domingo, 8 de septiembre de 2013

Instituciones públicas de capacitación técnica y promoción de los transgénicos

Renzo D’Alessandro

El pasado 30 de agosto participé en el “taller de conservación de granos básicos”, el cual, según la invitación, tenía como objetivo hablar de “la importancia que tienen los granos a nivel familiar, los problemas de las semillas transgénicas y la importancia que tiene el conservar las semillas que vienen de generación en generación”. El taller fue organizado por el Centro de Desarrollo Comunitario (CEDECO) “Porfirio Encino Hernández La Albarrada” dependiente de la Secretaria de Desarrollo Social del Estado de Chiapas.
 
El título del taller me pareció que indicaba un cuestionamiento a los problemas que se han generado por la aplicación de políticas agrícolas basadas en paquetes tecnológicos en muchas de las comunidades de Los Altos. La conservación de semillas, creo yo, es fundamental para fortalecer la producción de la milpa y del maíz nativo como ejes para satisfacer las aspiraciones de buena vida de los campesinos. De hecho, a partir de dos años de observación de campo, he sido testigo de la carencia de semillas para hortalizas, frijol, calabaza, y de otros granos para cubrir la dieta básica.
 
La carencia de granos es uno de los tantos problemas que enfrentan las comunidades agrícolas de los Altos. La erosión paulatina de la biodiversidad cultivada en la milpa alteña, tiene que ver desde mi punto de vista, con factores sociales más allá de los biofísicos o climáticos: 1) menosprecio en la atención a los campesinos,  la milpa y a las especies nativas como opción productiva; 2) desatención en la capacitación y falta de apoyos por parte del gobierno hacia los campesinos; 3) políticas asistencialistas y/o dirección técnica equivocada; 4) imposición de un modelo agroalimentario biotecnocrático, entre otros muchos otros factores. Sobre este último punto es importante señalar que los territorios de Los Altos son idóneos (dada la excesiva tala de bosques, la presión demográfica y la pérdida contente de la fertilidad de los suelos) para fortalecer la soberanía alimentaria de las familias a través de un modelo agrícola local que fortalezca los conocimientos y prácticas agroecológicas.
 
Es por ello que cuando recibí la invitación por mail del taller que prometía hablar del “problema de los transgénicos” y cuya publicidad recomendaba “evitar comprar semillas transgénicas”, asistí pensando que efectivamente habría información y un enfoque nuevo sobre este tema en Chiapas. Al llegar al taller, un muchacho pulcro en su vestir nos recibió amablemente. Su apariencia me hizo pensar en el trabajo de Jacorsynski, sobre las representaciones identitarias de los tsotsiles. Era aquello que los propios indígenas llaman un “ladino”: alguien con descendencia indígena pero que vestía ya, a la usanza occidental. Tenía el "triple oro" (muy de moda entre los ladinos que quieren mostrar que son de otra clase social): Dorados en la hebilla del cinturón, en el reloj de pulsera, y en el crucifijo que le colgaba por fuera de la camiseta. El muchacho se presentó como “biotecnólogo”, y sin más preámbulo, inició su charla apoyado de un largo power-point que se proyectaba en una enorme pantalla de televisión. Comenzó preguntando al auditorio ¿si alguno de los presentes sabíamos lo que era un transgénico? Antes de proseguir, debo decir que me pareció interesante el método, puesto que las respuestas del auditorio fueron una “lluvia de ideas” que nos dieron de entrada una interesante variedad de percepciones sociales sobre el tema. Una de las respuestas que más me gusto, la escuché a penas por uno de los asistentes que la dijo entre dientes. Los transgénicos son, respondió, “maíces sin alma”. Que interesante sincretismo científico-cosmogónico!!!
 
Después de escribir en un rotafolio nuestras apreciaciones sobre lo que el auditorio pensaba que son los OGM, el biotecnólogo tomó aire, nos miró fijo con grandes ojos y comenzó a explicarnos que “los transgénicos NO son el problema, sino, que el problema es la idiosincracia de la gente que ve cosas diabólicas ahí donde no las hay”. Continuó hablándonos, siempre respaldado de elocuentes fotos que se proyectaban al mismo tiempo que nos abducía, sobre las virtudes productivas de estos productos. Nos dijo que en “el futuro se crearían árboles perenes de maíz gracias a estas tecnologías”. Incluso nos enseño unas fotos de unas lindas ratitas fosforescentes, y nos dijo que “esos animales eran perfectamente sanos a pesar de ser transgénicos”. Nos demostró que el gen “terminator” era la prueba de que “no podría haber polinización cruzada entre maíces transgénicos y nativos”. Son tecnologías perfectamente sostenibles, nos recalcó. Para cerrar nos mostró una gráfica con un mapa de “todos los países que han apostado por los transgénicos y han mejorado sus economías”.
 
