martes, 28 de mayo de 2013

Los transgénicos y la salud

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Las especies genéticamente modificadas: una preocupante mentira o una espantosa realidad.

Sin lugar a dudas, la ciencia y la tecnología han avanzado en el último siglo de forma maravillosamente impresionante. Distintos campos de la vida se han visto radicalmente modificados por los avances en comunicaciones, electrónica y medicina, por mencionar solo algunas de las disciplinas, entre cientos de ellas, aplicadas al vivir cotidiano de millones de seres sobre el planeta. Pero quizás el área donde estos increíbles avances han dejado, de forma excepcionalmente notable, una huella irreversible, es en la biología, la ciencia que se ocupa de la vida misma.


En el pasado, intervenir sobre la vida o investigar sobre ella era considerado un sacrilegio. Por años, la anatomía y el arte de curar eran más una disciplina especulativa que realmente una ciencia física y precisa en virtud de la prohibición para experimentar sobre los cuerpos de seres vivos; sin embargo, y para nuestra fortuna, existen trabajos brillantes de curiosos investigadores temerarios. Las enfermedades se consideraban obra de seres mágicos y/o sobrehumanos y no de desordenes físicos de la máquina del cuerpo. Fue hasta el siglo XVI, desde la aparición del hombre sobre la tierra, que se desarrollan los primeros trabajos formales sobre biología, con obras destacadas de hombres cómo Avicena, Vesalio y Harvey, basados en las especulaciones de los griegos Aristóteles y Galeno, entre otros. De forma aventurera y bajo riesgo de perder la vida o la libertad, Vesalio publicó, en 1543, su obra “Humani Corporis Fabrica” (Sobre la estructura del cuerpo humano, en latín), donde recopila una extensa información basada en la disección de cuerpos humanos de criminales, facilidad obtenida por la simpatía con un Juez. Así avanzo la biología por muchos años, al margen de la legalidad y bajo la mirada inquisitiva de la Iglesia, en virtud de la mencionada, santidad de la vida.

Pasando por el descubrimiento de la célula en 1665, por Robert Hooke, y hasta el descubrimiento del acido desoxirribonucleico (ADN o DNA por sus siglas en inglés), por los americanos James Watson y Francis Crick en 1953, la biología ha desarrollado técnicas que rivalizan con la naturaleza en relación a la modificación y creación de nuevas especies, sobre todo, las vinculadas con la agricultura y la ganadería. Un objetivo práctico de la biología actual es mejorar el rendimiento de las especies comestibles para subsanar, en parte, el problema de la alimentación mundial. Fue en 1927 en que, usando Rayos X, se logro modificar, por primera vez, especies de semillas; en la actualidad se ha logrado combinar genes de bacterias, virus y plantas para conseguir especies resistentes y rendidoras con las que se fabrican o producen diversos alimentos.

Pero no todo es miel sobre hojuelas.

Pese a estos nobles objetivos, la modificación de organismos destinados a la producción de alimentos ha resultado altamente cuestionable, sobre todo por su relación con la generación de cáncer entre los consumidores. Así lo supuso, en su momento, el grupo de estudio del investigador francés Gilles-Eric Seralini quien, alimentando ratas con una variedad de maíz transgénico producida por la empresa norteamericana Monsanto, obtuvo el desarrollo de tumores “del tamaño de una pelota”, al tiempo que sostuvo la evidencia de daño hepático y renal en los especímenes. A partir de esta investigación, publicada en la revista Food and Chemical Toxicology, muchas organizaciones han rechazado abiertamente el cultivo de transgénicos en muchos países; actualmente en Europa, y con excepción de España, no se cultivan especies transgénicas por no existir una clara seguridad para la salud de los consumidores humanos.

Existen, sin embargo, voces tan prestigiadas cómo la EFSA (European Food Safety Authority) que han rechazado los resultados de los trabajos de Seralini. Otros tantos investigadores independientes han tomado en serio al investigador francés y, si se comprobara que sus datos son mentiras, entonces el rigor, la seriedad y veracidad de las publicaciones científicas quedaría gravemente en duda. Por otro lado, si los datos fuesen ciertos, nos enfrentamos a un problema gigantesco de dimensiones aun desconocidas; 25% de la superficie mundial está siendo cultivada con especies transgénicas y EUA posee el 59% de todos los cultivos de este tipo en el mundo. Cómo es sabido, países como México han sido fuertemente presionados para aceptar el cultivo masivo de maíz transgénico, el mismo que está en tela de juicio por los trabajos de Seralini.

Pero más allá de la cuestionada toxicidad de estos productos en la dieta humana, está el desplazamiento de los agricultores, sus cultivos nativos, el deterioro aparente de las tierras cultivables y el daño al ecosistema, al de otras especies vegetales y animales, frente a los poderosos intereses económicos de la industria de los transgénicos, la cual encabeza Monsanto.

 Organizaciones internacionales cómo Greenpeace, con mucho apasionamiento desde mi punto de vista, se han opuesto, con múltiples razones validas, a la incorporación de transgénicos en países en desarrollo cómo México. En este caso particular, la razón les asiste de sobra: México es la cuna del maíz y las semillas existentes a nivel mundial son, en su mayoría, variedades de la nativa mexicana.
Aún quedan muchas dudas sobre la seguridad de los alimentos producidos con variedades de semillas genéticamente modificadas. Al momento, casi la totalidad de los mexicanos consumen maíz transgénico. Empresas como Maseca, Minsa, Milpa Real y Kellogg´s elaboran sus productos con esta clase de maíz; muchas otras no han dejado en claro si utilizan especies genéticamente modificadas para elaborar sus productos; Herdez, Nestlé, Sabritas, Danone y otras tantas pertenecen a este grupo. (*)
¿Qué podemos concluir sobre los productos transgénicos utilizados para la alimentación humana?
Lamentablemente, solo el tiempo nos dirá si su consumo es seguro o no. Existen muchas dudas cuya solución parece oponerse a intereses poderosos. En lo personal nos queda, sin embargo, fomentar el consumo de productos agrícolas locales y consumir una alimentación lo más orgánica, o “natural” posible. Quizás sea mejor considerar más saludable surtir nuestra despensa en el mercado y no en los supermercados.

Hasta mi próxima columna.
(*) Para consultar una lista de empresas que elaboran productos con especies transgénicas consulte     www.greenpeace.org/mexico/es/Campanas/Agricultura--sustentable-y-transgenicos/Y-tu-sabes-lo-que-comes/

Séralini G.E., Cellier D., Spiroux, de Vendomois J. (2007). New analysis of a rat feeding study with a genetically modified maize reveals sign of hepatorenal toxicity. Arch. Contamin. Environ. Toxicol 52(4): 596-602.

Mesnage, R., Clair, E., Gress, S., Then, C., Székács, A., Séralini, G. E. (2011) A glyphosate-based herbicide induces necrosis and apoptosis in mature rat testicular cells in vitro, and testosterone decrease at lower level. Toxicol. In vitro (accepted)


http://www.sdpnoticias.com/columnas/2013/05/27/los-transgenicos-y-la-salud

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