María Isabel Manzur
A principios de mayo de 2013, el
Ministerio de Medio Ambiente y Agricultura de Alemania detectó
contaminación transgénica en semillas de maíz convencional provenientes
de Chile.
La situación se podría haber originado por
la contaminación por polen desde siembras transgénicas cercanas o por
una deficiencia en la separación de semillas transgénicas y no
transgénicas durante su procesamiento.
El hallazgo, realizado en el estado
federado de Schleswig – Holstei, detectó que las semillas contenían
granos de maíz transgénico de los eventos NK603 y Mon803 de
Monsanto. Las autoridades rechazaron esas semillas pues la Unión
Europea exige tolerancia cero para la presencia de transgénicos en
semillas, a diferencia de los alimentos, donde se permiten con un
umbral de 0,9%.
Este no es un caso aislado. Las semillas
chilenas han llegado contaminadas a Europa en reiteradas ocasiones, y
Chile ya había sido advertido de mejorar sus sistemas de producción.
Debido a ello, la Oficina de Alimentos y Veterinaria (FVO) de la Unión
Europea realizo una auditoria al sistema de producción de semillas en
Chile en Marzo del 2012.
La delegación Europea, examino el sistema
de control existente de la importación y multiplicación de las semillas
transgénicas en Chile, encontrando una serie de falencias en los
sistemas de siembra, procesamiento e identificación de las semillas
exportadas.
Dicha auditoría detectó que no existe un
sistema de control de la producción de semillas transgénicas que impida
la contaminación de las semillas convencionales exportadas a Europa
(solo se aplican las reglas de coexistencia y análisis establecidos por
las compañías privadas). También detectó una falta de control oficial al
momento de la siembra, cuando los agricultores siembran semillas
transgénicas y no transgénicas en un mismo campo, donde puede ocurrir
una contaminación.
Además encontraron falencias en el sistema
de procesamiento de las semillas convencionales. La mayoría de las
semillas producidas en Chile son transgénicas, sin embargo en algunas
empresas que producen ambos tipos de semillas, las convencionales son
procesadas en las mismas dependencias que las transgénicas. La
delegación encontró que no existía un sistema de control oficial para
evitar la mezcla de estos dos tipos de semillas.
Chile tampoco cuenta con un sistema
oficial de análisis de las semillas convencionales exportadas a Europa
para evaluar si están contaminadas con transgénicos y no informa al
importador europeo que las semillas que está exportando son
transgénicas. Esto ocurre debido a que Chile no es miembro del Protocolo
de Bioseguridad donde se exige una identificación de estas semillas al
ser exportadas.
La delegación Europea efectuó una serie de
recomendaciones al gobierno de Chile para mejorar estas falencias y
asegurarse que las semillas convencionales que sean exportadas a Europa
no vayan contaminadas con transgénicos.
Pero por lo visto estas recomendaciones no habrían sido cumplidas a cabalidad.
Sobre estos puntos el SAG respondió que
solicitaría a las empresas que producen semillas transgénicas y
convencionales para la UE, que entregasen protocolos de limpieza para
maquinaria de siembra y de procesamiento en plantas seleccionadoras para
su revisión y validación.
Con respecto a la necesidad de análisis de
las semillas convencionales exportadas a Europa, el SAG solicito apoyo
en sistemas de muestreo y análisis de contaminación.
El SAG se comprometió además a verificar
el cumplimiento de la leyenda “este producto contiene organismos
genéticamente modificados” en la etiqueta o en el documentos que
acompañe las semillas transgénicas exportadas a Europa.
Todo eso iba a implementarse en agosto del 2012.
Es evidente que esta situación delata
graves fallas en los sistemas de control sobre los cultivos transgénicos
ya denunciadas anteriormente.
