El
año pasado el gigante de biotecnología Monsanto compró la empresa
Climate Corporation por $930 millones. Esta compañía, fundada en 2006
por ingenieros y científicos de Google y otras empresas de alta
tecnología, posee una plataforma tecnológica que combina un minucioso
monitoreo de condiciones meteorológicas locales, modelaje de datos
agronómicos y simulaciones del tiempo en alta resolución. Maneja 50
terabytes de datos en cualquier momento dado para poder procesar datos
meteorológicos de 2.5 millones de localidades y 150 mil millones de
análisis de suelos, los cuales generan 10 trillones (10 a la 13
potencia) de puntos de datos para simular el tiempo. Con esta vasta
información, Climate le vende a agricultores lo que llama Total Weather
Insurance, un paquete analítico, de monitoreo y manejo de riesgo para
asegurar cosechas.
En
2012 Monsanto compró por $210 millones otra compañía similar, Precision
Planting. Esta empresa, fundada en 1993, posee la tecnología FieldView,
la cual pretende analizar todos los aspectos claves del desempeño de la
maquinaria agrícola, al igual que la calidad de la cosecha. Usando una
combinación de equipo y programación (hardware y software) le dice al
agricultor exactamente cómo sembrar y cosechar y analiza datos de las
siembras, con el fin de aumentar rendimientos.
Con
la compra de estas dos compañías, Monsanto ha desarrollado una
plataforma tecnológica llamada Integrated Farming Systems, la cual ya ha
presentado su primer producto: el sistema Fieldscripts. Este nuevo
sistema le dice al agricultor cómo hacer todo, incluyendo la distancia
exacta que debe dejar entre semillas y a qué profundidad precisa
sembrarlas. Utilizando datos detallados de análisis de suelo, fertilidad
e historial de rendimientos, le dice qué combinación exacta de
agroquímicos aplicar en cada parte de la finca, qué variedades de
semilla usar y cuántas semillas por hectárea. Fieldscripts está en
“etapa beta”, actualmente en pruebas de campo en cuatro estados de EEUU a
través de su programa Ground Breakers. Una vez esté listo para
comercialización, Monsanto lo distribuirá mediante su subsidiaria
Dekalb.
Bienvenidos
al mundo de la agricultura de precisión, donde el agricultor necesita
internet inalámbrico wifi y un iPad para sembrar.
La
agricultura de precisión es el nombre colectivo de una gama de
tecnologías de informática y monitoreo de siembras. Los alegados
beneficios de este nuevo paquete tecnológico incluyen mayores
rendimientos de las cosechas, mejor información para tomar decisiones en
el manejo de la finca, reducción del uso de agroquímicos y
fertilizantes, y aumento en los márgenes de ganancia. Esta nueva
modalidad de agricultura se sirve de varias tecnologías de punta, como
sistemas de información geográfica, percepción remota,
telecomunicaciones, computadoras portátiles, procesamiento de
información, y sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en
inglés).
No
es de sorprender que esta tecno-agricultura se cruza ocasionalmente con
tecnologías militares. Ya hay aviones no tripulados “drones” para
faenas agrícolas. Está el Precision Hawk, un avión robótico tan pequeño y
liviano (pesa tres libras y mide cuatro pies) que puede ser lanzado al
aire a mano, como si fuera un avioncito de papel. No necesita que lo
piloteen por control remoto, ya viene con inteligencia artificial para
tomar sus propias decisiones. El Hawk recopila información sobre la
finca mediante sensores visuales, termales, multiespectrales,
hiperespectrales y de lidar (radar láser). Con estos variados sensores
se puede hacer cartografía, hacer vigilancia para prevenir hurto,
encontrar reses perdidas, medir la temperatura de cuerpos de agua, hacer
mapas tridimensionales de parcelas, y muchísimas aplicaciones más. Y
para interpretar estos datos y darles utilidad el Hawk viene con un
paquete de software llamado Precision Mapper.
Hay
críticos, sin embargo, que temen que estas nuevas tecnologías serán un
riesgo para la sustentabilidad agrícola y las comunidades rurales, ya
que podrían someter a los agricultores a nuevas formas de dependencia y
establecer de facto un estado agropolicial, gobernado por corporaciones
trasnacionales.
"La
agricultura de precisión implica el control de la información y su
transformación en mercancía, y es una de las herramientas de alta
tecnología que impulsa la industrialización de la agricultura, la
pérdida de conocimientos agrícolas locales y la erosión de los derechos
del agricultor", me dijo Hope Shand, directora de investigación del
Grupo ETC, en una entrevista que le hice sobre el tema en 2002.
"Con
la agricultura de precisión los agricultores se hacen paulatinamente
más dependientes de la toma de decisiones desde fuera de la granja para
determinar los niveles de insumos. Por ejemplo, dictar qué semilla,
fertilizante, agroquímicos, espacio entre surcos, irrigación, qué
técnicas de cosecha se usarán, y otros requerimientos", agregó.
Según
Shand, estas tecnologías buscan legitimar y reforzar la uniformidad y
requerimientos de uso intensivo de agroquímicos y el control y toma de
decisiones fuera de la finca, bajo el pretexto de proteger el ambiente y
mejorar la eficiencia.
La
organización europea GRAIN advirtió hace una década que estos
desarrollos tecnológicos, combinados con leyes de semillas restrictivas,
podrían llevar a una especie de apartheid alimentario, en el cual una
elite adinerada comerá alimentos saludables y el resto de la población
comerá porquerías: "Al final de todo esto, un pequeño círculo de grandes
empresas o alianzas empresariales emergerá con el completo control de
los sistemas alimentarios y la agricultura, controlando tanto el sector
de los transgénicos (ya sea en mercaderías a granel como la soja Roundup
Ready o en cultivos con ‘valor agregado’) como el sector no
genéticamente modificado, que se convertirá en un nicho de mercado
dirigido a los sectores ricos, como en gran medida ha llegado a ser la
agricultura orgánica".
Para
prevenir este escenario tétrico es necesario difundir y educar sobre
los fundamentos de la soberanía alimentaria. Los problemas de la
agricultura no son causados por una falta de tecnología, ni siquiera por
una falta de productividad. Los problemas de fondo son políticos y
económicos, que incluyen políticas neoliberales que inundan mercados
locales con productos extranjeros de bajo costo, el alto costo de la
tierra, la extorsión de la banca hipotecaria, la falta de apoyo
institucional por parte de gobiernos, y la consolidación de
corporaciones de agronegocios en carteles globales que manipulan precios
y mercados. Ninguna semilla mágica, programa de software o avioncito no
piloteado va a resolver esos problemas.
- Carmelo
Ruiz Marrero es autor, periodista investigativo y educador ambiental
puertorriqueño. Dirige el Monitor de Energía y Ambiente de América
Latina (http://monitorenergiayambiente.blogspot.com/) y el Blog de Bioseguridad (http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/es). Su identidad en Twitter es @carmeloruiz.
Publicado en el periódico Compartir es Vivir. Puerto Rico, septiembre 2014.
http://alainet.org/active/77511&lang=es
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