Washington, Estados Unidos
El endurecimiento de la política de China contra las importaciones de maíz transgénico está sacudiendo a la agroindustria de Estados Unidos, y ha frenado las ventas de la mayor cosecha de ese país hacia su mercado de mayor crecimiento. Las exportaciones de maíz de EE.UU. a China han caído 85% frente al año anterior, para representar solo 171.000 toneladas en enero de este año, según estimaciones del sector.
Desde mediados de noviembre, China ha rechazado casi 1,45 millones de toneladas de maíz de EE.UU. con el argumento de que ha detectado una modificación genética desarrollada por la suiza Syngenta AG que Beijing no ha aprobado, de acuerdo con un informe de la Asociación Nacional de Granos y Alimentos de EE.UU.
La cifra supera con creces las 545.000 toneladas que ha reportado Beijing y las aproximadamente 900.000 toneladas que ha informado la prensa.
Los embarques rechazados les han costado US$427 millones a las compañías de granos por ventas perdidas y también han reducido los precios de envíos destinados a China que deben ser revendidos a otros países, dice la asociación estadounidense. La cifra incluye maíz y productos relacionados. Los rechazos han elevado la frustración con lo que algunos ejecutivos estadounidenses llaman un proceso regulatorio opaco por parte de China, en momentos en que el país gana influencia como importador.
El escrutinio de China sobre el producto de Syngenta ha afectado el precio del maíz y la soya, lo que se traduce en cientos de millones de dólares en pérdidas para agricultores, dice el informe.
El freno a las ventas de maíz de EE.UU. se presenta en momentos en que el mercado de este grano enfrenta una creciente competencia de países como Brasil y Ucrania. “Es bastante grave si EE.UU. no puede abastecer el mercado chino”, dice Gary Martin, presidente de la Asociación Norteamericana de Exportadores de Granos.
Cargill Inc., uno de las mayores empresas de la agroindustria, dijo la semana pasada que los rechazos de China fueron el factor principal detrás de la caída de 28% en sus ganancias trimestrales más recientes.
Las grandes compañías de semillas como Syngenta, Monsanto Co. y DuPont Co. usualmente están alineadas con grandes exportadores como Cargill y Archer Daniels Midland Co. en su deseo de producir y vender la mayor cantidad posible de granos. Las comercializadoras han acogido el uso de semillas transgénicas —introducidas en EE.UU. en 1996— por parte de los agricultores y que, dicen sus defensores, elevan la producción.
Pero ahora las empresas de semillas y los comerciantes debaten sobre quién debe asumir los costos de las exportaciones rechazadas.
La Asociación Norteamericana de Exportadores de Granos, que incluye a ADM y Cargill, ha hecho un llamado para que las compañías de semillas asuman todos los riesgos y responsabilidades de vender sus productos. También se ha pronunciado en contra de introducir semillas transgénicas que no han sido aprobadas en los principales mercados. Los comerciantes han pedido que Syngenta deje de vender esas semillas hasta que China las apruebe.
Syngenta ha rechazado esos pedidos y este año presentó una nueva variedad de maíz, llamada Duracade en EE.UU. y que China no aprobaría hasta el año próximo, como mínimo. La empresa no se ha pronunciado sobre si las compañías de granos deberían cargar con la responsabilidad financiera de los envíos rechazados. Cargill, ADM y Bunge Inc., otro gran comerciante de granos, han restringido sus compras de maíz con semillas de Syngenta para evitar futuras interrupciones.
El episodio es un reflejo de las discrepancias internacionales sobre las semillas genéticamente modificadas, que son alteradas para ser más resistentes a plagas y a ciertos herbicidas.
Los críticos dicen que estas semillas obligan a aumentar el uso de algunos químicos y que podrían causar daños a la salud. Algunos países, sobre todo en Europa, tienen restricciones más firmes que en EE.UU., que usa esas semillas en el 90% de la cosecha de maíz.
China ha aprobado algunos tipos de semillas transgénicas. El país puede rechazar una carga total de maíz incluso si un solo grano contiene un gen que no ha sido aprobado, dicen los exportadores.
China se ha convertido de la noche a la mañana en un importador de peso de maíz. El año pasado compró alrededor de 5 millones de toneladas, frente a 47.000 toneladas en 2008, según Washington. El gigante asiático empezó a rechazar maíz estadounidense en noviembre luego de que pruebas encontraran que algunas de las cargas contenían Agrisure Viptera, una variedad modificada de Syngenta que produce proteínas resistentes a algunas plagas.
Syngenta ha vendido Viptera desde 2011 a EE.UU., Argentina y Brasil con aprobación de los gobiernos de esos países. La empresa suiza dice que solicitó el visto bueno de China en 2010, pero la revisión sigue en proceso.
Analistas en la agroindustria de EE.UU. sospechan que Beijing tiene motivaciones comerciales. China ha expresado su inquietud por su dependencia del maíz estadounidense, que compone más de 90% de sus importaciones de ese grano. Aun así, la mayor parte del maíz que consume China es de producción local. EE.UU. exporta solo un 12% de su cosecha de maíz, pero el ascenso de China le da a este país gran influencia sobre los precios.
“Es 100% económico”, dice Karl Setzer, analista de MaxYield Cooperative en Iowa. “Si China tuviera una escasez de maíz o en realidad lo necesitara, no tendría problema, porque probablemente han estado importando esa (variedad de Syngenta) por al menos tres años”.
