Vandana Shiva
Solamente hay una lucha hoy en el
mundo, que es por la tierra y por la vida en todos sus aspectos
—incluyendo a la vida humana. Cuando en 1997 oí a las empresas
hablar de introducir los Organismos Genéticamente Modificados (OGM)
para patentar semillas, y de usar a la Organización Mundial de
Comercio (OMC) y al Acuerdo General de Tarifas y Comercio (GATT) para
impulsarlos en todo el mundo, empecé a guardar semillas. En
ese momento dijeron que para el año 2000 todas las semillas serían
transgénicas y que cinco compañías controlarían el abasto de
alimentos en todo el mundo, pero estamos en 2013 y son pocos los
países donde los OGM se han extendido. La mayoría de los países y
de los cultivos están libres de transgénicos, así que debemos
reconocer el poder de los movimientos para detenerlos hasta ahora.
Necesitamos emprender tres acciones simultáneas. La
primera es profundizar las luchas locales mientras las conectamos
globalmente, porque ésta es una lucha global. En segundo lugar
necesitamos cultivar las semillas locales y mantener a los
transgénicos fuera; no son dos cosas separadas, aunque nos hemos
especializado demasiado entre los que luchan contra los ogm y los que
conservan las semillas.
Hay otro proceso, que es el vinculado a los
tribunales populares para exhibir la verdadera naturaleza de
instituciones y corporaciones. Monsanto se impone secuestrando las
leyes, pero éstas vienen de las sociedades. Cuando los criminales
las escriben, son leyes criminales que van contra la gente, la
naturaleza, la cultura. Nosotros decimos que los derechos de
propiedad intelectual de Monsanto y la omc son ilegítimos, ilegales
y que tienen que someterse a revisión.
Recuperar el mando. Llegó el
tiempo en el que los ciudadanos debemos recuperar el mando. En
México, el reto es doble porque todos los problemas comenzaron al
desbaratar el sistema más visionario, que es la propiedad colectiva
de la tierra, vista como un bien común. Después de todo, sólo
podemos cuidarla cuando asumimos esa responsabilidad de manera
colectiva. Pero si reclamamos la tierra como un bien común, también
lo debemos hacer con las semillas.
Estamos redactando una nueva ley para fortalecer a
las semillas. La semilla nos dice: “quiero multiplicarme y ser
compartida”. Esta ley señala que cuidarlas y compartirlas es un
derecho y un deber que no puede ser criminalizado. Las leyes de
propiedad intelectual no caben aquí. Necesitamos comenzar la
reescritura de nuestras leyes, pero para hacerlo necesitamos valor y
solidaridad para entender que en última instancia, la medida somos
nosotros. ¿Qué son cinco empresas frente a 300 millones de
especies? ¿Qué son cinco compañías frente a siete millones de
personas?
Por supuesto, para defender la libertad de las
semillas debemos aprender lecciones de Gandhi. Él escribió un libro
sobre la libertad en 1909, donde señaló que mientras exista la
superstición de que la gente tiene que obedecer leyes injustas, la
esclavitud permanecerá. Lo que vemos con los transgénicos y las
patentes es una nueva esclavitud de los campesinos, de los
ciudadanos, de toda la vida en la tierra. La nueva liberación es
reconocer que no tenemos que obedecer estas leyes, porque lo que
debemos acatar son las leyes superiores de la tierra, de la ética,
de la solidaridad, de la justicia y de la democracia, de la ecología.
La acción directa. Arrancar los
cultivos es efectivo cuando comienzan las pruebas de transgénicos en
un país. Esto se hizo, por ejemplo, en Inglaterra, donde las mujeres
hicieron una acción bajo el nombre de Snowball (bola de nieve).
Cinco de ellas comenzaron y, cuando las arrestaron, cinco más
salieron a relevarlas. Al final, la corte concluyó que
lo hicieron en defensa propia. De manera similar, en Francia
surgió un grupo llamado “los segadores”, que cortaron y
destruyeron cultivos experimentales, y aun en ese país la corte
dictaminó que fue en defensa propia. Desafortunadamente, en tiempos
reciente las cortes en Bélgica legislaron contra facultades y
estudiantes de las universidades que arrancaron ensayos transgénicos
hechos en papas.
La estrategia de destruir los cultivos
experimentales no funciona cuando las empresas ya están en fase de
comercialización, porque ya son centenares de millones de acres
cultivados con ogm. Después de la fase de pruebas, viene la no
cooperación.
Resistencia efectiva. Monsanto
representa lo peor del poder del patriarcado capitalista; la
fuerza para contrarrestarlo tiene que venir de las mujeres indígenas,
con su sabiduría de siglos y su cuidado en la conservación de las
semillas. Hoy, ellas son el poder que puede parar a Monsanto.
La resistencia más importante contra los
transgénicos es la que viene de la cultura, que incluye a la
biodiversidad. Una razón es que cambia el paradigma de la discusión.
La lleva de las falsas promesas del milagro tecnológico hacia la
experiencia vivida, a la riqueza, a los sabores, a las seiscientas
recetas que se pueden preparar con el maíz —mientras todo lo que
Monsanto puede hacer es transformar al maíz en biocombustible y
forraje para animales.
El ejemplo de India. Una
experiencia de la que todos podemos aprender es la que creamos en
India para cambiar las leyes que criminalizan a las semillas locales
buscando su registro obligatorio. Las autoridades intentaron
legislarlo en 2004, y nosotros respondimos con un movimiento de no
cooperación. Dijimos: “no obedeceremos”, y seguimos a Gandhi con
la Satyagraha, que significa la fuerza de la verdad.
Las malas leyes no deben ser obedecidas; nunca nos
habríamos zafado del racismo, la esclavitud y el colonialismo —que
fueron legales— si la no cooperación nos nos hubiera hecho libres.
Las patentes, el registro de semillas por parte de las compañías,
la aprobación de transgénicos y las leyes de bioseguridad que lo
permiten son malas leyes. Lo que funciona realmente es una
determinación de no cooperar que venga desde dentro, desde lo más
profundo del ser, de las comunidades y regiones comprometidas con
esto, y que esas regiones se vuelvan zonas y países. Necesitamos por
todos lados zonas libre de ogm y determinación para decir: “nosotros
obedecemos a leyes superiores, las que vienen de los ancestros, de la
tierra, de la justicia”.
Monsanto representa lo peor del poder del
patriarcado capitalista; la fuerza para contrarrestarlo tiene que
venir de las mujeres indígenas, con su sabiduría de siglos y su
cuidado en la conservación de las semillas. Hoy, ellas son el poder
que puede parar a Monsanto
Vandana Shiva, premio Nobel alternativo, es una de las caras más visibles a nivel mundial, en defensa de las semillas nativas “libres” y contra los transgénicos.
Entrevista
de Adazahira Chávez, con declaraciones en la
preaudiencia del Tribunal Permanente de los Pueblos, en Oaxaca,
relativa a la contaminación transgénica del maíz en México.
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