"Los cultivos transgénicos que hoy se producen a nivel comercial no
están pensados para combatir el hambre presente en los países del
Sur."
Grain Matxingunea
Persisten los mitos y crecen las mentiras, vivamente alimentadas por
la industria, sobre los supuestos beneficios de los cultivos
transgénicos. Estos engaños se pueden resumir en cinco: que alimentarán
al mundo, que producen más, que eliminarán el uso de los agroquímicos,
que coexisten armoniosamente con otros cultivos y que son absolutamente
seguros para el medio ambiente y la salud. Desmontar el engaño es
sencillo, sólo se trata de echar una mirada, desapasionada y objetiva, a
lo que de verdad está pasando en el campo, con datos de la propia
industria. La conclusión, después de veinte años de siembra transgénica
comercial, es clara: ninguna de las promesas se está cumpliendo, más
bien todo lo contrario. Veamos los cinco puntos uno por uno.
Este
es probablemente el argumento favorito entre quienes promueven esta
tecnología. Lo repiten en todos los escenarios, «no podemos alimentar a
un mundo con cada vez más personas sin el uso de los transgénicos».
Pero hay tres constataciones que ponen las cosas en su sitio:
- Los datos de la FAO muestran claramente, año tras año, que a nivel mundial se producen alimentos más que suficientes para alimentar a todo el mundo. El hambre no es meramente una cuestión de productividad, es una cuestión de acceso a la tierra y al resto de recursos necesarios para producir alimentos. ¡El hambre, en definitiva, es consecuencia de la pobreza y la exclusión!
- Los cultivos transgénicos que hoy se producen a nivel comercial no están pensados para para combatir el hambre presente en los países del Sur. No hablamos de cereales destinados directamente a la alimentación de personas sino que hoy, la casi totalidad del área plantada con transgénicos en el mundo, se reduce a cuatro cultivos: soja, maíz, colza y algodón. Los tres primeros se dedican casi por entero a la producción de piensos para ganadería en Estados Unidos y Europa; combustibles para coches y aceites industriales; y el último se usa para fabricar ropa.
- En cambio, sí que existe –y muy dolorosamente -una correlación directa entre los cultivos transgénicos y el incremento de hambre en el mundo rural. En países como Brasil y Argentina las gigantescas plantaciones de maíz y soja transgénica – allí les llaman desiertos verdes - expulsan a las gentes de sus tierras y les privan –les roban- de su medio de subsistencia. Y, efectivamente, la consecuencia es hambre, miseria e intoxicaciones para mucha gente del campo. ¡Los cultivos transgénicos ocupan millones de hectáreas de tierras agrícolas fértiles que podrían usarse para producir alimentos!
El
año del primer cultivo comercial de OMG sufrieron los efectos del
hambre en el mundo unas 800 millones de personas, ahora, con millones de
hectáreas cultivadas con OMG la cifra ha amentado a más de 1000
millones. ¿Por qué?
SEGUNDO MITO. Los cultivos transgénicos producen más.
Esto,
más que un mito, es de nuevo una mentira. Genéticamente hablando, la
productividad de un cultivo es demasiado compleja para poder manipularla
tan fácilmente, se trata de seres vivos y complejos, no jugamos con
piezas de lego. Depende de muchos
factores genéticos pero también de muchos otros elementos. E incluso si
«todo estuviera en los genes», la clase científica nunca ha logrado
transferir y hacer funcionar más de dos o tres genes a la vez. ¡El gen
de la productividad no existe!
Esto se muestra claramente con
datos en el país donde han estado sembrando transgénicos desde hace más
tiempo: Estados Unidos. El estudio más amplio y riguroso al respecto lo
elaboró la Union of Concerned Scientist que analizó el historial de 20
años de cultivo transgénico en este país. Su conclusión explica que la
soja y maíz transgénicos, modificados para resistir altas dosis de
herbicidas, no tienen más productividad que las plantas y métodos
convencionales. También calculan que del incremento de productividad que
han tenido las cosechas de maíz en los últimos 20 años, el 86% se ha
debido a métodos y prácticas convencionales.
Otros estudios muestran que
la productividad de los transgénicos es actualmente más baja que la de
los cultivos convencionales.
No debemos perder la realidad de
vista pues, como veremos más abajo, las empresas transgénicas solo han
logrado llevar dos novedades de sus laboratorios al campo en los 20 años
o más que llevan investigando, y ninguno de las dos tiene que ver con
la productividad.
TERCER MITO. Los cultivos transgénicos eliminarán los agroquímicos.
