El pasado 30 de agosto participé en el “taller de conservación de granos básicos”, el cual, según la invitación, tenía como objetivo hablar de “la
importancia que tienen los granos a nivel familiar, los problemas de
las semillas transgénicas y la importancia que tiene el conservar las
semillas que vienen de generación en generación”. El taller fue
organizado por el Centro de Desarrollo Comunitario (CEDECO) “Porfirio
Encino Hernández La Albarrada” dependiente de la Secretaria de
Desarrollo Social del Estado de Chiapas.
El
título del taller me pareció que indicaba un cuestionamiento a los
problemas que se han generado por la aplicación de políticas agrícolas
basadas en paquetes tecnológicos en muchas de las comunidades de Los
Altos. La conservación de semillas, creo yo, es fundamental para
fortalecer la producción de la milpa y del maíz nativo como ejes para
satisfacer las aspiraciones de buena vida de los campesinos. De hecho, a
partir de dos años de observación de campo, he sido testigo de la
carencia de semillas para hortalizas, frijol, calabaza, y de otros
granos para cubrir la dieta básica.
La
carencia de granos es uno de los tantos problemas que enfrentan las
comunidades agrícolas de los Altos. La erosión paulatina de la
biodiversidad cultivada en la milpa alteña, tiene que ver desde mi punto
de vista, con factores sociales más allá de los biofísicos o
climáticos: 1) menosprecio en la atención a los campesinos, la milpa y a
las especies nativas como opción productiva; 2) desatención en la
capacitación y falta de apoyos por parte del gobierno hacia los
campesinos; 3) políticas asistencialistas y/o dirección técnica
equivocada; 4) imposición de un modelo agroalimentario biotecnocrático,
entre otros muchos otros factores. Sobre este último punto es importante
señalar que los territorios de Los Altos son idóneos (dada la excesiva
tala de bosques, la presión demográfica y la pérdida contente de la
fertilidad de los suelos) para fortalecer la soberanía alimentaria de
las familias a través de un modelo agrícola local que fortalezca los
conocimientos y prácticas agroecológicas.
Es por ello que cuando recibí la invitación por mail del taller que prometía hablar del “problema de los transgénicos” y cuya publicidad recomendaba “evitar comprar semillas transgénicas”,
asistí pensando que efectivamente habría información y un enfoque nuevo
sobre este tema en Chiapas. Al llegar al taller, un muchacho pulcro en
su vestir nos recibió amablemente. Su apariencia me hizo pensar en el
trabajo de Jacorsynski, sobre las representaciones identitarias de los
tsotsiles. Era aquello que los propios indígenas llaman un “ladino”:
alguien con descendencia indígena pero que vestía ya, a la usanza
occidental. Tenía el "triple oro" (muy de moda entre los ladinos que
quieren mostrar que son de otra clase social): Dorados en la hebilla del
cinturón, en el reloj de pulsera, y en el crucifijo que le colgaba por
fuera de la camiseta. El muchacho se presentó como “biotecnólogo”, y sin
más preámbulo, inició su charla apoyado de un largo power-point que se
proyectaba en una enorme pantalla de televisión. Comenzó preguntando al
auditorio ¿si alguno de los presentes sabíamos lo que era un transgénico?
Antes de proseguir, debo decir que me pareció interesante el método,
puesto que las respuestas del auditorio fueron una “lluvia de ideas” que
nos dieron de entrada una interesante variedad de percepciones sociales
sobre el tema. Una de las respuestas que más me gusto, la escuché a
penas por uno de los asistentes que la dijo entre dientes. Los
transgénicos son, respondió, “maíces sin alma”. Que interesante sincretismo científico-cosmogónico!!!
Después
de escribir en un rotafolio nuestras apreciaciones sobre lo que el
auditorio pensaba que son los OGM, el biotecnólogo tomó aire, nos miró
fijo con grandes ojos y comenzó a explicarnos que “los transgénicos
NO son el problema, sino, que el problema es la idiosincracia de la
gente que ve cosas diabólicas ahí donde no las hay”. Continuó
hablándonos, siempre respaldado de elocuentes fotos que se proyectaban
al mismo tiempo que nos abducía, sobre las virtudes productivas de estos
productos. Nos dijo que en “el futuro se crearían árboles perenes de maíz gracias a estas tecnologías”. Incluso nos enseño unas fotos de unas lindas ratitas fosforescentes, y nos dijo que “esos animales eran perfectamente sanos a pesar de ser transgénicos”. Nos demostró que el gen “terminator” era la prueba de que “no podría haber polinización cruzada entre maíces transgénicos y nativos”. Son tecnologías perfectamente sostenibles, nos recalcó. Para cerrar nos mostró una gráfica con un mapa de “todos los países que han apostado por los transgénicos y han mejorado sus economías”.
