Los grandes corporativos biotecnológicos están creando constantemente
tácticas que aplican a nivel internacional a fin de crear una imagen
pública favorable que les genere credibilidad. En el caso mexicano, no
ha importado la buena o mala imagen de los corporativos. El
gobierno federal está embebido en su estrategia transgénica con
repercusiones que se extienden no sólo al desarrollo rural, sino también
a la alimentación, la afectación de los ecosistemas y sus cadenas
tróficas, la salud humana y la desposesión biológica por contaminación
genética. Estas son algunas de las estrategias para controlar la opinión
pública:
1) Círculos informativos exclusivos para las élites
El círculo informativo para las élites comenzó con la ansiedad de las
élites económicas ante la difusión del artículo de Seralini a nivel
mundial[1].
Estas reuniones de tipo informal se realizan en espacios exclusivos en
los que interactúan ciertos grupos sociales (clubes de golf, clubes
sociales, casinos). En ellos participa un facilitador quien se presenta
con credenciales de experto y da una charla especializada defendiendo la
inocuidad, los grandes avances medicinales, la potencial de los
transgénicos para encontrar fórmulas de la “juventud”, y los grandes
avances sociales que han implicado estas tecnologías para paliar el
hambre del mundo y mejorar la nutrición.
2) Marketing en blogs populares
Según la cadena Al Jaazera América[2],
Monsanto tiene destinado un presupuesto para poder incidir en la
opinión pública mediante post positivos en los grandes blogs de Estados
Unidos. Blogs dirigidos a mujeres dedicadas a la crianza como “the Mommy Bloger”, “Federated” y “Bloher”
reciben dinero por postear opiniones favorables sobre los corporativos y
por interactuar con otros blogs a fin de difundir el “impacto positivo
en el medio ambiente de la producción de alimentos agroindustriales dado
el contexto actual en que los agricultores tienen menos recursos y más
presión para alimentar al mundo”. La estrategia es utilizada también por
otras empresas, pasando de las inversiones en grandes anuncios a
pequeños pagos por ser sponsors de las empresas (de hasta 150 dólares) y
hacer marketing en páginas web, postear notas favorables en Facebook, y
“twittear” noticias positivas.
3) La cooptación de la comunidad científica
La creación de comités de especialistas científicos es una estrategia
trillada. En México, la Ley de Bioseguridad –cuyo formato ha sido
aprobada en muchos países (y que actualmente se discute en Guatemala)-
concibe la creación de consejos consultivos de científicos quienes
deberían aconsejar a los tomadores de decisión, convertidos en
administradores de la biodiversidad.
La CIBIOGEM según la ley, es la encargada en nuestro país de regular
la co-existencia entre cultivos nativos y genéticamente modificados. Su
función hasta ahora se basa en otorgar todos los permisos de siembra (ya
sean pilotos, experimentales o comerciales) que muchas veces se otorgan
sin respetar siquiera sus propios reglamentos[3].
En EUA, el panorama no es muy diferente, la Academia Nacional de
Ciencias (NSA por sus siglas en inglés) ha creado un comité de
especialistas que ha sido ampliamente cuestionado por científicos
independientes dadas las inequidades y conflictos de intereses[4].
En India, igualmente el gran movimiento civil en contra los
transgénicos cuestiona la objetividad del Comité de Aprobación para la
Ingeniería Genética (GEAC por sus siglas en inglés) dadas las
aprobaciones de cultivos genéticos en todos los rangos, ignorando los
desastres sociales que han generado la amplia comercialización del
algodón Bt[5].
La estrategia detrás de la conformación de estos comités faltos de
ética, es poder justificar un discurso totalitarista e inapelable que
refute todas las evidencias en contra de los OGM y de paso ir diluyendo
la capacidad legal del principio de precaución que es la base de los
amparos legales en contra de la siembra[6].
Asimismo, busca limitar la discusión dentro del sistema de saberes
científico que es fundamentalmente de disciplinas duras (biológicas), de
visión fragmentada y sumamente instrumental para así evitar que la
ecología, las ciencias sociales, la economía (ciencia que incluso ha
demostrado la ineficacia lucrativa de los OGM a largo plazo[7]),
los actores campesinos (con sus variedades nativas y sistemas
cognitivos ancestrales) y la sociedad civil en su conjunto, puedan
aportar alguna opinión considerada como válida o justificable.
4) Incentivos inmediatistas para los sectores productivos
Los transgénicos no están diseñados para la agricultura tradicional
campesina, sino para un modelo de agricultura industrial dirigido hacia
los grandes productores o agrobussinesman. Este tipo de
productor se destaca por tomar sus decisiones basado en una lógica de
maximización económica sin ningún tipo de sensibilidad ecológica[8].
A pesar de que los transgénicos pro sí mismos, no son sustentables ni
ambiental ni económicamente, muchos de los grandes productores (ubicados
en México en las zonas norte) deciden sembrarlos por ser aparentemente
más rentables gracias a los subsidios gubernamentales e impulso
comercial que reciben. La estrategia se basa en dar facilidades en la
adquisición de créditos, insumos a precios preferenciales, y subsidios
gubernamentales sobre cualquier otro tipo de cultivos, y sobre otras
formas de producción[9].
Seguir leyendo: http://millonescontramonsanto.org/estrategias-de-los-corporativos-biotecnologicos-para-controlar-a-la-opinion-publica-renso-dalessandro/
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