Rodrigo Bernardo Ortega
Mientras
algunos medios de comunicación se empecinan en presentar las
Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk como “regiones rebeldes”
que necesitan ser reunificadas a Kiev, pasan por alto las masacres y
vejámenes que el gobierno ucraniano ha promovido en el este del
país. En efecto, después del golpe de Estado de 2.014, efectuado al
presidente Víctor Yanukovich (quien se negó a que Ucrania ingresara
a la Unión Europea), diversos sectores del nuevo gobierno han
provocado una oleada de violencia generalizada. El objetivo es que
estos Estados que se declararon independientes sean controlados a
como dé lugar por el poder central de Kiev. Según un informe
realizado por el alto comisionado para los derechos humanos de la
ONU, Zeid Ra’ad Al Hussein, entre el 1 de enero y el 18 de junio de
2017 se registraron 67 muertos y 308 heridos por el conflicto en el
este de Ucrania, lo que significa que aumentó en 74% el número de
víctimas frente al mismo periodo de 2016
(http://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=20329&LangID=S).
Más de la mitad de las víctimas fueron asesinadas por los continuos
bombardeos del ejército ucraniano en los que se incluyen civiles.
Además
de lo anterior, según las pesquisas del alto comisionado, se logró
constatar la existencia de detenciones ilegales y arbitrarias que
incluyen torturas y otras violaciones a los derechos humanos
promovidas, en particular, por el Servicio de Seguridad de Ucrania
(http://www.lavanguardia.com/internacional/20170621/423560609653/aumentan-un-74--las-victimas-en-conflicto-ucrania-en-la-primera-mitad-de-ano.html).
Esto quiere decir que las agencias del Estado están detrás de
acciones no contempladas en los estatutos de Roma y Ginebra. De igual
manera, la administración de Petro Poroshenko se ha mostrado
reticente a encontrar cualquier tipo de alternativa que no incluya el
uso de la fuerza. De hecho, luego de que había sido acordado un alto
al fuego definitivo en 2.015, en los llamados acuerdos de Minsk, el
ejército ucraniano retomó las hostilidades, violando los términos
de lo pactado.
En
febrero de 2.018 bajo el pretexto de “salvaguardar los intereses
del Estado ucraniano”, el presidente Poroshenko firmó un decreto
con fuerza de ley con el que pretende a como dé lugar, reunificar
las repúblicas soberanas de Donetsk y Luhansk, desconociendo los
términos de lo acordado en Minsk. Esta suerte de estado de excepción
tiene por objeto profundizar los enfrentamientos militares que han
recibido un apoyo incontestable por parte de los Estados Unidos. La
actitud del presidente Poroshenko demuestra la poca voluntad de
diálogo del gobierno ucraniano que se suma a las sanciones a los
bancos rusos
(https://es.news-front.info/2018/03/07/el-presidente-ucraniano-extiende-sanciones-contra-los-bancos-rusos/)
y las restricciones a los ciudadanos de ese país a ingresar a
Ucrania, todo bajo el pretexto “de la seguridad y la defensa de la
nación”.
La
realidad es que Poroshenko es un aliado (por no decir títere) de los
intereses de la Casa Blanca. En efecto, la escalada del conflicto en
Ucrania representa una gran oportunidad para Estados Unidos por
varias razones: En primera medida porque las fuerzas norteamericanas
están próximas a las fronteras de la federación rusa, por lo
cual, en un eventual ataque tendrían una ventaja estratégica
considerable. En segunda instancia, al promover el conflicto, el
Pentágono asegura una constante inestabilidad en la región,
escenario ideal para introducir cambios estructurales, entre ellos
diversos negocios relacionados con minerales y petróleo
(https://www.alainet.org/es/active/76051).
Finalmente, al ser un conflicto de gran intensidad, la situación en
Ucrania significa un esfuerzo en recursos y diplomacia para el
gobierno ruso, por lo que a Estados Unidos le conviene prolongar el
enfrentamiento y de esa manera profundizar en la constitución de un
“bloque antirruso” muy al estilo de la Guerra Fría.
