sábado, 25 de enero de 2014

Falacias transgénicas

Por la gravedad de las afirmaciones sin fundamento del artículo publicado en un diario nacional el 29/10/13 del Sr. Giovanni Garro, me siento obligado a refutarlo por este medio.
Como puede corroborarse en cualquier libro básico sobre manipulación genética, ésta dista de ser de “mucha precisión”, debido a la falta de control sobre la integración de los constructos genéticos artificiales en el genoma que se está alterando, ocurriendo fenómenos indeseables como el silenciamiento genético, y a que la expresión de los genes foráneos es a menudo inestable.

En 99,3% del área cultivada en los poquísimos países del mundo que permiten estos cultivos, sólo tienen dos cuestionados cambios en menos de una docena de cultivos: 1.- Tolerancia a un par de herbicidas, y 2.- Tolerancia a larvas de mariposas y coleópteros. ¡Nada más! Sin embargo, estos cambios no se mantienen, ya que tanto las malezas como los insectos se tornan resistentes con el tiempo, lo cual obliga al uso de dosis crecientes de agrovenenos, con las implicaciones negativas socioeconómicas y ambientales respectivas.

Para el consumidor el cambio de tener cultivos tolerantes a herbicidas resulta más bien un riesgo a su salud, dado que, a diferencia de los cultivos naturales, en las cosechas transgénicas quedan no sólo residuos de los herbicidas aplicados (principalmente al cuestionado glifosato), sino también del insecticida “natural” que producen (Bacillus thuringiensis).

