miércoles, 18 de diciembre de 2013

El divulgador, el investigador y la controversia sobre los transgénicos














































































RAÚL COMPÉS y JOSÉ MARÍA GARCÍA *. Ayer "La opinión pública es consciente de que, al igual que pasa con jueces, periodistas, políticos o profesores, el trabajo de los científicos puede estar condicionado por estrategias empresariales...

VALENCIA. El día 20 de noviembre se celebró en la Universitat Politècnica de València (UPV) una conferencia organizada por la Cátedra Bayern Cropscience e impartida por Eduard Punset con el título "El reto de la agricultura actual". La asistencia fue masiva, lo que demuestra el gran tirón del divulgador científico más conocido en España.

Pocos días después, como una continuación del debate, el investigador Serrano lanzaba desde las páginas de Valencia Plaza un durísimo ataque contra los enemigos de la transgenia vegetal. Tras señalar con acierto la levedad de los contenidos de la charla, dirigía fuertes críticas y gruesos epítetos contra los ecologistas radicales y Greenpeace por su analfabetismo en ciencia, por sus intereses espurios y por su supuesta dictadura mediática, entre otros aspectos.


Pues bien, aunque no nos sentimos obligados a defender a ninguna de las partes en este crispado enfrentamiento, la abundancia de exabruptos y descalificaciones que se suelen escuchar en muchos foros por cualquiera de los dos bandos en lid nos lleva a hacer una reflexión sobre la calidad del debate público en un tema tan trascendental como el modelo de agricultura y alimentación de la población.
Si bien el malestar de nuestro apreciado colega de la UPV puede resultar comprensible en un plano meramente científico, su planteamiento sitúa la polémica en unos términos que acaban volviéndose contra la causa que defiende, y no sólo por lo inapropiado de equiparar a los ecologistas radicales con el nazismo que orquestó la aniquilación de pueblos y razas.
Nuestra inquietud de fondo radica en que el profesor Serrano no sitúa los argumentos científicos en el medio social cuyos valores, cultura e intereses determinan la utilización que los ciudadanos y sus representantes públicos hacen en cada momento de las herramientas que el complejo científico-tecnológico pone a su alcance.
En el proceso de elección social -tanto pública como privada- cuentan tanto los argumentos científicos como los aspectos morales, éticos, económicos y políticos derivados de la incorporación de una determinada tecnología y, en particular, la ponderación de sus consecuencias en el tiempo y el espacio. Disponer de una nueva técnica no garantiza que su uso vaya a ser siempre aceptado por la sociedad, y esto vale tanto para las plantas transgénicas OGM como para la energía nuclear, las células madre o la fractura hidráulica (fracking), por citar tan sólo unos pocos casos actuales y controvertidos.
Lejos están los tiempos en los que la fe en el conocimiento y la razón constituían el eje de la modernidad, el progreso y la ilustración. El postmodernismo de la segunda mitad del siglo XX resquebrajó certezas y confianza en las grandes instituciones. El relativismo ha llegado hasta al núcleo duro de la filosofía de la ciencia -la epistemología-, y ha sembrado dudas sobre las motivaciones reales y las verdades oficiales que, en demasiadas ocasiones, el tiempo se encarga de desautorizar.
Los argumentos científicos han perdido parte de su credibilidad y aceptación social y el tiempo del despotismo científico ilustrado ha pasado. La opinión pública es consciente de que, al igual que pasa con jueces, periodistas, políticos o profesores, por citar sólo algunas profesiones, el trabajo de los científicos puede estar condicionado por estrategias empresariales y de que pueden sucumbir a conflictos de intereses que les pueden llevar, por ejemplo, a trabajar al mismo tiempo en la industria y en órganos reguladores y supervisores.
Adicionalmente, las tecnologías afectan además a los modelos empresariales y las reglas de juego del sistema económico; crean ganadores y perdedores y provocan cambios en las relaciones de poder en los mercados. En fin, que el debate va más allá de determinar si los OGM son perjudiciales o no para la salud o el medio ambiente, o de descalificar y convertir en enemigos a los que se oponen a una tecnología, y más cuando estamos hablando de la tierra, de semillas, agricultores y alimentos, en suma, de una actividad enraizada en el origen de nuestra civilización actual con un profundo componente cultural.

En la práctica, la evidencia sobre los efectos económicos y sociales sobre la agricultura de los transgénicos es aún escasa y, lo más preocupante, se relaciona con datos y publicaciones proporcionados en gran parte, bien por las grandes empresas productoras de semilla o, alternativamente, por los grupos ambientalistas más enfrentados a esas empresas. El debate sobre la reciente reforma de la PAC, con millones de ciudadanos participando, y la negociación a través de sus parlamentarios y gobiernos, ha demostrado una voluntad hacia la ecologización de la agricultura europea que habría que interpretar antes de combatir.
Estamos con el profesor Serrano en que la ignorancia se neutraliza con conocimiento, pero sin olvidar la prudencia de Karl Popper cuando advertía que la ciencia es provisional (podemos conocer lo falso, pero no lo verdadero). El uso de la tecnología se debe debatir en la plaza pública considerando todos los factores que determinan la elección social, tanto los científicos como los económicos, los filosóficos o las relaciones de poder, entre otros.
Creemos en el valor de la transparencia, el derecho a la información imparcial, los análisis de impacto independientes, la pluralidad de modelos y la libertad de elección de los ciudadanos, evitando la tiranía de la simplificación y la confrontación del maniqueísmo, venga de donde venga. Ojalá seamos capaces, tras la amena charla del divulgador y las preocupaciones comprensibles del profesor, de disminuir la tensión y recontextualizar el debate académico y social sobre los cultivos transgénicos. ¿Por qué no cultivar la pedagogía del debate tranquilo y respetar la madurez y el derecho de los ciudadanos para elegir el modelo de agricultura y alimentación?
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Raúl Compés López y
Jose María García
Álvarez-Coque son
profesores de la
Universidad Politécnica
de València (UPV)

De:
http://www.valenciaplaza.com/ver/111412/-el-divulgador--el-investigador-y-la-controversia-sobre-los-transgenicos-.html

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