Más
allá de las interpretaciones personales, que cada persona pueda con
todo su derecho tener, me parece un poco lamentable que se den talleres
en los que engañe a la gente con verdades a medias. Si la propuesta
tecnológica de la Albarrada esta a favor de los transgénicos,
pues,¡tienen que incluirlo en su publicidad!. Lo que no se puede hacer
desde mi perspectiva, es invitar a la gente para transmitirle
asumpciones personales o publicidad cientificista del tipo “No hay evidencia de que los transgénicos dañen la salud humana”, o argumentos absolutistas y simples como “los transgénicos son buenos”.
Por mi parte, he tenido ya la oportunidad de escuchar estos argumentos
por gente del CIMESTAV, e incluso de la CIBIOGEM, quienes defienden
dementemente la transgénesis, pero al menos, y eso pienso yo, lo hacen
directa y abiertamente desde sus invitaciones.
Se
podría pensar que la iniciativa de defender los transgénicos nació
meramente del joven biotecnólogo, pero entonces ¿por qué su equipo de
apoyo (varios colaboradores) le secundaban con las mismas certezas de
quien nos daba una charla sobre “conservación de semillas”?. Aquella
presentación en su totalidad parecía sacada de un formato religioso. Por
mi parte, y como era de esperarse, aporté educadamente mi posición
contraria a la del presentador. El muchacho me escuchó amablemente pero
no respondió a ninguno de mis argumentos. Le indique que había conceptos
faltantes en el taller como “etiquetamiento”, “derechos de propiedad
intelectual”, “sistemas multinacionales de alimentación”, “principio de
precaución”, etc. Argumenté que era falso que los OGM fueran 10 veces
más productivos que las variedades nativas, pero obtuve de él tan sólo
tímidas afirmaciones con la cabeza, y al final de todo, oídos sordos.
Decidí irme.
Con
este taller, es la segunda vez que asisto a la CEDECO de la Albarrada.
Me parece extraño que en el curso anterior sobre “Crianza de gallinas en
casa” haya habido también un fuerte componente biotecnologista: a los
cinco minutos de comenzar el facilitador de la SAGARPA nos enseñó fotos
de gallinas con enfermedades indescriptibles, sacó una medicina y nos
indicó como, cuando, donde comprar medicamentos específicos contra
enfermedades como la del “Newcastle”, difícilmente presente en gallinas de hogar de los indígenas de los Altos.
Si
mi opinión se basara en los dos talleres a los que asistí, puedo decir
que la formación técnica de la Albarrada padece de bipolaridad. Por un
lado se habla de conservación de semillas y al mismo tiempo de las
bondades de los transgénicos; o a favor de la crianza de gallinas de
hogar y al mismo tiempo de soluciones fitosanitarias para la avicultura
extensiva. Creo que la manera en que se plantean los talleres, para
quién o quienes están dirigidos y sobre cómo funciona el proceso de
transmisión de conocimientos es muy transcendente como para dejarlo
pasar. Sobra decir que en Albarrada se están capacitando a cientos de
promotores de la renombrada “Cruzada Contra el Hambre”, la
mayoría estudiantes recién egresados de la Universidad Autónoma de
Chiapas (UNACH) y de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH).
Estos jóvenes son hoy por hoy, los agentes del desarrollo para el
gobierno federal y estatal. Me pregunto si realmente ¿irán los
promotores a las comunidades indígenas a defender a los transgénicos y
productos fitosanitarios para enfermedades inexistentes?, ¿sera una
coincidencia, o una estrategia del gobierno federal y estatal para
contrarrestar la mala imagen que tienen los transgénicos?
El
proyecto de la Albarrada es, pienso yo, un muy buen proyecto social.
Debería de cuidarse este tipo de espacios creado para todos. Este CEDECO
tiene una infraestructura realmente impresionante: Talleres, espacios,
chinampas, bosques, pero sobre todo, tiene gente muy valiosa que labora y
enseña opciones productivas dignas. Es necesario reflexionar como virar
el timón o cuidar que la línea técnica que mantienen algunas de las
pocas instituciones que todavía tienen una función social continúe. En
lugar de difundir las bondades tecnológicas ajenas a la realidad y a las
necesidades de los campesinos y buscar generar mayor dependencia a
insumos y expresas externas, la CEDECO debería de respetar la misión
para la cual fue creada: trabajar en la promoción de opciones
productivas que generen un mayor empoderamiento para las comunidades
campesinas.
Publicidad del taller “Importancia de la conservación básicos”
http://www.alainet.org/active/67016&lang=es
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