El país ha permitido estos cultivos desde
el año 1992 sin tener sistemas adecuados de análisis y fiscalización
para poder evitar la contaminación de cultivos cercanos. El Laboratorio
Biotecnológico del SAG para análisis de transgénicos solo fue
establecido el año 2006, cuando ya habían pasado 14 años de
introducciones de transgénicos al país.
Además, de acuerdo al informe de la UE,
este laboratorio no esta acreditado bajo ningún estándar de calidad como
el EN ISO/IEC 17025 para la detección de transgénicos. Chile tampoco
realiza monitoreos rutinarios en el campo para detectar contaminación y
evaluar si las medidas de bioseguridad que establece son realmente
efectivas.
La contaminación de las semillas de maíz
convencional ya fue detectada por la Fundación Sociedades Sustentables y
advertida al SAG el año 2008. La Fundación tomo 30 muestras de maíz en
predios de la VI Región cercanos a semilleros transgénicos y cuatro de
ellas estaban contaminadas. Una muestra correspondía a semilla de maíz
“diente de caballo”, uno de los 23 tipos de maíz de Chile que son un
patrimonio genético.
Otro estudio de Greenpeace, del año 2005,
encontró semillas transgénicas en semillas de maíz convencional para la
venta en Chile. Tampoco sus denuncias fueron oídas por las autoridades.
La visita de la UE a Chile no solo vino a
confirmar las investigaciones anteriores, sino que demostró que esta
contaminación se ha expandido también hacia las semillas de exportación y
confirman que la coexistencia entre cultivos transgénicos y
convencionales no es posible.
Y no solo la contaminación ha llegado a
las semillas, sino también ya toco la miel, otro producto de exportación
a Europa. Los apicultores han sufrido graves pérdidas de precio e
imposibilidad de exportar a Europa, pues toda su miel se encontró
contaminada con polen transgénico.
Concluimos que la siembra de transgénicos
en Chile es una amenaza permanente, que afecta los cultivos nacionales
convencionales y orgánicos, los recursos genéticos, las exportaciones de
semillas de maíz y miel a los mercados europeos.
Estos cultivos modificados genéticamente
debieran prohibirse definitivamente en Chile y dar paso a la expansión
de productos orgánicos, no transgénicos, libres de pesticidas, que
beneficiaria grandemente la salud de los chilenos y permitiría entrar
sin problemas a mercados exigentes cuyos consumidores prefieren
productos limpios, no transgénicos y de alta calidad.
Alemania esta en lo correcto al no aceptar transgénicos peligrosos: se ha demostrado que el maíz NK603
causa graves tumores cancerosos en ratas de laboratorio de acuerdo a un
estudio realizado por el Dr. Seralini y sus colegas en Francia.
Por ende, los productores de semillas
transgénicas nacionales debieran asumir su responsabilidad y compensar
las pérdidas de mercado de sus colegas convencionales y de los
apicultores chilenos.
Fuentes:
- European Commission Health and Consumers Directorate – General. Final Report of an Audit carried out in Chile from 14 to 22 March 2012 in order to evaluate the control system for genetically modified organisms with regards to seed intended for export to the EU. .Directorate F- Food and Veterinary Office. 13/9/2012. http://ec.europa.eu/food/fvo/act_getPDF.cfm?PDF_ID=9898
- Séralini,G.E. Emilie Clair, Robin Mesnage, Steeve Gress, Nicolas Defarge, Manuela Malatesta, Didier Hennequin, Joël Spiroux de Vendômois. 2012. Long term toxicity of a Roundup herbicide and a Roundup-tolerant genetically modified maize. The Food & Chemical Toxicology Journal 50 (11): 4221-4231.
- http://www.proplanta.de/Agrar-Nachrichten/Pflanze/Maissaatgut-positiv-auf-gentechnische-Verunreinigungen-getestet_article1367519997.html.
http://www.schleswig-holstein.de/MELUR/DE/Service/Presse/PI/2013/0513/MELUR_130502_Saatgut.htm
María Isabel Mazur, Fundación Sociedades Sustentables
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