Más
bien lo contrario. Esta afirmación muchas veces viene acompañada con el
ejemplo del llamado gen «Bt», extraído de la bacteria Bacillus thurigiensis
que produce una toxina que mata a ciertos gusanos. Insertado en
cultivos como el maíz y el algodón, estas plantas producen dicha toxina
evitando –decían- así la necesidad de fumigarlas. En el fondo es como si
la planta se «autofumigara» durante las 24 horas del día. Pero los
problemas no tardaron en aparecer y, con tantas toxinas en esos
monocultivos, los gusanos están rápidamente desarrollando resistencias.
Además, aparecen todo tipo de «plagas secundarias» que antes no existían
y a las que se responden0 con más productos químicos. En definitiva, el
uso de agrotóxicos no desaparece.
La otra «innovación» que nos
han traído las corporaciones transgénicas son plantas que incorporan un
gen que permite fumigarlas con altas dosis de herbicidas sin que se vean
afectadas, ya que son «tolerantes» a determinadas sustancias químicas.
Esto permite por ejemplo fumigar las plantaciones a gran escala con
avionetas desde el aire año tras año en el mismo sitio, lo que ha
facilitado la tremenda expansión del cultivo de soja a nivel mundial. En
Argentina hace treinta años la soja casi no existía, y ahora ocupa más
de la mitad de todas sus tierras agrícolas. Y si en 1995 se usaban unos 8
millones del herbicida glifosato, ahora esta cantidad sobrepasa los 200
millones de litros para sostener la producción de soja transgénica. El
uso de herbicidas se ha multiplicado por más de 20.
En Estados
Unidos pasa exactamente lo mismo, los transgénicos tolerantes a
herbicidas han abierto las compuertas para un uso masivo del glifosato y
otros herbicidas. En 2011, en este país las y los agricultores que
cultivaron sus campos con estas semillas usaron un 24% más herbicidas
que sus colegas que sembraron cultivos convencionales. La razón: las
malas hierbas empiezan a desarrollar resistencia al químico. Su llamada
revolución trae más problemas que soluciones.
CUARTO MITO. Se respeta el derecho a decidir, pues los transgénicos coexisten pacíficamente con los demás cultivos.
Otro
argumento esgrimido por quienes promueven los transgénicos es la
libertad de decisión –que cada agricultor o agricultora decida por sí
mismo usar o no transgénicos, no hay ninguna imposición. Pero este
argumento pasa por alto una ley fundamental de la biología: las plantas
de la misma especie se cruzan entre ellas, y más temprano que tarde los
genes insertados artificialmente en los cultivos transgénicos acaban
apareciendo en los cultivos convencionales.
En Canadá el masivo
cultivo de colza transgénica ha llevado al extremo de que prácticamente
no existe colza no contaminada genéticamente y, desde luego, anuló el
floreciente cultivo ecológico de colza. En el maíz, otro cultivo que se
cruza fácilmente con sus hermanos, hay también muchos casos de
contaminación genética alrededor del mundo.
La introducción de
semillas transgénicas es especialmente alarmante cuando se trata de la
contaminación de variedades locales. México es centro de origen y
diversificación del maíz, y hace años las comunidades campesinas
indígenas ya ven como sus variedades de maíz empiezan a mostrar
características raras. Diversos estudios confirman que las causas tienen
que ver con la contaminación del maíz transgénico de Estados Unidos.
Si, tal como propone el gobierno de México, se permite a las empresas
multinacionales sembrar hasta 2,4 millones de hectáreas de maíz
transgénico, no solo tendremos un atentado contra la soberanía
alimentaria de estos pueblos, sino que también arriesgaremos la
biodiversidad de un cultivo que alimenta a millones de personas
alrededor de todo el mundo.
Y en Aragón, en el Estado español,
desde 2005 las organizaciones campesinas y ecologistas están denunciado
que en más del 40% del grano ecológico se encuentran trazas
transgénicas, y esto imposibilita su venta como alimento ecológico o
libre de OMG.
Pero lo más perverso de este falso argumento de
libertad es cuando se observa cómo las corporaciones transnacionales
fuerzan a las y los agricultores a pagar por semillas que nunca han
sembrado. En Estados Unidos la compañía Monsanto ha llevado a centenares
de agricultores y agricultoras a los juzgados bajo la acusación de
infringir sus derechos de propiedad intelectual. Detectives de Monsanto,
como cobradores del frac, circulan por los campos de Estados Unidos en
la búsqueda de genes «suyos», de agricultores que hayan reproducido los
granos antes comprados o, en muchos casos, de campos contaminados por
cultivos transgénicos cercanos. Con esta estrategia la compañía, además
de lograr cobrar millones de dólares, consigue asustar a agricultores y
agricultoras que acaban cediendo y compran las semillas de Monsanto para
no correr «riesgos». Es decir, - que ¡cada agricultor escoja..... lo
que a las empresas les interesa!
