Aprender y tener las herramientas para ser
autónomos, es uno de los objetivos del Centro Ecoturístico del Lago,
ubicado en Huasca, donde se enseña la técnica del cultivo orgánico, el
cual, al ser libre de químicos, no ocasiona enfermedades de vías
respiratorias y malformaciones congénitas, como los productos
transgénicos.
GMWatch, 5 de abril de 2014
En este artículo se muestra
cómo Monsanto está intentando controlar y silenciar las investigaciones y
el debate sobre los riesgos de los transgénicos, aquellos que
incorporan la tecnología del ARN de interferencia (ARNi).
Las moléculas de microARN
presenten en dichos transgénicos están diseñadas para silenciar ciertos
genes o afectar a la expresión génica.
En el artículo se describe
cómo los grupos de presión de la Industria Agroquímica y a favor de los
transgénicos, caso de ILSI, están tratando de evitar la aprobación de un
artículo científico sobre la evaluación de riesgos del ARNi.
ILSI está especializada en
el diseño de metodologías de evaluación de riesgos relacionados con la
Industria de los Transgénicos, los aditivos alimentarios y los
pesticidas, para la aprobación de normas reguladoras en todo el mundo. A
menudo esto se realiza a través de conferencias y trabajos científicos
en los que los investigadores de la Industria colaboran con el organismo
regulador y los científicos del sector público, para promover las
herramientas de regulación que sean precisas.
De hecho, ILSI, ha diseñado la base para la evaluación de los riesgos de los transgénicos en Europa. Mientras que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA)
ha tratado de excluir de su plantilla a todos aquellos expertos que han
tenido vínculos con ILSI, lo cierto es que todavía persiste en aquélla
sus reglas de evaluación de riesgos de los transgénicos.
Nos damos cuenta de la
frustración de los destacados científicos que aparecen a continuación,
que se muestran desconcertados ante la actitud de Monsanto sobre la
evaluación de los riesgos de los transgénicos, sin embargo pone poco
empeño en asegurarnos que sus transgénicos son seguros.
“Estoy sorprendida del
tiempo y la energía empleada por Monsanto para tratar de aplastar mi
investigación, porque pone un punto de contraste. Soy una profesora que
dirige un pequeño laboratorio de investigación en Carolina del Sur”. –
Vicki Vance, profesora de la Universidad de Carolina del Sur.
“¿Por qué no tienen en
consideración que puede haber un peligro para la gente en sus plantas
transgénicas? Incluso si sólo hubiera una pequeña posibilidad de que
sean peligrosas “ – Vance hace una pausa, ya que se encuentra frustrada tras numerosas conversaciones con Monsanto- “No entiendo su modo de pensar”, suspira.
—-
Enmudecida por Monsanto
Por Caitlin Rockett, 3 de abril de 2014
Boulder Weekly
Después de casi 30 años estudiando cómo las plantas utilizan sus genes para defenderse de los virus, Vicki Vance,
profesora en la Universidad de Carolina del Sur, no ve en la
modificación genética de las plantas un esfuerzo malévolo o una actitud
arrogante de creerse dioses.
“El ADN pasa de unos
organismos a otros; es algo de lo más natural. Si ese fuese el problema
con las plantas transgénicas, no sería una buena razón para estar en
contra de ellas”, dice Vance.
Sin
embargo, tiene problemas con las grandes Corporaciones, que utilizan su
dinero y su poder para ocultar los riesgos de las nuevas tecnologías
empleadas en la modificación genética.
“No soy una persona que esté en contra de los transgénicos, ni tengo sentimientos en contra de Monsanto, pero…”, dice ella, a medida que su voz se va apagando.
Eso fue antes de que se
hiciese una investigación en China, antes de que recibiera algunos
toques de atención por parte de Monsanto, antes de que ella se diera
cuenta de que no podía obtener financiación para su trabajo de
investigación, que creía podría cambiar la forma en que tratamos el
cáncer y otras enfermedades. Su investigación supuso un encontronazo con
las Corporaciones más poderosas del mundo.
Vance no es una desconocida
en el mundo de la investigación del ARN. En una conferencia celebrada en
junio de 2011, organizada por el Instituto Internacional de Ciencias de
la Vida (ILSI), se reunieron un grupo de académicos, de profesionales
de la Agencias de Protección Ambiental, del Departamento del Programa de
Análisis de Riesgos Ambientales en la Agricultura, y miembros de la
Industria Biotecnológica, en Washington DC. Vinieron para evaluar los
riesgos ambientales de una nueva técnica, muy prometedora, para proteger
los cultivos de los insectos, una tecnología que establece un proceso
de regulación de genes mediante el ARN de interferencia.
Vance no era una simple
asistente al evento, iba a dar la conferencia inaugural. Había estudiado
las pequeñas moléculas de ácido ribonucleico de interferencia, siRNA,
durante la mayor parte de su vida profesional. Su nombre aparece a
menudo en trabajos académicos y actas de congresos sobre el tema del
silenciamiento génico, que es la función principal de la llamada
tecnología ARNi.
En ese momento, las opiniones de Vance, y del resto de asistentes, era más bien positivo: “No
veíamos riesgos plausibles en la utilización de los mecanismos del
ARNi, en comparación con otras plantas modificadas genéticamente con
rasgos similares”.
“En ese momento, estaba, qué demonios, segura ¿Cómo iban a ser peligrosas?”, dice Vance. “El
gusano de la raíz del maíz ingerirá estos siARN, dejando de producir
las proteínas esenciales que promueven las plagas. Al parece funcionaba
muy bien. De lo contrario habría que utilizar plaguicidas, sustancias
químicas que son tóxicas”.
Pero su postura sobre el ARNi utilizado como pesticida cambiaría poco después de esta Conferencia.
Controvertida investigación
El ARNi
tiene aplicaciones tanto en el mundo de la medicina como en la
agricultura. Pero estos dos mundos no tienen el mismo tratamiento en lo
que se refiere al ARN. Mientras que la comunidad médica está tratando de
perfeccionar los procesos para que el cuerpo humano acepte cadenas de
ARN modificadas, las empresas agrícolas trabajan en el campos de los
transgénicos, y están tratando de demostrar que sus cadenas de ARN no
pueden ser asimiladas por el cuerpo humano.
Por ejemplo, algunos
microARN interfieren en la división celular y el bloqueo del cáncer.
Estos ARN supresores de tumores no están presenten en los pacientes con
cáncer. Si pudieran ser sustituidos, mediante un tratamiento
experimental que se conoce como terapia de reemplazo de los microARN,
entonces los médicos podrían, en teoría, evitar la proliferación de las
células cancerosas. Sin embargo, en la agricultura, el ARN está diseñado
como un pesticida para matar los insectos que atacan los cultivos, como
los esfuerzos de Monsanto para acabar con el gusano del maíz, una plaga
muy destructiva que reduce la producción de maíz, siendo muy importante
que el ARN presente en el maíz consumido por los humanos no se infiltre
posteriormente en nuestras células, provocando no se sabe qué
consecuencias indeseadas.
En resumen, el mundo de la
Medicina necesita que el ARN modificado genéticamente sea asimilado por
nuestro organismo, y en el mundo de la Agricultura, justo lo contrario.
En septiembre de 2011, tres
meses después de que Vance hiciese la presentación de los ARNi en la
Conferencia de ILSI, un equipo dirigido por Chen-Yu Zhang, de la Universidad de Nanjing en China, publicó un artículo en la revista Cell Research.
Alegaba en su estudio que en su trabajo con mamíferos ( ratones, en su
caso) observó que asimilaban pequeños ARN al consumir plantas. Estos ARN
regulan la expresión de los genes en los mamíferos [...]
Este equipo informó del
hallazgo de pequeñas moléculas de ARN en la sangre y en los tejidos de
los ratones y en los seres humanos. Encontraron que una molécula en
particular del ARN presente en el arroz podía inhibir una proteína que
se encarga de eliminar las lipoproteínas de baja densidad, el denominado
colesterol malo de la sangre. Si realmente se ha constatado la
presencia en los seres humanos, esto indicaría que el consumo de
alimentos que contengan ARN modificado genéticamente, podría tener un
vínculo con enfermedades cardíacas y otros problemas de salud
relacionados con el colesterol.
