Es hora de buscar opciones ecológicas de alimentación
Recientemente, el señor Kéilor Rojas
, viceministro de Ciencia y Tecnología, hace una serie de apreciaciones
infundadas sobre el tema de los cultivos genéticamente alterados
(transgénicos) que es necesario rebatir con argumentos, y no con
adjetivos descalificadores. Veamos:
La mayor parte de las
declaraciones, que ataca sin sustento y de manera generalizada, se
remiten exclusivamente al tema de las variedades de maíz transgénicas.
En ellos se ofrecen argumentos que, a la fecha, no han podido ser
rebatidos, como el tema de la contaminación genética.
Entre
estos, se destacan pronunciamientos de las cuatro universidades
públicas, la Junta Directiva del Colegio de Ingenieros Agrónomos, y
organizaciones de agricultores como Upanacional.
Las
“habilidades especiales”, como las llama el señor viceministro,
incorporadas a la brava y al azar (como se lo puede explicar cualquier
biotecnólogo) al material genético de estas variedades sintéticas, se
limitan prácticamente a dos: tolerancia a herbicidas de la misma
corporación y larvas de dos familias de insectos. Estas “habilidades
especiales” provienen del material genético tomado de una o varias
especies de otros organismos (bacterias, virus, etc.), que pueden
producir también otros tipos de “habilidades especiales” impredecibles y
no deseadas, como lo reconoce el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Hasta
un niño de escuela sabe que la nutrición es un tema complejo que no se
resuelve con la producción de frutos que contengan “más” de todo. De
hecho, “más” de algo es, en ocasiones, perjudicial (ej.
hipervitaminosis). El cacareado ejemplo del “ arroz dorado
” es una muestra de un intento fallido y sin sentido en esta dirección.
De igual manera, el señor Rojas cita que se han generado plantas
resistentes a sequías, sin indicar que, en realidad, al igual que los
cultivos que contienen “más de todo”, son inventos en proceso de
investigación y que, adicionalmente, no están exentos de riesgos .
Los
cultivos son organismos vivos que responden únicamente a las leyes de
la naturaleza, y no a los caprichos del capital corporativo, ni a las
“buenas intenciones” de los funcionarios gubernamentales y los
científicos ligados a est
e. No se trata de un juego con piezas de Lego, donde los genes pueden
combinarse al antojo, sin esperar que no llegue a pasar nada más que lo
que se desea.
Según el
señor Rojas, el hecho de que estemos consumiendo estos alimentos desde
“hace más de 20 años” (sic, el primero de estos se liberó hace 17 años)
es una prueba irrefutable para asegurar que no hay problemas de salud en
este sentido. ¿Podríamos decir lo mismo de los plaguicidas y los
medicamentos “seguros” que se han venido prohibiendo una vez que se
conocieron sus efectos negativos años después? ¿Tendrán que pasar otros
casi 100 años, como sucedió con el tema del tabaco, para llegar a
reconocer los efectos de este sobre la salud? En el artículo “ Alimentos transgénicos: incertidumbres y riesgos basados en evidencias ” se hace referencia a este tema.
El
señor viceministro intenta hacernos creer que los efectos sobre la
disponibilidad y costos de los productos de la explotación animal están
asociados casi que exclusivamente a “cualquier restricción” que se haga
sobre los concentrados con que se alimentan (maíz y soya transgénicos),
cuando todos sabemos que los efectos precitados responden más a otro
tipo de factores, como la disponibilidad en el mercado de estos
productos. No es ético, ni correcto ni conveniente continuar con este
tipo de modelo alimentario, dado que aquí nos ponen a competir –seres
humanos, animales y autos– por los mismos recursos, y en este caso estos
irán –en la lógica corporativa– donde “mejor caliente el sol”. Ya es
hora de redescubrir, buscar e implementar opciones ecológicas de
alimentación animal, así como de fuentes energéticas.
Si
bien, a la fecha, pareciera ser que algunos ejemplos de aplicación de
este tipo de biotecnología están funcionando en el campo de la salud con
la producción de ciertos productos elaborados en fábricas bajo
condiciones controladas, no puede decirse lo mismo, por razones obvias,
con respecto a los cultivos y animales transgénicos que lleguen a
liberarse al ambiente. Son temas diferentes que deben tratarse como
tales, dado que, como el señor viceministro lo reconoce, “lo prudente en
este tema es analizar caso por caso”.
Finalmente,
don Kéilor termina su artículo con el típico discurso del miedo, al
recitar la cantaleta que utiliza la industria corporativa para que sus
productos sean aceptados sin cuestionamientos: más población, menos
alimentos, hambrunas... La aseveración de que estos y otros problemas
“difícilmente se superarán sin el uso de organismos genéticamente
modificados” es, a todas luces, infundada y temeraria. Ignora el señor
Rojas que el tema del hambre en un tema complejo que no depende
únicamente de los rendimientos de los cultivos. Por lo demás, estos cultivos han sido incapaces de demostrar que puedan mantener en el tiempo sus cuestionados rendimientos .
Sí,
señor viceministro, “más mesura, por favor, que en esta era de la
información y el conocimiento ya no es tan fácil tapar el sol con un
dedo”, y menos en un tema como estos donde están a la vista los efectos
colaterales negativos que han traído a la población y al ambiente la
utilización de este tipo de cultivos en los pocos países del mundo que
los han aceptado. ¿Será por esto que ya no comemos cuento tan fácilmente
con antes?
http://www.nacion.com/2013-02-06/Opinion/Sobre-transgenicos-y-falsos-profetas.aspx
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