No
debe perderse de vista que en el oriente de Ucrania se encuentra una
de las industrias metalúrgicas más destacadas del continente. En
consecuencia, la Casa Blanca, que no realiza una acción sin sacar el
provecho necesario, busca profundizar una guerra para obtener
posteriores réditos en términos de explotación de recursos, una
estratagema que ya ha sido utilizada en otras ocasiones como en
Afganistán. En esta misma línea, como lo sostiene el líder de la
República Popular de Donetsk, Alexandr Zajarchenko, Estados Unidos
no pretende reconstruir las ruinas y recuperar la industria del país,
“sino proporcionar una excusa para los créditos que el Fondo
Monetario Internacional (FMI) intenta otorgar a Kiev”
(http://www.hispantv.com/noticias/ucrania/204167/zajarchenko-eeuu-intereses-ucrania-reformas-separatistas).
En otras palabras, la Casa Blanca busca al máximo la destrucción
del este de Ucrania con el propósito de “llevar su ayuda salvadora
en la reconstrucción del país” y de ese modo condenar a las
Repúblicas Populares a una deuda gigantesca que seguramente irá
acompañada con nuevos negocios de inversores norteamericanos. Un
regalo envenenado.
Una
de las evidencias que soportan lo anterior, es la venta de armamento
por parte del ejército de Estados Unidos a las fuerzas ucranianas,
el mismo que es utilizado para masacrar a personas inocentes. Se
estima que más de 22 millones de dólares por concepto de equipos
militares han sido “donados” a Ucrania desde 2.015 (es decir,
luego de los acuerdos de Minsk en los que supuestamente se propuso un
desescalamiento de las hostilidades). En agosto de 2.017, el
secretario de defensa de Estados Unidos, James Mattis, declaró que
su país seguirá prestando apoyo logístico al ejército y que
contempla el suministro de armas letales para combatir a los rebeldes
en Donetsk y Luhansk. Al respecto, Estados Unidos anunció en los
primeros días de marzo de 2.018, la venta de 210 misiles antitanque
Javelin por 47 millones de dólares
(https://es.news-front.info/2018/03/03/los-misiles-antitanque-estadounidenses-javelin-dificilmente-resolveran-el-conflicto-en-ucrania/).
La pregunta es si Estados Unidos supuestamente está comprometido con
la resolución del conflicto en Ucrania, ¿por qué continúa
vendiendo armamento al ejército ucraniano entre ellas armas de corto
y largo alcance y bazucas antitanque? La respuesta salta a la vista:
el Pentágono busca a toda costa continuar con las hostilidades sin
importar los costos humanos y materiales del conflicto.
Queda
demostrado de esa manera que el interés primordial del gobierno
estadounidense no es buscar una solución pacífica, sino todo lo
contrario, pues en la venta de armas está un importante negocio para
el país del norte que se completará con la “reconstrucción del
este” y la compra de la industria metalúrgica de Ucrania. En
efecto, Kiev insiste en comprar armas aun cuando su economía es
insostenible. Según el presidente Poroshenko, el país perdió el
15% del PIB por el conflicto en el este, tendencia que puede ir en
aumento
(https://mundo.sputniknews.com/europa/201803231077295517-kiev-donetsk-economia/).
Por ese motivo, resulta irónico el hecho de que el primer mandatario
de los ucranianos utilice el “nacionalismo y la unidad de la
patria” como argumentos para combatir a civiles, mientras le ofrece
todo tipo de dádivas al gobierno de Estados Unidos. Habrá que
recordarle a Poroshenko que la Casa Blanca no ofrece nada gratis.
Uno
de los mayores riesgos con la entrega de armas por parte de Estados
Unidos a Ucrania es que el destino final de las mismas no ha quedado
del todo esclarecido. Si bien es cierto que el ejército se ha hecho
con el control de la mayoría, no debe descartarse el hecho de que el
armamento también ha sido distribuido a grupos de ultraderecha
nacionalista y filonazis. De hecho, en los acontecimientos de la
crisis ucraniana de 2.014 y 2.015, la mayor parte de medios de
comunicación occidentales quisieron ocultar una grave situación y
es el surgimiento de grupos neonazis que intimidaron a personas que
no estaban de acuerdo con su perspectiva de
“nación”(https://www.youtube.com/watch?v=XSg5SqLQR6Q).
