Por Florence Poirier, 6 de marzo de 2013
Investigador del Laboratorio de Proteómica de la Universidad de París 13
En tanto que investigador en bioquímica, reacciono contra el clamor levantado por el Profesor Gilles-Eric Séralini (“Toxicidad a largo plazo del herbicida Roundup y del maíz modificado genéticamente tolerante a Roundup”) que recientemente fue publicado en la revista Food and Chemical Toxicology International (1).
Este estudio hace referencia al maíz modificado genéticamente NK603 y el herbicida para el que se hizo tolerante (Roundup), llevado a cabo en un grupo de 200 ratas. Este es el estudio toxicológico más largo y completo realizado hasta el momento sobre organismos modificados genéticamente (OGM) y los herbicidas en su forma comercial. El equipo del Prof. Séralini ha realizado este estudio durante más de 2 años, en lugar del habitual de 3 meses de duración, analizando el mayor número de parámetros biológicos y bioquímicos.
Como ustedes sabes, este artículo ha tenido el efecto de una bomba en el mundo científico, pero sobre todo provocó las protestas de varias agencias de regulación, incluyendo a la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), y de una parte de la comunidad científica. Se han producido reacciones muy violentas al estudio. Una publicación científica que es objeto de críticas no es nada malo, sino todo lo contrario: la controversia científica es saludable y necesaria para adquisición y construcción del conocimiento. Lo grave del caso es que las críticas que se han hecho no entran dentro de las críticas científicas objetivas, sino que surgen de la necesidad visceral de silenciar el estudio, cuyos resultados son muy molestos. ¿Molestos para quién?: para las Empresas de semillas que venden transgénicos y pesticidas; para la EFSA y otras agencias de regulación que han contribuido a la aprobación de numerosos cultivos transgénicos y pesticidas, incluido el objeto de estudio; para una parte de los científicos que trabajan directamente en el desarrollo de los transgénicos o en una deriva científica en favor de los mismos (que sólo la Ciencia puede resolver los problemas de la humanidad).
Estas personas emplean siempre los mismos procedimientos: mentiras, presión y calumnias. Intentan de este modo doblegar los hallazgos que socavan el “maravilloso mundo” de los transgénicos presentes en los alimentos.
El estudio del Profesor Séralini surgió por las deficiencias que en el tema de los transgénicos todavía existen, de modo que para su comercialización no se tengan en cuenta sólo los realizados por las Empresas de Transgénicos (Monsanto, Syngenta, Bayer CropScience, etc). La realización de unas pruebas toxicológicas de mayor duración, frente a las de tres meses que reciben las agencias de evaluación, y el número limitado de parámetros biológicos y bioquímicos que se analizan.
Esta falta de evaluación de los transgénicos ya fue destacado en 2007 por el equipo del Prof. Séralini, quien volvió a analizar los datos en brutos de los estudios realizados por Monsanto de tres meses de duración en la alimentación de ratas con el maíz MON863 (modificado genéticamente para producir su propia proteína insecticida). Estos datos se obtuvieron después de una larga batalla legal contra la empresa, que se negaba a hacerlos públicos. Este nuevo análisis estadístico de los datos en bruto del estudio de Monsanto condujo a la publicación de un artículo (Séralini et al. 2007), que muestra signos de toxicidad hepato-renal en las ratas alimentadas con el maíz, así como las diferencias en función del sexo (2). En vista de los resultados, los autores llegaron a la siguiente conclusión: “Recomendamos una nueva evaluación con una alimentación de mamíferos con transgénicos por un período más largo, con un cuidado seguimiento clínico, antes de concluir que el maíz MON863 es seguro”.
Ya entonces hubo una protesta generalizada del lobby protransgénicos en contra de este artículo. A continuación, el mismo equipo publicó un segundo artículo (De Vendömois et al. 2009) con un análisis comparativo de los datos experimentales obtenidos en un estudio in vivo con tres tipos de maíz transgénico (NK603, MON810, MON863). Dado que las conclusiones del Prof. Séralini cuestionaban la seguridad de los transgénicos, la agencias de regulación, para no quedar desautorizadas, invalidaron inmediatamente las conclusiones de estos artículos, orquestándose, como de costumbre, una campaña de desprestigio contra el Profesor Séralini ((AFBV [4], AFIS [5], etc.) El Presidente de AFBV, Marc Fellous, fue condenado en el año 2011 por difamar al Prof. Séralini, descubriéndose las mentiras y usos fraudulentos de la información.
Hoy en día, el escenario se repite: los falsos argumentos científicos contra el estudio criticaban las cualidades científicas del Pr. Séralini, se presionó a la revista que publicó el artículo, y se publicaron mentiras científicas inaceptables. Las personas responsables de esta campaña de desprestigio son siempre los mismos. Pero los medios de comunicación no se han hecho eco de que el estudio del Pr. Séralini ha tenido el apoyo de muchos científicos franceses e internacional, así como de muchos ciudadanos (6).
No es de extrañar que estas prácticas detestables pasen desapercibidas para la gente, ya que en el inconsciente colectivo generalmente existe la idea de un científico como una persona honesta, objetiva, altruista, con el resto de los más altos estándares éticos. Por tanto, les resulta impensable que puedan hacer tales cosas. Impensable que puedan mentir. De ahí que los comerciantes de bata blanca sean más creíbles en la venta de productos cosméticos, pasta de dientes, o cuando se ensalzan las virtudes de la tecnología. Del mismo modo, un investigador o un médico prefiere presentarse con bata blanca ante los compañeros de trabajo o frente a las cámaras, para destacar su pertenencia a esta noble familia y tratar así de ganar credibilidad. Esta idealización de la investigación científica facilita la manipulación de los medios por parte de los científicos sin escrúpulos. ¿Cómo dudar de investigadores que dicen hablar en nombre de la comunidad científica o de seis Academias de las Ciencias? (7). ¿Cómo dudar si los científicos dicen al unísono que el estudio de Séralini no es válido? Es difícil imaginar cómo estas personas recurren a tristes maniobras y se alejan de aquellos valores que hacían noble nuestra profesión.