“Eso nunca de había dicho
antes. Nadie había pensado en eso. ¿Eso quiere decir que si comes una
planta que tenga ese ARN se va a producir una regulación en la expresión
de los genes? Creo que esto debe de tenerse en cuenta… Pero se ha
producido una gran resistencia. Cuando aparece algo que es inesperado,
se produce una gran resistencia”.
Ya la resistencia era
evidente incluso antes de que se publicase el estudio del equipo chino.
El artículo que pensaba publicar este equipo fue rechazado por revistas
como Science, Cell and Molecular Cell. Zhang dijo a The Scientist Magazine que se pudo deber a que su descubrimiento era demasiado extraordinario.
“La mayoría de las
personas, aquellas que especulan acerca de nuestro trabajo, no se lo
creyeron, porque la idea dominante en ese momento quedaba desbaratada
con los resultados obtenidos”, dijo Zhang a Boulder Weekly, en una reciente entrevista de Nanjing. “No
piensan aceptar estos resultados hasta que se tengan nuevos datos o que
otros equipos reproduzcan y obtengan resultados parejos. Y, por
supuesto, hay otras personas que por razones que no quiero decir…ni
siquiera lo tienen en consideración. Van en contra de nuestro
descubrimiento, sin importarles lo que esto representa”.
Este trabajo ha creado tanta polémica que otra importante revista, Nature Biotechnology,
hizo movimientos muy poco usuales. Publicaron una carta de otro equipo
que había obtenido conclusiones negativas. En otras palabras, se trataba
de un estudio que no presentaba nuevas conclusiones, sólo un intento
que acabó en fracaso al intentar reproducir los resultados de Zhang.
“El nuevo informe,
resultado de la colaboración entre miRagen Therapeutics y Monsanto,
señalaba los hallazgos controvertidos del estudio de Zhang. El estudio
provocó un intenso debate, ya que había detectado la presencia de
microARN en el plasma sanguíneo de los seres humanos, e indicaba que uno
en particular, el miARN 168 A, se encontraba en el arroz, al ser
ingerido alcanzaba la circulación sanguínea de los ratones, produciendo
una modulación de los genes objetivos del miARN”.
El artículo continúa
diciendo que en el estudio de miRagen/Monsanto se utilizaron tres grupos
diferentes de ratones para el control y comparación, no encontrando la
presencia de miARN 168 A en el plasma sanguíneo ni el tejido
hepático de los ratones alimentados con una dieta de arroz, y atribuía
los cambios en los niveles de lipoproteínas de baja densidad en la
sangre de los animales a las diferentes dietas que habían recibido los
ratones de los diferentes grupos.
“Uno de los problemas de
comer sólo arroz, sin ningún otra fuente de proteínas, es que el
metabolismo muestra la carencia de una dieta equilibrada, en lugar de
achacar los cambios al microARN y la expresión de genes de otras
especies”, dice William Marshall, Presidente y Director ejecutivo de miRagen Therapeutics. miRagen es
una compañía de investigación del ARN utilizado en el tratamiento de
las enfermedades cardiovasculares, enfermedades metabólicas y la
fibrosis.
Marshall dice también que cree que es importante que la revista Nature Biotechonology rompiese la tradición y publicase el estudio de miRagen/Monsanto.
“Es una tendencia general
que las publicaciones científicas no publiquen muy a menudo los
estudios que contradicen otros. Las revistas de Ciencia quieren informar
sobre las innovaciones y los éxitos. Pero la publicación en Nature
Biotechnology se hace para intentar destacar estos resultados, porque si
no se dice que existen dudas sobre la validez de un estudio, este
estudio se puede acabar convirtiendo en una cosa dada por cierta. Así es
como funciona la literatura científica. Y creo que es importante que
nos replanteemos este viejo sistema, algo muy importante en la Ciencia
de hoy en día”.
Sin embargo, Marshall dice sentirse decepcionado por no poder reproducir los resultados obtenidos por Zhang.
Procedencia: http://gmwatch.org/index.php/news/archive/2014/15377-muzzled-by-monsanto-over-gene-silencing-technology
De:
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