La ciencia ya no es la actividad de individuos desinteresados que están buscando la verdad y el bienestar de la humanidad.
El exrector de la UN de Colombia
(2006-2012) y exdirector del Instituto Nacional de Salud (INS) (1995-98)
Moisés Wasserman, escribió Mijo, tranquilo, cómase la mazorca (25 de julio del 2014), en respuesta a Mamá, ¿me puedo comer la mazorca? (2 de julio del 2014), ambas columnas publicadas en esta casa periodística.
Wasserman afirma que “Guillermo Maya
recomienda no consumir ni cultivar transgénicos y exige un cambio en la
legislación colombiana sobre los mismos”, y, como partidario de los
alimentos transgénicos, Wasserman sostiene que “hay miles de trabajos de
laboratorio y de campo que demuestran su inocuidad y bondad, y miles de
millones de personas lo han probado”. Además, que “las academias de
ciencias y las organizaciones internacionales en seguridad alimentaria
han aprobado ese maíz”. ¿Cuáles? ¿El Instituto Internacional de Ciencias
de la Vida (Ilsi, por su sigla en inglés)? Su presidente, Jerry Hjelle,
es un directivo de Monsanto.
En mi columna hago un resumen de las
conclusiones de los estudios de Séralini y asociados sobre la toxicidad,
a largo plazo, del maíz Monsanto NK603 y del glifosato, elemento activo
del herbicida comercial Roundup, en la salud de los ratones de
laboratorio. Los trabajos de Séralini siguen protocolos científicos
reconocidos por la comunidad científica, mientras los estudios de
Monsanto son cuestionables, especialmente sobre la duración de los
experimentos, de solo 90 días. (Consulte catálogo de estudios contrarios
a los transgénicos: Impactos adversos de los cultivos y alimentos transgénicos.)
Wasserman argumenta que mi columna se basa en
sofismas y recurre a varias anécdotas de la historia de la ciencia para
demostrar el sofisma. Una, la anécdota del sida: alguien dijo que el
sida no existía, etc. Falso. Dos, la oposición a la teoría de la
evolución de las especies de Darwin. Falso. Tercera, los experimentos de
Weismann “para evidenciar la herencia de caracteres adquiridos”: a
pesar de que les cortó la cola a 20 generaciones de ratones, estos
siempre nacieron con cola. Además, los judíos llevan 5.000 años
cortándose el prepucio pero siempre nacen con prepucio. Falso.
Tres falsos o equivocaciones conducen a
Wasserman a concluir que los transgénicos son saludables. “El maíz fue
aprobado en 1996 y ha sido desde entonces consumido por miles de
millones de personas sin que se haya reportado algún problema”, dice.
Confunde la ausencia de evidencia con la evidencia de ausencia, según
Nassim Taleb (The Precautionary Principle).
¿Cómo comparar 5.000 años con 18 años? Es evidente que, en cuanto a los
transgénicos, “la evidencia estadística está limitada porque no ha
tenido tiempo para presentarse” (Taleb, p. 1).
No se puede deducir de tres errores, sin
ninguna conexión, que el alto riesgo de la toxicidad de los transgénicos
es también un error. Wasserman no cuestiona a Séralini, sus
procedimientos y sus resultados. Así es como proceden el método
científico y el avance de la ciencia. Le faltó criticar el argumento de
que la Tierra es plana para deducir que los transgénicos son buenos para
la salud.
¿Cuál ha sido el protocolo para la aprobación
del consumo de los transgénicos en Colombia? ¿Participó el INS en la
aprobación de los transgénicos? ¿Basó su aprobación en estudios propios o
de Monsanto? ¿Cuál ha sido la participación de Wasserman en la
aprobación de los transgénicos en Colombia?
Wasserman argumenta que los científicos “no
debemos abstenernos de actuar (…). Siempre hay desacuerdos. (…) Sin
embargo, no impiden la acción porque la ciencia tiene instrumentos que
le permiten decidir, con razonable certeza, qué es un hecho real y qué
no”. La decisión de actuar o no no es de los científicos, es de sus
patrones corporativos, que necesitan rentabilizar sus inversiones sin
reparar en los costos sociales y ambientales, como el caso de los
transgénicos, generados por el uso industrial de sus tecnologías, que
descargan sobre la sociedad como un todo.
Mucho optimismo rezuma Wasserman. ¿Qué pasó
con las certezas de los científicos y laboratorios que recomendaron la
Talidomida (Grünenthal GmbH) y el Vioxx (Merck) para citar dos casos?
¿Cuántos muertos y “daños colaterales” se presentaron? ¿No había
riesgos, pero había que actuar, vender? La energía nuclear a escala
industrial es segura. ¿Qué opinan las víctimas de la pesadilla nuclear,
que todavía no termina, en Fukushima (Japón, 2011)?
Frente a las “certezas” de Wasserman habría
que aplicar la hipótesis de los eventos ruinosos (Taleb), llamados así
por la industria de seguros y la teoría de la probabilidad. La oposición
a los transgénicos para Taleb no es solo por el daño a la salud humana,
“sino por el riesgo sistémico” sobre el medio ambiente planetario. “Las
equivocaciones solo se descubren después de que los daños irreversibles
y considerables al ambiente ya se han realizado.”
En este sentido, la aplicación del Principio
de Precaución, acogido en la legislación colombiana (C. 595-2010), sería
apropiada. Lo contrario sería como recomendar a los pobres el juego de
la ruleta para hacerse ricos. Aunque alguien haya sobrevivido al juego
de la ruleta, este es un juego ruinoso, en la repetición, con
probabilidad uno. Para la naturaleza, “la ‘ruina’ es el ecocidio: la
terminación de la vida a alguna escala, que podría ser el planeta. (…)
La predicción matemática en sistemas complejos como el medioambiente es
limitada”. No hay certezas wassermanianas.
Hay científicos que son cruzados. También hay
otros que son mercenarios de las transnacionales. La ciencia ya no es la
actividad de individuos desinteresados que están buscando la verdad y
el bienestar de la humanidad. La ciencia ha sido convertida en
instrumento corporativo en la competencia económica, al igual que en la
competencia entre naciones. No importan “los efectos colaterales”.
¿Quién responde? Nadie.
Guillermo Maya
De:
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/mama-me-comi-la-mazorca-nk603-quien-responde/14375540
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