La polémica en torno al tema de la bioseguridad ambiental no es fortuita por varias razones. Primero: la mayor parte de estudios que ofrecen resultados a favor de los cultivos transgénicos son realizados o pagados –directa o indirectamente- por empresas que los producen. Segundo: Esos estudios se declaran confidenciales. Tercero: Se han comprobado relaciones poco transparentes entre corporaciones y miembros de autoridades regulatorias de los EE.UU. y la Unión Europea. Contrario a lo anterior, son múltiples los estudios de científicos independientes abiertos al público, que corroboran los impactos adversos de este tipo de cultivos y alimentos, como los compilados en http://goo.gl/J94MXW
Tampoco es cierta la afirmación de que la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CNTBio), de la que forma parte el señor Garro Monge, esté conformada por “expertos (científicos)”. Para integrarla no se exige idoneidad, simplemente ser representantes de organizaciones que sean “especialistas en materias relacionadas”.
Ni los protocolos ni los análisis de riesgo, ni aquí ni en ningún país del mundo, han evitado los problemas ambientales y socioeconómicos asociados a la contaminación transgénica. Se escapa a los “expertos” de la CNTBio reconocer que estamos tratando con organismos vivos liberados al ambiente que –por su condición- solo respetan las leyes de la naturaleza, y no las que quieran imponerles una comisión de “expertos”.
También es falsa la afirmación de que en la CNTBio “las votaciones no existen”, dado que como indica el Decreto n.° 26921-MAG: “Las decisiones se tomarán por mayoría simple de votos presentes y en caso de empate el Presidente tendrá la facultad de ejercer el doble voto.”
En cuanto a la supuesta objetividad e independencia “de intereses políticos y económicos” de los miembros de la CNTBio, cabría preguntarse si el apoyo y acompañamiento abierto, público y notorio por la prensa, radio e Internet, así como seminarios y foros que ha dado el Sr. Garro al sector empresarial no nos dicen todo lo contrario.
Adicionalmente no hay que olvidar que la supuesta “posición objetiva basada exclusivamente en hechos y datos científicos y técnicos reales” -en la cual se basan los miembros de la CNTBio para emitir su voto- está primordialmente basada en información confidencial que entregan las empresas solicitantes, y que no están disponibles al público para su escrutinio.
Respecto a “posiciones extremistas a favor o en contra” de los dictámenes de la CNTBio “sin siquiera haber leído el expediente técnico”, se omite indicar que como dicho, estos expedientes son declarados confidenciales. ¿Entonces? En cuanto a los miedos infundados y las “posiciones extremistas a favor” promovidos por el Sr. Garro en conjunto con el sector empresarial en esta materia se recomienda la lectura de la entrevista publicada en goo.gl/WmJ8R7
La “protección de las variedades criollas, orgánicas y tradicionales” de maíz no se puede asegurar con criterios técnicos por una sencilla razón: se está tratando con organismos vivos liberados al ambiente, los cuales se dispersarán, tanto por factores naturales (viento, animales, otros) como antropogénicos (ej. trabajadores que se llevan “por curiosidad” algunas de estas semillas para sus fincas o la de sus hijos, amigos o familiares). Es un asunto de sentido común, y negar esta realidad sería tanto o más que negar la existencia de la ley de la gravedad. Al respecto recomiendo la lectura del artículo “La contaminación silenciosa”.
Tampoco es cierta la temeraria afirmación de inexistencia de efectos adversos en las abejas por parte del polen de los cultivos transgénicos tal y como lo demuestran las referencias científicas independientes citadas en la publicación reciente “Impactos adversos de los cultivos y alimentos transgénicos”.
Igualmente falso es asumir que no existen obstáculos comerciales en Europa con la miel y el polen contaminados con cultivos transgénicos. Como lo advirtió el presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Apícolas, Guilles Ratia, “el uso de transgénicos provocará la pérdida de calidad en la miel costarricense y afectará las exportaciones a la Unión Europea”, tal y como ha venido sucediendo con las exportaciones de miel y polen de Chile, Uruguay, Brasil y Argentina. Las organizaciones de apicultores de México y Costa Rica han externado sus preocupaciones argumentadas al respecto.
Es interesante leer la “exigencia” (no controlada por la CNTBio) de eliminar insectos “durante la época de floración”, lo cual se haría obviamente con la aplicación de insecticidas, contaminando adicionalmente el ambiente. Sin embargo, y dado que el polen no se traslada únicamente por esa vía, está claro que esta medida de bio(in)seguridad contaminante no resulta efectiva.
El artículo señala, sin mencionar la fuente, que las empresas productoras de semillas transgénicas en nuestro país ofrecen trabajo a más de dos centenas de familias. Sin embargo, es muy posible –por el tipo de actividad- que este  trabajo sea, para la mayor parte de los casos, empleos temporales no exentos de peligros graves (ver noticia de intoxicaciones de 93 trabajadoras de estas empresas ocurridas en Bagaces y Chomes en goo.gl/B7o2sd). Adicionalmente es interesante hacer notar que varias de estas empresas no cumplen sus obligaciones ante la Caja Costarricense del Seguro Social. Así, por ejemplo, las empresas Semillas Olson S.A., Semillas del Trópico S.A. y Dekalb Genetic Corporation, adeudan a la Caja alrededor de 100 millones de colones.
Igualmente falsa es la aseveración de que el artículo de Séralini et al. (2012) haya sido “descartado” a la fecha en que el Sr. Garro publicó su artículo en este diario (29/10/13), reiterando así lo dicho meses atrás en la publicación InformaTEC n.° 332 (p. 12). Las críticas -provenientes principalmente de un grupo reducido de personas y organizaciones (ej. EFSA) con conflictos de interés-, fueron contestadas ampliamente en un artículo publicado en la misma revista. Como puede observarse, este no es sino otro caso típico de “bullying científico” como otros descritos en el documental alemán “Científicos bajo ataque”, así como en el artículo “Séralini y la ciencia: una carta abierta”, apoyada por un gran número de científicos a nivel mundial. No fue sino hasta hace unas pocas semanas (28/11/13), cediendo vergonzosamente a intereses comerciales, que la revista retiró el artículo en cuestión, no por mala calidad científica o por datos fraudulentos, sino porque en su criterio las pruebas presentadas no son concluyentes, lo cual no es un motivo aceptable para retirar un artículo. Como lo destaca Javier Flores en el periódico mexicano La Jornada del 3/12/13: “La declaración oficial de la revista señala que el editor en jefe no encontró ninguna evidencia de fraude o tergiversación de los datos; es más, afirma que los resultados no son incorrectos”. La respuesta de Séralini et al. a esta inédita e injustificable retractación por parte de la revista puede leerse en http://goo.gl/rujEgb. Además, ya se sabía que algunos datos eran preliminares, pero esto no elimina la preocupación por los posibles efectos negativos en la salud, documentados en otros muchos trabajos científicos, y la necesidad de aplicar aquí el principio de precaución.
La “gran inversión estatal” (con el pago de nuestros impuestos) a la que se hace alusión al final del artículo, no han rendido ningún fruto tangible que haya llegado a la sociedad después de poco más de dos décadas. Hay, sin duda, opciones más viables, sostenibles y menos onerosas y peligrosas que ésta para conseguir los mismos objetivos, tal y como lo recomienda la Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD, 2008) y el informe publicado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (2013). Como lo destaca este último documento: “La agricultura industrializada es insostenible y los ajustes tecnológicos basados en la ingeniería genética no han sido capaces de obtener los Objetivos de Desarrollo del Milenio [de la ONU]. Por el contrario, han introducido productos que restringen la innovación de los agricultores, la conservación in situ de la biodiversidad, y el acceso al germoplasma adaptado localmente.”
Por último, deseo hacer eco de las palabras del Dr. J. Gutiérrez Góngora publicadas en un diario matutino el 17/5/13: “Hoy día, estamos cayendo en otra arrogante tentación; la de tratar de aplicar la ingeniería genética para lograr un radical e irrevocable cambio de la sociedad con base en lo que creemos que sabemos; incurriendo en la arrogancia de ignorar lo mucho que no sabemos. Seguimos escuchando el síndrome redentorista, típico de los charlatanes mesiánicos que ofrecen ‘el cambio’ como medio de erradicar la pobreza, entre otros males que aqueja la humanidad.”
(*) Dr.sc.agr. Profesor Catedrático de la UNED y la UCR. Miembro de la Red de Coordinación en Biodiversidad (RCB), así como del Movimiento de Agricultura Orgánica Costarricense (MAOCO), biodiversidadcr@gmail.com


De:
http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/89541

No hay comentarios:

Publicar un comentario