trigo transgénico. Y ocurrirá en la Argentina, el primer país del mundo en aprobarlo. Se trata del trigo HB4 de las empresas Bioceres y Florimond Desprez, que se promociona como tolerante a la sequía y es resistente al glufosinato de amonio, un herbicida más tóxico que el glifosato. Se considera un hito porque, hasta ahora, las multinacionales de semillas transgénicas y agrotóxicos habían logrado imponer su tecnología en cultivos como soja o maíz pero no habían conseguido hacerlo con el trigo. Uno de los obstáculos fue siempre el rechazo de la población a comer transgénicos asociados a agrotóxicos, además de ser el trigo uno de los cereales más consumidos de manera directa en todo el mundo.
Desde que el trigo transgénico está en el mercado argentino, un solo molino —La Esmeralda, en Santa Fe— publicitó que lo utiliza. Lo hizo el año pasado en un evento organizado por Bioceres, en el que se anunció que 25 molinos ya procesaban el HB4 en el país. Entre los clientes de La Esmeralda se encuentran las principales cadenas de panaderías de Córdoba, según informa la empresa en su sitio web.
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