En Oaxaca una vez más se alzaron las voces en contra del maíz
transgénico durante la sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos.
Más de quinientos asistentes, procedentes de distintas regiones
indígenas y de organizaciones sociales y civiles, acusaron al Estado
mexicano de ser responsable de la contaminación transgénica del maíz
nativo, en complicidad con las corporaciones transnacionales productoras
de semillas, y exigieron al gobierno que no permita la siembra
comercial de maíz transgénico en el norte del país.
Zapotecos, mixtecos, nahuas, mayas, rarámuris, wixárikas, junto con campesinos
de Tlaxcala, Veracruz y Guanajuato coincidieron en las estrategias que
utilizan para evitar que la contaminación transgénica en los maíces
herencia de sus antepasados se propague: siembran únicamente sus
variedades nativas y criollas, no permiten la entrada a las comunidades
de maíces desconocidos, no aceptan semillas de los programas de gobierno ni de ayuda alimentaria, no siembran maíz
comprado en las tiendas Diconsa, evitan las semillas híbridas que
pueden estar contaminadas, revisan las milpas e impiden la polinización
de plantas que parezcan raras o malformadas.
Vandana Shiva, quien peregrinó 30 horas desde India para participar en la defensa del maíz, afirmó que Monsanto ha declarado la guerra a los campesinos de todo el mundo, al convertir en crimen la práctica campesina milenaria de guardar semillas para sembrar el siguiente ciclo.
Los campesinos que no dependen de las semillas
de las corporaciones son libres. Shiva explicó el patrón que siguió
Monsanto y el gobierno de India para introducir el algodón transgénico
en su centro de origen: Primero, el Estado desmanteló la producción
pública de semillas, después Monsanto compró las compañías semilleras
locales y les obligó a vender únicamente semillas de algodón
transgénico, pero con la marca conocida por los campesinos, por último
Monsanto promovió las semillas transgénicas, con falsas promesas de
aumentar la productividad y las ganancias. En sólo un ciclo agrícola la
diversidad de las semillas campesinas de algodón se había perdido y los
productores que anteriormente obtenían sus semillas gratis,
seleccionadas de su propia cosecha, se encontraron en bancarrota y sin
posibilidad de cubrir la deuda contraída para obtener el paquete
tecnológico de semillas transgénicas. Muchos optaron por suicidarse
antes que dejar de ser campesinos.
En México, más de un tercio de la producción de maíz
(8 millones de toneladas) no entra al mercado pues se destina al
autosustento de las comunidades que lo producen, pero como parte de la
Cruzada contra el Hambre, la Secretaría de Agricultura
impulsa un programa de agricultura de autoconsumo que, con el pretexto
de aumentar la productividad, debilita la esencia de la agricultura
campesina al intentar convertirla en dependiente de insumos externos que
deben comprarse a las agroindustrias. El programa pretende que las semillas
nativas, muchas de ellas endémicas, mejoradas durante generaciones y
adaptadas a los nichos ecológicos de cada comunidad, se cambien por
semillas híbridas uniformes, propiedad de las corporaciones semilleras, o
por semillas criollas mejoradas por los centros de investigación. Una
vez más el programa desconoce el conocimiento campesino que impulsa
técnicas de agricultura orgánica y tradicional para producir los
alimentos de las comunidades, y por el contrario fomenta el uso de
agrotóxicos, fertilizantes, herbicidas e insecticidas que más que evitar
el hambre, dañarán el ambiente, la salud de la población y polucionarán
los campos. Las trojes y coscomates, verdaderas obras de arte,
construidas con materiales locales, pretenden ser remplazadas por silos
metálicos comprados, que además no son útiles en comunidades donde la
humedad del ambiente es alta.
La demanda de los pueblos indígenas, de los campesinos, de los científicos conscientes y de la sociedad civil reunidos en Oaxaca fue la defensa del maíz
nativo y de la cultura e identidad de los pueblos de maíz, el gobierno
tiene la oportunidad de escucharlos y apostar por las estrategias
definidas desde las comunidades antes que favorecer los negocios y el hambre de ganancias de un puñado de agroindustrias transnacionales.
Ecoportal.net
La Jornada
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