Más allá de las interpretaciones personales, que cada persona pueda con todo su derecho tener, me parece un poco lamentable que se den talleres en los que engañe a la gente con verdades a medias. Si la propuesta tecnológica de la Albarrada esta a favor de los transgénicos, pues,¡tienen que incluirlo en su publicidad!. Lo que no se   puede hacer desde mi perspectiva, es invitar a la gente para transmitirle asumpciones personales o publicidad cientificista del tipo “No hay evidencia de que los transgénicos dañen la salud humana”, o argumentos absolutistas y simples como “los transgénicos son buenos”. Por mi parte, he tenido ya la oportunidad de escuchar estos argumentos por gente del CIMESTAV, e incluso de la CIBIOGEM, quienes defienden dementemente la transgénesis, pero al menos, y eso pienso yo, lo hacen directa y abiertamente desde sus invitaciones.
 
Se podría pensar que la iniciativa de defender los transgénicos nació meramente del joven biotecnólogo, pero entonces ¿por qué su equipo de apoyo (varios colaboradores) le secundaban con las mismas certezas de quien nos daba una charla sobre “conservación de semillas”?.  Aquella presentación en su totalidad parecía sacada de un formato religioso. Por mi parte, y como era de esperarse, aporté educadamente mi posición contraria a la del presentador. El muchacho me escuchó amablemente pero no respondió a ninguno de mis argumentos. Le indique que había conceptos faltantes en el taller como “etiquetamiento”, “derechos de propiedad intelectual”, “sistemas multinacionales de alimentación”, “principio de precaución”, etc. Argumenté que era falso que los OGM fueran 10 veces más productivos que las variedades nativas, pero obtuve de él tan sólo tímidas afirmaciones con la cabeza, y al final de todo, oídos sordos. Decidí irme.
 
Con este taller, es la segunda vez que asisto a la CEDECO de la Albarrada. Me parece extraño que en el curso anterior sobre “Crianza de gallinas en casa” haya habido también un fuerte componente biotecnologista: a los cinco minutos de comenzar el facilitador de la SAGARPA nos enseñó fotos de gallinas con enfermedades indescriptibles, sacó una medicina y nos indicó como, cuando, donde comprar medicamentos específicos contra enfermedades como la del “Newcastle”, difícilmente presente en gallinas de hogar de los indígenas de los Altos.
 
Si mi opinión se basara en los dos talleres a los que asistí, puedo decir que la formación técnica de la Albarrada padece de bipolaridad. Por un lado se habla de conservación de semillas y al mismo tiempo de las bondades de los transgénicos; o a favor de la crianza de gallinas de hogar y al mismo tiempo de soluciones fitosanitarias para la avicultura extensiva. Creo que la manera en que se plantean los talleres, para quién o quienes están dirigidos y sobre cómo funciona el proceso de transmisión de conocimientos es muy transcendente como para dejarlo pasar. Sobra decir que en Albarrada se están capacitando a cientos de promotores de la renombrada “Cruzada Contra el Hambre”, la mayoría estudiantes recién egresados de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Estos jóvenes son hoy por hoy, los agentes del desarrollo para el gobierno federal y estatal. Me pregunto si realmente ¿irán los promotores a las comunidades indígenas a defender a los transgénicos y productos fitosanitarios para enfermedades inexistentes?, ¿sera una coincidencia, o una estrategia del gobierno federal y estatal para contrarrestar la mala imagen que tienen los transgénicos?
 
El proyecto de la Albarrada es, pienso yo, un muy buen proyecto social. Debería de cuidarse este tipo de espacios creado para todos. Este CEDECO tiene una infraestructura realmente impresionante: Talleres, espacios, chinampas, bosques, pero sobre todo, tiene gente muy valiosa que labora y enseña opciones productivas dignas. Es necesario reflexionar como virar el timón o cuidar que la línea técnica que mantienen algunas de las pocas instituciones que todavía tienen una función social continúe. En lugar de difundir las bondades tecnológicas ajenas a la realidad y a las necesidades de los campesinos y buscar generar mayor dependencia a insumos y expresas externas, la CEDECO debería de respetar la misión para la cual fue creada: trabajar en la promoción de opciones productivas que generen un mayor empoderamiento para las comunidades campesinas. 
 
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Publicidad del taller “Importancia de la conservación básicos”


http://www.alainet.org/active/67016&lang=es

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