Los transgénicos están en manos
de muy pocas empresas, la más conocida Monsanto, que junto con Dupont,
Syngenta, BASF, Bayer y Dow dominan la mayor parte de las
investigaciones y patentes transgénicas, acaparan el 60% del mercado
mundial de semillas y controlan el 76% del mercado mundial de
agroquímicos.
La «ciencia» de tales empresas solo ha conseguido
dos aplicaciones. Por un lado los llamados cultivos tolerantes a
herbicidas y, por el otro, los que llevan el gen Bt, que les dota de
poder insecticida.
En el pasado 2012, el 59% del área cultivada
comercialmente con transgénicos en el mundo fueron cultivos con
tolerancia o resistencia al herbicida glifosato –el herbicida patentado
originalmente por la misma multinacional Monsanto-, el 26% son cultivos
insecticidas con el gen Bt, y el 15% llevaban las dos características.
Después
de más de 20 años investigando y de millones de euros en inversiones
¿hay que hablar de «revolución biotecnología» por un par de novedades?
Las aplicaciones reales que hoy tienen los transgénicos demuestran
cuáles son los verdaderos intereses de la industria, que se convierten
en riesgos para la salud y los ecosistemas, y dependencia para las y los
agricultores.
Y EL QUINTO MITO. Los transgénicos son seguros para la salud y el medio ambiente.
La
seguridad «sanitaria» de los cultivos transgénicos, como poco, hay que
cuestionarla. Hagámonos una pregunta, en esta red de agricultura
industrial donde las empresas transgénicas controlan despachos de las
oficinas de seguridad alimentaria y dictan sus propias normas, ¿les
entregamos nuestra salud, así sin más? La soberanía alimentaria pasa
indudablemente por que sea la población quien ejerza el control de lo
que come.
En estos momentos nuestros platos se sazonan con
alimentos que modificaron su ADN y con una alta carga de pesticidas, y
parece que nada podemos hacer o decir. La preocupación se redobla con
algunas constataciones muy serias en el uso de OMG y sus herbicidas
asociados. Un resumen de estos sería:
- La Academia Americana de Medicina Ambiental (AAEM) señaló que «los alimentos genéticamente modificados pueden significar un serio problema para la salud». Citando varios estudios concluyó «que hay más que una casual asociación entre los alimentos OGM y los efectos adversos en la salud» y que los «son un serio riesgo en las áreas de toxicología, alergias, inmunología, salud reproductiva, metabólica, fisiológica y genética».
- Los últimos estudios realizados por el Dr. Seralini (explicados en esta misma revista) después de alimentar ratas durante dos años en base a maíz transgénico tolerante al glifosato, demuestran mayor y más pronta mortandad además de efectos hormonales, tumores mamarios en hembras y enfermedades hepatorrenales.
- Un reciente estudio de la Universidad de Leipzig, Alemania, encontró concentraciones importantes de glifosato, el ingrediente principal del Roundup, en las muestras de orina de la gente de la ciudad. Los análisis arrojaron que todas tenían concentraciones de glifosato de 5 a 20 veces mayor que el límite para el agua potable.
- El catedrático Andrés Carrasco del Laboratorio de Embriología Molecular, CONICET-UBA, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, Argentina, dio a conocer los resultados de sus estudios, según los cuales los herbicidas con glifosato causan malformaciones en los embriones de ranas y pollos en dosis mucho más bajas que las utilizadas en la fumigación agrícola. Las malformaciones fueron de un tipo similar a las observadas en la progenie humana expuesta a dichos herbicidas.
Finalmente
nadie puede negar su malignidad cuando contamos con testimonios
directos de muertes, abortos y enfermedades en seres humanos afectados
por el glifosato, como explica la argentina Sofía Gatica, ganadora del
último premio Goldman.
La salud es nuestra, la agricultura es
campesina y debemos defender el Planeta para las próximas generaciones,
por ello exigimos soberanía alimentaria.
10 de abril de 2013
Fuente: http://www.grain.org/es/article/entries/4686-transgenicos-20-anos-alimentando-o-enganando-al-mundo
De:
http://borreruak.blogspot.com.es/2014/08/transgenicos-20-anos-alimentando-o.html
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