jueves, 8 de agosto de 2013

Los negocios primero, adiós a la salud

Marco A. Gandásegui, h.

Mientras los trabajadores de la salud y otros sectores luchan contra las pretensiones gubernamentales de destruir la salud pública en Panamá, se anunció la semana pasada que Panamá acogerá el maíz transgénico para beneficiar a las empresas norteamericanas Monsanto y Dupont. A escala mundial, los transgénicos han sido rechazados por sus efectos nocivos a la salud de los seres humanos. La falta de políticas de salud para cerrarle las puertas a los transgénicos refleja la política oficial del gobierno de convertir todo – incluso la salud de los panameños – en un negocio.
 
Panamá se prepara para iniciar un experimento transgénico con semillas de maíz que serán sembrados en la región de Azuero. Este maíz servirá de alimento para la población avícola, que – a su vez -  será consumido por los panameños. La empresa Melo – representante de las trasnacionales norteamericanas – recibió permiso para la venta de estas semillas con la condición de que el maíz no fuera destinado al consumo humano. Sin embargo, se pasó por alto el hecho que las aves que consumen el maíz serán posteriormente sacrificadas para que los humanos las coman.
 
Quienes se oponen a este tipo de negocio señalan que no hay leyes en Panamá que protejan a los consumidores. Los productos deben ser debidamente etiquetados y el público debe ser informado de lo que está comprando. Los técnicos que están preocupados, señalan que se desconoce el impacto que tendrá este tipo de negocio sobre el ambiente y los pequeños productores. Se preguntan ¿por qué si en la mayoría de los países del mundo están sometiendo la producción de transgénicos a estrictos controles, Panamá decidió abrir sus puertas?
 
Los transgénicos son organismos a los que se les inserta material genético de especies distintas a la que pertenece mediante técnicas de ingeniería genética. Con estas técnicas, se rompen las barreras reproductivas que existen entre las diferentes especies, posibilitando la inserción de un gen de bacteria a una planta. Cuando esta técnica se aplica al maíz se modifica la planta. Los posibles daños al campo, que han sido comprobados, es que al introducirse transgenes a variedades nativas de maíz, éstas sufren una descompensación genética y fisiológica.
 
Los transgénicos adquieren capacidades inusitadas como la resistencia al uso de herbicidas, la planta mata insectos que la atacan y sus semillas pierdan la propiedad de reproducirse naturalmente. Se trata, entonces, de la creación de nuevas variedades que no existen como tales en la naturaleza, sino que han sido creadas de manera completamente artificial. Los nuevos organismos transgénicos han estado provocando propiedades indeseadas, sea para los consumidores (como la producción de alergias o la resistencia a antibióticos) o sea para la relación de estos organismos con otras especies de su medio ambiente.
 
La producción de organismos genéticamente modificados en su mayor parte son creaciones de empresas transnacionales a las cuales lo que les interesa es la generación de ganancias extraordinarias, con la menor cantidad posible de costos. Por ello, las nuevas variedades de maíz se diseñaron para resistir el consumo indiscriminado de herbicidas que la mismas empresas transnacionales producen (Monsanto, Novartis, Du Pont, etcétera). La resistencia a los herbicidas hace posible que la planta sea roseada con grandes cantidades de químicos sin que muera o bien le brinda a la planta la capacidad de resistir insecticidas más tóxicos que los usuales.
 
El grupo de investigadores Séralini en Francia condujo experimentos que mostraron la asociación entre el consumo de productos transgénicos con el incremento de muertes entre animales por cáncer de mama en las hembras o por lesiones graves de hígado y/o riñón en los machos. Estudios de mercadeo apuntan a que la mayor parte de los cereales con más probabilidades de contener maíz transgénico son los cereales para niños. La mayoría de los niños en EEUU están siendo alimentados con productos transgénicos de todo tipo (no solamente con maíz transgénico). Esto representa un experimento poco ético de parte de Monsanto ya que los efectos a largo plazo del consumo humano de los productos transgénicos son desconocidos.
 
Según una comisión de APEDE, hay que hacer una campaña a favor de un movimiento nacional para informar al pueblo sobre los productos alimenticios geneticamente modificados. ¿Hasta cuándo continuará el gobierno privilegiando los negocios, olvidándose del derecho que tenemos los panameños de prevenir enfermedades y tener acceso a los mejores servicios de salud?
 
Los gobiernos panameños no tienen remordimientos. En los últimos años sus políticas equivocadas en materia de salud han causado la muerte de neonatos, jóvenes, mujeres y hombres. Los negocios del gobierno con los alimentos de los panameños tienen una probabilidad de causar más muertes a corto plazo. Los especialistas en salud pública le han planteado al gobierno los peligros que implican sus políticas sin recibir respuesta alguna. 
 
Los médicos panameños luchan por el respeto a la salud de los panameños. Han denunciado como las políticas públicas recientes han aumentado los riesgos a la vida de una simple hospitalización, así como la disminución drástica del presupuesto en el campo de la salud pública. La introducción de los transgénicos abre otro flanco a favor de los negocios en contra de la salud de los panameños.
 
- Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del  Centro de Estudios Latinoamericanos  Justo Arosemena (CELA)  http://marcoagandasegui11.blogspot.com


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