El endurecimiento de la política de China contra las importaciones de maíz transgénico está sacudiendo a la agroindustria de Estados Unidos, y ha frenado las ventas de la mayor cosecha de ese país hacia su mercado de mayor crecimiento. Las exportaciones de maíz de EE.UU. a China han caído 85% frente al año anterior, para representar solo 171.000 toneladas en enero de este año, según estimaciones del sector.
Desde mediados de noviembre, China ha rechazado casi 1,45 millones de toneladas de maíz de EE.UU. con el argumento de que ha detectado una modificación genética desarrollada por la suiza Syngenta AG que Beijing no ha aprobado, de acuerdo con un informe de la Asociación Nacional de Granos y Alimentos de EE.UU.
La cifra supera con creces las 545.000 toneladas que ha reportado Beijing y las aproximadamente 900.000 toneladas que ha informado la prensa.
Los embarques rechazados les han costado US$427 millones a las compañías de granos por ventas perdidas y también han reducido los precios de envíos destinados a China que deben ser revendidos a otros países, dice la asociación estadounidense. La cifra incluye maíz y productos relacionados. Los rechazos han elevado la frustración con lo que algunos ejecutivos estadounidenses llaman un proceso regulatorio opaco por parte de China, en momentos en que el país gana influencia como importador.
El escrutinio de China sobre el producto de Syngenta ha afectado el precio del maíz y la soya, lo que se traduce en cientos de millones de dólares en pérdidas para agricultores, dice el informe.
El freno a las ventas de maíz de EE.UU. se presenta en momentos en que el mercado de este grano enfrenta una creciente competencia de países como Brasil y Ucrania. “Es bastante grave si EE.UU. no puede abastecer el mercado chino”, dice Gary Martin, presidente de la Asociación Norteamericana de Exportadores de Granos.
Cargill Inc., uno de las mayores empresas de la agroindustria, dijo la semana pasada que los rechazos de China fueron el factor principal detrás de la caída de 28% en sus ganancias trimestrales más recientes.
Las grandes compañías de semillas como Syngenta, Monsanto Co. y DuPont Co. usualmente están alineadas con grandes exportadores como Cargill y Archer Daniels Midland Co. en su deseo de producir y vender la mayor cantidad posible de granos. Las comercializadoras han acogido el uso de semillas transgénicas —introducidas en EE.UU. en 1996— por parte de los agricultores y que, dicen sus defensores, elevan la producción.
Pero ahora las empresas de semillas y los comerciantes debaten sobre quién debe asumir los costos de las exportaciones rechazadas.
La Asociación Norteamericana de Exportadores de Granos, que incluye a ADM y Cargill, ha hecho un llamado para que las compañías de semillas asuman todos los riesgos y responsabilidades de vender sus productos. También se ha pronunciado en contra de introducir semillas transgénicas que no han sido aprobadas en los principales mercados. Los comerciantes han pedido que Syngenta deje de vender esas semillas hasta que China las apruebe.
Syngenta ha rechazado esos pedidos y este año presentó una nueva variedad de maíz, llamada Duracade en EE.UU. y que China no aprobaría hasta el año próximo, como mínimo. La empresa no se ha pronunciado sobre si las compañías de granos deberían cargar con la responsabilidad financiera de los envíos rechazados. Cargill, ADM y Bunge Inc., otro gran comerciante de granos, han restringido sus compras de maíz con semillas de Syngenta para evitar futuras interrupciones.
El episodio es un reflejo de las discrepancias internacionales sobre las semillas genéticamente modificadas, que son alteradas para ser más resistentes a plagas y a ciertos herbicidas.
Los críticos dicen que estas semillas obligan a aumentar el uso de algunos químicos y que podrían causar daños a la salud. Algunos países, sobre todo en Europa, tienen restricciones más firmes que en EE.UU., que usa esas semillas en el 90% de la cosecha de maíz.
China ha aprobado algunos tipos de semillas transgénicas. El país puede rechazar una carga total de maíz incluso si un solo grano contiene un gen que no ha sido aprobado, dicen los exportadores.
China se ha convertido de la noche a la mañana en un importador de peso de maíz. El año pasado compró alrededor de 5 millones de toneladas, frente a 47.000 toneladas en 2008, según Washington. El gigante asiático empezó a rechazar maíz estadounidense en noviembre luego de que pruebas encontraran que algunas de las cargas contenían Agrisure Viptera, una variedad modificada de Syngenta que produce proteínas resistentes a algunas plagas.
Syngenta ha vendido Viptera desde 2011 a EE.UU., Argentina y Brasil con aprobación de los gobiernos de esos países. La empresa suiza dice que solicitó el visto bueno de China en 2010, pero la revisión sigue en proceso.
Analistas en la agroindustria de EE.UU. sospechan que Beijing tiene motivaciones comerciales. China ha expresado su inquietud por su dependencia del maíz estadounidense, que compone más de 90% de sus importaciones de ese grano. Aun así, la mayor parte del maíz que consume China es de producción local. EE.UU. exporta solo un 12% de su cosecha de maíz, pero el ascenso de China le da a este país gran influencia sobre los precios.
“Es 100% económico”, dice Karl Setzer, analista de MaxYield Cooperative en Iowa. “Si China tuviera una escasez de maíz o en realidad lo necesitara, no tendría problema, porque probablemente han estado importando esa (variedad de Syngenta) por al menos tres años”.
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