miércoles, 14 de agosto de 2013

Monsanto y las transnacionales son los nuevos marines que ocupan nuestras tierras

Lucía Sepúlveda Ruiz 

Investigador argentino alerta a población sobre efectos de la transgenia
El académico Andrés E. Carrasco no tiene problemas para exponer públicamente los negativos efectos generados por los cultivos transgénicos en su país, Argentina, donde Monsanto está levantando tres gigantescas plantas de procesamiento de semillas transgénicas en Córdoba y Tucumán. El doctor Carrasco dirige el laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y Conicet, la Comisión de Investigación Científica y Técnica. Disertó sobre “Agronegocios, extractivismo y tecnociencia” en la universidad de Bogotá, y luego participó activamente en la jornada que realizó a fines de mayo en ese país la Red por una América Latina Libre de Transgénicos, RALLT. Allí lo entrevistamos.

¿Qué pasó después que usted en 2009 decidió dar a conocer públicamente los resultados de sus experimentos sobre el glifosato, y la relación que hay entre su uso y las malformaciones congénitas que se presentan en seres humanos expuestos a ese herbicida durante el embarazo?
“Inmediatamente las madres afectadas, ya organizadas en Córdoba y localidades vecinas a los cultivos de soja comenzaron a buscarme para entender más de lo que les estaba ocurriendo con las fumigaciones aéreas con glifosato. Desde los círculos oficiales fui objetado porque di a conocer esos resultados antes de que salieran en una revista científica. Yo soy médico, e investigo para la gente, porque esto afecta a la gente y deben saberlo cuanto antes. Desde entonces he estado vinculado a la lucha de esas madres y cuando el año 2012 se realizó un juicio inédito en Ituizangó, Córdoba, por las fumigaciones aéreas con glifosato, fui uno de los testigos que explicó al tribunal la relación entre las malformaciones, el cáncer y las aspersiones aéreas con glifosato. Las Madres de Ituizangó obtuvieron un fallo a su favor, que reconoció que esas fumigaciones eran un delito. Luego de una charla mía a Alemania sobre el glifosato, hubo funcionarios que viajaron tratando sin éxito de desmentirme. Ese primer estudio, Herbicidas basados en Glifosato producen efectos teratogénicos en vertebrados interfiriendo en el metabolismo del acido retinoico”, (Glyphosate-based herbicides produce teratogenic effects on vertebrates by impairing retinoic acid signaling) fue publicado en 2010 en la revista científica Chemical Research Toxicology. En 2013 junto a un equipo hemos publicado en la revista Advances in Molecular Toxicology una Revisión de los Efectos de los Plaguicidas Usados en los Cultivos Transgénicos en América Latina (Pesticides Used in South American GMO-Based Agriculture: a Review of their effects on Humans and Animal Models). 
Un científico polémico
El profesor Carrasco no para de investigar y de informar. Durante la reunión de la RALLT sus estudiantes le informaron por twitter que habían hecho importantes hallazgos sobre toxicidad del glufosinato de amonio, un herbicida utilizado en cultivos transgénicos, y él resplandecía. “Estoy feliz de trabajar con ellos, hay una nueva generación de científicos con otra mirada. Creo que me lo merezco”, dijo a PF. Tiene dos hijos, uno es diseñador gráfico y la hija es actriz. El doctor Carrasco además revela verdades en su programa semanal de radio, “Silencio Cómplice”, en FM Tribu. Cuando sus hallazgos incomodaron al oficialismo renunció voluntariamente al cargo de subsecretario de Investigación Científica y Tecnológica del Ministerio de Defensa que ocupó en el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. 
¿Qué evidencias puede citar sobre las malformaciones congénitas? 
A partir de entonces se han generado diversos estudios en el mundo y en Argentina. Uno de los más recientes, de mayo de 2012, “Relación entre el uso de agroquímicos y el estado sanitario” fue liderado por Mirta Liliana Ramírez, investigadora del Conicet, y documenta el aumento de cáncer y malformaciones en zonas sojeras y arroceras de la provincia del Chaco, con uso intensivo de los plaguicidas endosulfan, glifosato, paraquat y cipermetrina, entre otros. El informe fue entregado al Ministerio de Salud nacional y de la provincia, pero no tuvo respuesta alguna. Se realizaron 2.500 encuestas y revisión de datos oficiales, concluyendo que por ejemplo en Avia Terai, una localidad rodeada de cultivos de soja y girasol fumigados entre diez y doce veces al año, el 31,3 por ciento de la población relevada declara haber tenido algún familiar con cáncer. Los muy altos índices de cáncer, y también de discapacidad, se repitieron en otras tres ciudades cercadas por campos transgénicos: Campo Largo, Napenay y La Leonesa. Además, una investigación de la Facultad de Medicina de Rosario, encabezada por el doctor Damián Verzeñassi comprobó en la localidad agroindustrial de Bovril, Entreríos, un notable incremento de los casos de cáncer, que en la última década pasó a ser la principal causa de muerte. La incidencia de cáncer allí es de 236,78 casos por cada 100.000 habitantes, mientras que la tasa media en Argentina para el año 2008 era de 206 por cada cien mil habitantes. Los resultados se presentan oficialmente en junio. 