Mucho más sorprendente, sin embargo, es que otros científicos se adhieran a estas tonterías, sin que al parecer haya en sus mentes sombra de duda. Y ni siquiera estoy hablando de científicos que tienen un interés directo en la comercialización de los transgénicos, o incluso de científicos que defienden una ideología puramente cientifista, pero los científicos que toman una posición en contra de un determinado estudio en función de las afirmaciones de otros, lo hacen sin tomarse siquiera la molestia de consultarlo. Estos científicos no se dan cuenta de cómo son manipulados por aquellos de sus colegas que no tienen ningún escrúpulo. Pero a diferencia del público en general, no tienen ninguna excusa, porque todos poseen los conocimientos necesarios para distinguir lo que está bien de lo mal hecho, o para acceder a herramientas que les permite tener una mayor información científica (8).
En cuanto a las críticas al estudio del profesor Séralini, algunas se caen por su propio peso. Uno de los críticos afirmaba que la especie de ratas utilizada en el estudio por el Prof. Séralini no era válida, porque es una especie muy sensible a la aparición temprana de tumores. Sin embargo, la rata “Sprague-Dawley” se ha usado convencionalmente para estudios toxicológicos, y si no sólo hace falta realizar una pequeña consulta para cerciorarse de ello (8). No es porque sea un especie científicamente válida, sino porque es utilizada por las empresas de semillas en los estudios toxicológicos que presentan ante las agencias de regulación (3). Tengan en cuenta que se observa la aparición temprana de tumores y de mortalidad en las ratas alimentadas con transgénicos o Roundup en comparación con las ratas de control de la misma especie: por lo tanto, la precocidad está relacionada con la dieta.
Otra crítica que se ha hecho es que el tamaño de la muestra no es válida, ya que no se realizó con 50 ratas en cada grupo. Recordemos que se ha establecido el número de 50 ratas por grupo sólo en los estudios de carcinogenicidad. Pero el estudio del Prof. Séralini no era un estudio sobre carcinogenicidad, sino un estudio toxicológico que no tiene esas mismas limitaciones. Sólo basta echar un vistazo a las recomendaciones de la OCDE para comprobarlo (10). Esta es la razón por la cual se realizan estudios toxicológicos en un número limitado de ratas por grupo, incluyendo los realizados por las compañías de semillas en sus estudios para la autorización y comercialización de sus productos ( Monsanto ha utilizado 10 ratas por grupo [3])
En cuanto al análisis estadístico de los resultados se ha dicho que no han sido los adecuados, pero Paul Deheuvels, reconocido estadístico y miembro de las Academia de las Ciencias, ha dicho lo contrario, y que es totalmente válido (11). Por lo tanto, cualquier científico puede comprobar las críticas infundadas que se han hecho del estudio de Séralini. El deber de un científico el analizar todos los elementos de un determinado caso antes de tomar una posición en contra de un estudio o una nueva tecnología, especialmente cuando se pueden tener graves consecuencias sanitarias y medioambientales. Los científicos ni siquiera se han molestado en realizar las preguntas correctas y contestarlas antes de dar su apoyo a los transgénicos (12). Los lobbies son los que toman la plena responsabilidad de sus posiciones.
Si uno está a favor o en contra de los transgénicos, se exige un mínimo de objetividad científica, y no se puede rechazar de plano un estudio científico que se ha realizado durante dos años, aunque pueda tener puntos débiles, haciendo como si no hubiera existido, aceptando sin embargo a pies juntillas los estudios realizados por las Empresas de Transgénicos, más cortos, con un período de duración de sólo 3 meses, sin hacer públicos los datos en bruto, impidiendo toda evaluación que lo contradiga. El estudio del profesor Séralini tiene el mérito de que plantea nuevas preguntas que la comunidad científica tiene que responder. Negar este estudio, con mentiras y calumnias, es la reacción de los que tienen algún tipo de interés en que este estudio se silencie, para que no salgan a la luz sus negligencias, su incompetencia, su irresponsabilidad y sus conflictos de interés.
Para que los resultados de este estudio conduzcan a cuestionar los procedimientos actuales de evaluación de los transgénicos, se pueden hacer las siguientes acciones:
- Con la firma de una petición que solicita:
1) La suspensión temporal de la autorización para la comercialización del maíz transgénico NK603
2) Transparencia en las evaluaciones que permitieron la comercialización de los transgénicos y de los herbicidas en Europa
3) Puesta a disposición de la comunidad científica, a través de un página web, de los datos brutos de las pruebas toxicológicas realizadas a los transgénicos y pesticidas, para que puedan ser reevaluadas de forma independiente. Esta petición de dirige a un público amplio y se puede acceder en el siguiente enlace:
- Firmando la carta abierta “Ciencia y Conciencia”, que no puede ser firmada por científicos, y a la que se puede acceder en el siguiente enlace:
Notas:
[1] Séralini GE et al., Food Chem Toxicol., 2012, 50(11) : 4221-31
[2] Séralini et al., Arch Environ Contam Toxicol., 2007, 52(4) : 596-602
[3] De Vendomois et al., Int J Biol Sci., 2009, 5(7) : 706-26http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2793308/
[4] Association Française des Biotechnologies Végétales
[5] Association Française pour l’Information Scientifique
[6]
[9] Séralini et al., Food Chem Toxicol., sous presse
[10]http://www.oecd.org/FR/
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