Hoy el brazo político de estas organizaciones de supremacía racial
es una de las cinco principales fuerzas sociales en el país. Svoboda
(o
“libertad”, en español) es una agrupación política creada en
1.995 que se reclama como nacionalista. Lo preocupante es que varios
de sus miembros se reconocen abiertamente como seguidores de la
doctrina del nacionalsocialismo alemán.
El
presidente Poroshenko, que no se ha desmarcado del apoyo de estos
grupos radicales, quiere aumentar el conflicto a como dé lugar, pues
a pesar de las terribles consecuencias es una oportunidad para
invocar la protección de sus socios occidentales. De hecho, el deseo
de ingreso de Ucrania a la OTAN es una decisión que puede poner en
peligro la seguridad en el este de Europa y sin lugar a dudas,
Estados Unidos está detrás de estas acciones. Con las medidas
tomadas, el primer mandatario ucraniano pretende impulsar una
política xenófoba en contra de la sociedad rusa, tan cercana a su
historia e intereses
(http://www.europapress.es/internacional/noticia-ucrania-endurece-requisitos-viaje-ciudadanos-rusos-20180321175831.html
).
Sin embargo, Poroshenko es tan sólo una figura que sigue órdenes de
poderes superiores. En efecto, no es de extrañar que el
representante de Estados Unidos para el conflicto en Ucrania, Kurt
Volker, sea además un experimentado diplomático que sirve al
embajador de los Estados Unidos en la OTAN. La ecuación puede ser
así resuelta, pues el papel de Volker no es monitorear el conflicto
ni mucho menos buscar canales de entendimiento entre las partes. Por
el contrario, es evidente, por una parte, su apoyo irrestricto a las
medidas segregacionistas promovidas por el presidente Poroshenko y,
por otra, la venta de armas y la promoción de Ucrania como próximo
miembro de la alianza militar más agresiva del planeta.
En
este sentido, acompañado de los intereses económicos, Estados
Unidos ha puesto en marcha un plan diplomático con el fin de obtener
reductos políticos. Luego de la aparente buena relación
Washington-Moscú, el presidente Trump ha demostrado que el interés
nacional está por encima de las buenas intenciones. El propósito
con el conflicto ucraniano es buscar aislar a Rusia de su natural
zona de influencia. Para ello ha utilizado a la ONU con el fin de
movilizar a sus socios en detrimento de los intereses del Kremlin. El
objetivo primordial de la Casa Blanca es seguir demostrando que su
poder (a pesar de estar desafiado) sigue siendo importante.
Washington percibe como una amenaza a su hegemonía que los gobiernos
de diversas regiones del mundo establezcan acuerdos de cooperación
(https://www.telesurtv.net/news/Los-intereses-de-EE.UU.-en-Ucrania--20140725-0093.html).
El apoyo logístico y militar para el derrocamiento del presidente
Yanukovich y el posterior respaldo a Poroshenko y su política de
criminalizar los movimientos populares del este del país, evidencian
el deseo del gobierno norteamericano por destruir cualquier tipo de
acuerdo que no le genere ganancias.
Luego
de una resolución de las hostilidades bien sea por vía militar o
diplomática, Estados Unidos comenzará a cobrar sus favores mediante
la imposición de la deuda o la participación en negocios
estratégicos para el país europeo. Entonces, el conflicto en
Ucrania no se trata de un “grupo de separatistas” que quieren
formar repúblicas independientes, sino la persecución a estos
grupos por parte de un Estado que en connivencia con una potencia
extranjera que la ha dotado de armas letales, espera acabar con los
intentos de autonomía. La compra de armamento al gobierno de Estados
Unidos por parte del presidente Poroshenko es una alarma ya que el
conflicto puede escalar en cualquier momento si así lo dispone el
Pentágono y los grupos económicos que se lucran con el dolor de
otros.
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