¿Y en cuanto a malformaciones congénitas? 
Hay 10 millones de personas que viven en los territorios ocupados por cultivos transgénicos, que son 23.5 millones de hectáreas, de las cuales un 40% está en manos de tan sólo un 3% de productores. Está probado que en 10 años las malformaciones en ese territorio han aumentado en un 400%. La doctora Trombotto del Hospital de Obstetricia y Neonatología de la Universidad Nacional de Córdoba estudió en 111.000 recién nacidos la prevalencia de malformaciones congénitas mayores (MCM) de tipo craneofacial, gastroschisis (defecto en la pared abdominal anterior a través del cual los contenidos abdominales sobresalen libremente) y extremidades, concluyendo que en 1991 la tasa era de 16.2 por cada 10.000 nacidos y en 2003, subió a 37.1 por cada 10.000 nacidos.
¿Por qué Ud. dice que no hay que hablar por separado de transgénicos y plaguicidas?
Porque cuando en la discusión se separa los plaguicidas de los transgénicas, hay una pérdida de consistencia en las raíces del problema. Es como si unos vieran los agrotóxicos sólo por sus efectos en los insectos, otros sobre las malezas y otros sobre los alimentos, por separado. Cuando un problema es así de complejo, no es una sumatoria. Todos tienen un tronco común geopolítico. Siguiendo el pensamiento de Aníbal Quijano podemos decir que en América no hubo descolonización cultural y predomina una obediencia epistémica a la manera europea. Con el genocidio se destruyeron también las formas de pensar, los códigos y miradas de la naturaleza remplazados por la mirada europea. Para encarar los problemas de hoy no podemos seguir en esa misma lógica. Observo un despertar de pueblos originarios, en algún lugar hay miradas que permiten ver de otra manera lo que ocurre cuando los imperios quieren recuperar el control para utilizar los recursos naturales, que para nosotros son los bienes comunes. Para descolonizar el poder, si estamos en América Latina tenemos que pensar desde América.
El caso de Chile
¿Qué juicio le merecen las evaluaciones de riesgo que hacen las empresas?
Las empresas manejan también nuestra discusión. Las corporaciones mineras, farmacéuticas y biotecnológicas son redes de poder que expresan las tendencias de dominación de algunas sociedades sobre otras. Son los nuevos “marines”, son formas de ocupación que separan a la gente de la tierra. Ellas generan espacios para que discutamos sobre ello, en vez de darnos cuenta de que hay una ocupación literal de territorios para apoderarse de ellos. En el caso de Chile, es la minería y la producción de semillas para el hemisferio norte. Si el imperio me hace fabricar semillas transgénicas, soy un comodín en el juego global, ya no tengo identidad. El país cede y le permite un espacio de poder. Paraguay es una víctima del avance neocolonial y Honduras también. Monsanto no tiene derecho a hacer lo que quiere con los pueblos. Eso es un acto de neocolonialismo.
¿Y cómo salimos de esta lógica? 
Creo que las alternativas las tienen los pueblos originarios por su forma de relacionarse con la naturaleza. Hay que definirnos entre vivir para cuidar la naturaleza o para apropiarnos de ella, por ejemplo a través de las patentes. Los conquistadores partieron haciendo la “taxonomía” la clasificación del mundo vivo. “Te doy la vida” y te nombro. Hoy que ya destruyeron la tierra, pretenden crear otra Naturaleza…y sacar a la gente de los territorios. Esta es una construcción mental europea y también de Estados Unidos que heredó lo peor de ese pensamiento. Por eso entiendo la lucha contra los extractivismos, por ejemplo, de los docentes de Famatima, en La Rioja; ellos no quieren que la montaña sea destruida, vaciada por un megaproyecto minero canadiense.Los pueblos originarios sabían hacer las cosas, sabían que no podían destruir. Hemos retrocedido. 
¿Cómo llegó a adoptar esta postura frente a la ciencia?
Ya en los años 70 la ciencia dura entró en crisis. Las preguntas que yo me hacía no me las iba a contestar la ciencia reduccionista. Por eso leo los clásicos pero también voy al pensamiento de América Latina, a Aníbal Quijano, Arturo Escobar, Walter Mignolo, Iván Ilich. No me quiero anotar en la modernidad. ¡Qué certeza científica ni qué ocho cuartos! Para dominar la naturaleza se pierde trascendencia. Busco instaurar una mirada alternativa que conviva con la dominante, que haya una multipolaridad del pensamiento. No quiero que sigamos llevándonos por delante a la naturaleza, usándola como un lugar de dominación y de poder. 


Fuente:
http://www.alainet.org/active/66368&lang=es

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