Mail sergio.garcialopez@live.com.mx Twitter @sergio_untradio Facebook Sergio Moises Garcia Lopez
Las especies genéticamente modificadas: una preocupante mentira o una espantosa realidad.
Sin lugar a dudas, la ciencia y la tecnología han avanzado en el
último siglo de forma maravillosamente impresionante. Distintos campos
de la vida se han visto radicalmente modificados por los avances en
comunicaciones, electrónica y medicina, por mencionar solo algunas de
las disciplinas, entre cientos de ellas, aplicadas al vivir cotidiano de
millones de seres sobre el planeta. Pero quizás el área donde estos
increíbles avances han dejado, de forma excepcionalmente notable, una
huella irreversible, es en la biología, la ciencia que se ocupa de la
vida misma.
En el pasado, intervenir sobre la vida o investigar sobre ella era
considerado un sacrilegio. Por años, la anatomía y el arte de curar eran
más una disciplina especulativa que realmente una ciencia física y
precisa en virtud de la prohibición para experimentar sobre los cuerpos
de seres vivos; sin embargo, y para nuestra fortuna, existen trabajos
brillantes de curiosos investigadores temerarios. Las enfermedades se
consideraban obra de seres mágicos y/o sobrehumanos y no de desordenes
físicos de la máquina del cuerpo. Fue hasta el siglo XVI, desde
la aparición del hombre sobre la tierra, que se desarrollan los
primeros trabajos formales sobre biología, con obras destacadas de
hombres cómo Avicena, Vesalio y Harvey, basados en las especulaciones de
los griegos Aristóteles y Galeno, entre otros. De forma aventurera y
bajo riesgo de perder la vida o la libertad, Vesalio publicó, en 1543,
su obra “Humani Corporis Fabrica” (Sobre la estructura del cuerpo humano, en latín), donde
recopila una extensa información basada en la disección de cuerpos
humanos de criminales, facilidad obtenida por la simpatía con un Juez.
Así avanzo la biología por muchos años, al margen de la legalidad y bajo
la mirada inquisitiva de la Iglesia, en virtud de la mencionada,
santidad de la vida.
Pasando por el descubrimiento de la célula en 1665, por Robert Hooke, y hasta el descubrimiento del acido desoxirribonucleico (ADN o DNA por sus siglas en inglés), por los americanos James Watson y Francis Crick
en 1953, la biología ha desarrollado técnicas que rivalizan con la
naturaleza en relación a la modificación y creación de nuevas especies,
sobre todo, las vinculadas con la agricultura y la ganadería. Un
objetivo práctico de la biología actual es mejorar el rendimiento de las
especies comestibles para subsanar, en parte, el problema de la alimentación mundial.
Fue en 1927 en que, usando Rayos X, se logro modificar, por primera
vez, especies de semillas; en la actualidad se ha logrado combinar genes de
bacterias, virus y plantas para conseguir especies resistentes y
rendidoras con las que se fabrican o producen diversos alimentos.
Pero no todo es miel sobre hojuelas.
Pese a estos nobles objetivos, la modificación de organismos
destinados a la producción de alimentos ha resultado altamente
cuestionable, sobre todo por su relación con la generación de cáncer
entre los consumidores. Así lo supuso, en su momento, el grupo de
estudio del investigador francés Gilles-Eric Seralini quien,
alimentando ratas con una variedad de maíz transgénico producida por la
empresa norteamericana Monsanto, obtuvo el desarrollo de tumores “del tamaño de una pelota”,
al tiempo que sostuvo la evidencia de daño hepático y renal en los
especímenes. A partir de esta investigación, publicada en la revista Food and Chemical Toxicology, muchas
organizaciones han rechazado abiertamente el cultivo de transgénicos en
muchos países; actualmente en Europa, y con excepción de España, no se
cultivan especies transgénicas por no existir una clara seguridad para
la salud de los consumidores humanos.
Existen, sin embargo, voces tan prestigiadas cómo la EFSA (European Food Safety Authority)
que han rechazado los resultados de los trabajos de Seralini. Otros
tantos investigadores independientes han tomado en serio al investigador
francés y, si se comprobara que sus datos son mentiras, entonces el
rigor, la seriedad y veracidad de las publicaciones científicas quedaría
gravemente en duda. Por otro lado, si los datos fuesen
ciertos, nos enfrentamos a un problema gigantesco de dimensiones aun
desconocidas; 25% de la superficie mundial está siendo cultivada con
especies transgénicas y EUA posee el 59% de todos los cultivos de este
tipo en el mundo. Cómo es sabido, países como México han sido
fuertemente presionados para aceptar el cultivo masivo de maíz
transgénico, el mismo que está en tela de juicio por los trabajos de
Seralini.
Pero más allá de la cuestionada toxicidad de estos productos en la
dieta humana, está el desplazamiento de los agricultores, sus cultivos
nativos, el deterioro aparente de las tierras cultivables y el daño al
ecosistema, al de otras especies vegetales y animales, frente a los
poderosos intereses económicos de la industria de los transgénicos, la
cual encabeza Monsanto.
Organizaciones internacionales cómo Greenpeace, con mucho
apasionamiento desde mi punto de vista, se han opuesto, con múltiples
razones validas, a la incorporación de transgénicos en países en
desarrollo cómo México. En este caso particular, la razón les asiste de
sobra: México es la cuna del maíz y las semillas existentes a nivel
mundial son, en su mayoría, variedades de la nativa mexicana.
Aún quedan muchas dudas sobre la seguridad de los alimentos
producidos con variedades de semillas genéticamente modificadas. Al
momento, casi la totalidad de los mexicanos consumen maíz transgénico.
Empresas como Maseca, Minsa, Milpa Real y Kellogg´s elaboran sus
productos con esta clase de maíz; muchas otras no han dejado en claro si
utilizan especies genéticamente modificadas para elaborar sus
productos; Herdez, Nestlé, Sabritas, Danone y otras tantas pertenecen a
este grupo. (*)
¿Qué podemos concluir sobre los productos transgénicos utilizados para la alimentación humana?
Lamentablemente, solo el tiempo nos dirá si su consumo es seguro o no.
Existen muchas dudas cuya solución parece oponerse a intereses
poderosos. En lo personal nos queda, sin embargo, fomentar el consumo de
productos agrícolas locales y consumir una alimentación lo más
orgánica, o “natural” posible. Quizás sea mejor considerar más saludable surtir nuestra despensa en el mercado y no en los supermercados.
Hasta mi próxima columna.
(*) Para consultar una lista de empresas que elaboran productos con especies transgénicas consulte www.greenpeace.org/mexico/es/Campanas/Agricultura--sustentable-y-transgenicos/Y-tu-sabes-lo-que-comes/
Séralini G.E., Cellier D., Spiroux, de Vendomois J. (2007). New
analysis of a rat feeding study with a genetically modified maize
reveals sign of hepatorenal toxicity. Arch. Contamin. Environ. Toxicol
52(4): 596-602.
Mesnage, R., Clair, E., Gress, S., Then, C., Székács, A., Séralini,
G. E. (2011) A glyphosate-based herbicide induces necrosis and apoptosis
in mature rat testicular cells in vitro, and testosterone decrease at
lower level. Toxicol. In vitro (accepted)
http://www.sdpnoticias.com/columnas/2013/05/27/los-transgenicos-y-la-salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario