En los últimos meses,
representantes del agronegocio cruceño y expertos en comercio
internacional se han reunido bajo el rótulo de contribuir a la soberanía
alimentaria del país. Estos eventos fueron espacios para promover su
visión particular sobre el agro y, fundamentalmente, plantear demandas
sectoriales ante el Estado.
Los empresarios del agronegocio plantearon la necesidad de introducir
nuevas variedades transgénicas en el país. “En Argentina obtienen 200
quintales de maíz transgénico con una tierra más frágil que la nuestra y
nosotros sacamos solo 80 quintales”, afirmó Edilberto Osinaga, gerente
general de la Cámara Agropecuaria del Oriente (cao).
Apelar a visiones
productivistas ortodoxas resulta siempre un argumento poderoso, al fin y
al cabo, ¿quién puede estar en contra de que suban los rendimientos
agrícolas en el país? Que esto se logre simplemente con el uso de
transgénicos es una pregunta abierta, más aún si se considera que a 10
años de la introducción de soya transgénica en Santa Cruz este no ha
sido el caso.
Los datos
de la propia cao muestran que el rendimiento de soya en este periodo se
estancó en el nivel más bajo de toda la región (aprox. 1,9 Ton/ha). Lo
que se logró con la soya transgénica es reducir los costos de producción
e incrementar la ganancia, pues el agronegocio es hacer dinero y su
relación con la alimentación es colateral debido a la naturaleza de las
mercancías que son producidas.
El uso de transgénicos es cuestionado a nivel global en base a
evidencia científica respecto a sus impactos nocivos sobre la salud y el
medioambiente: cáncer y pérdida de biodiversidad son los elementos más
preocupantes.
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