La Unión Europea acordó el pasado 3 de marzo volver a debatir la reforma
legislativa sobre los transgénicos que ya se propuso en 2010. Un debate
que, aunque lleva ya más de tres años dando vueltas en Bruselas, ha
sido necesario retomar dado que la Comisión Europea se vio obligada a
aprobar el cultivo del maíz transgénico 1507. Y es que, tal y como
explica Blanca Ruibal, responsable de Agricultura y Alimentación de
Amigos de la Tierra, “19 países dijeron que no lo querían, pero no se
consiguió una mayoría cualificada porque Alemania se abstuvo. Pero, por
cómo es el procedimiento de toma de decisiones en la Comisión Europea,
tuvieron que autorizarlo, aunque muchas de las grandes potencias, como
Francia y la propia Alemania, sean contrarias a este tipo de alimentos”.
Esta nueva propuesta de la Comisión Europea, sobre la que aseguraron que
“pretende dar mayor libertad a los estados miembros para restringir o
prohibir en sus respectivos territorios el cultivo de Organismos
Genéticamente Modificados (OMG)”, no gustó ni a Francia ni a Bélgica,
aunque sí al resto de los países de la Unión Europea. Sobre todo al
ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España, Miguel
Arias Cañete, quien aseveró que “es deseable que la Unión Europea tenga
una norma que dé cobertura a nivel comunitario a la utilización de OGM y
no sigamos en la lamentable situación de que, mientras todo el resto
del mundo está desarrollando estas tecnologías y avanzando en la
investigación y cultivo, la Unión sea una isla alejada del progreso”.
A pesar de las buenas intenciones de los legisladores europeos y de la
esperanza de progreso que, según Cañete, puede traer a la Unión Europea,
ambos argumentos no han parecido convencer a ONG como Ecologistas en
Acción, Greenpeace o Amigos de la Tierra, desde donde Blanca Ruibal
explica que, al menos, se han detectado cuatro problemas de
extraordinaria gravedad al respecto de esta propuesta de la Comisión
Europea. “Lo que la Comisión Europea quiere es que los países que están
en contra lo puedan prohibir de manera particular en sus territorios.
Así, con la garantía de que no entrarán en sus fronteras, pueden
abstenerse o incluso votar a favor y autorizar los transgénicos en el
ámbito europeo de manera mucho más fácil”, cuenta.
Según explica Ruibal, actualmente cada país puede prohibir la entrada de
estos alimentos, aunque sin un marco legal que respalde estas
decisiones, puede acarrear quejas de entidades como la Organización
Mundial del Comercio. Por tanto, lo que la Comisión Europea pretende es
ofrecer este marco legal para que los países puedan prohibir los OMG
individualmente a cambio de no bloquear su comercialización a nivel
europeo. Una decisión que, para Ruibal, supondría la puerta de entrada
de los transgénicos en Europa.
“Al aligerarse las autorizaciones, en pocos años podemos pasar de una
situación en la que sólo hay un tipo de cultivo transgénico permitido en
toda la Unión Europea a tener decenas de OMG como tienen en Estados
Unidos. Hasta el momento se han conseguido bloquear, pero cuando
perdamos los votos negativos de las grandes potencias, tras asegurarse
de que a sus países no van a entrar, se eliminará este obstáculo”,
lamenta. Una decisión que desde Amigos de la Tierra consideran que la
Comisión Europea ha tomado “presionada por la industria biotecnológica,
que lleva 15 años esperando a que les den luz verde a más de 20
transgénicos. Con el sí de las grandes potencias, nada les impedirá
ahora darles salida”, aclara.
Sin embargo, estas empresas no han sido el único factor de presión que,
desde Amigos de la Tierra, sospechan que puede estar detrás de esta
decisión de la Comisión Europea. “Recordemos que la Unión Europea y
Estados Unidos están ahora mismo negociando el Tratado de Libre Comercio
-señala Ruibal- y esta propuesta casa perfectamente dentro de la agenda
que han establecido”. Blanca Ruibal destaca que precisamente los
transgénicos son uno de los puntos clave de este acuerdo sobre el que
ambas potencias están debatiendo. “Esta propuesta, sin ninguna duda,
abriría el mercado de los OMG, que es justo lo que se pretende Estados
Unidos respecto a la Unión Europea, que sus leyes no sean tan estrictas,
que desregulen y que flexibilicen las condiciones de comercialización
de algunos productos que aquí consideramos tóxicos para que las empresas
de Estados Unidos, como Monsanto, puedan exportar más transgénicos”,
cuenta.
“Aberración democrática”
Por otro lado, si bien es cierto que los transgénicos van a seguir sin
entrar en países como Hungría, Alemania, Austria, Irlanda o Francia, la
situación de Grecia, Rumanía, Portugal o España puede cambiar de manera
casi radical. “Actualmente España está en una situación trágica porque
tiene 100.000 hectáreas de maíz transgénico, pero al menos es uno solo,
por lo que podemos darle seguimiento, saber quién vende y quién compra”,
explica Ruibal. “Sin embargo, si dentro de 4 años tenemos, además del
maíz, soja, remolacha y algodón transgénicos, ¿cómo va a poder la
sociedad civil tener un control sobre esto?”, pregunta.
Además, aunque determinados países vayan a prohibir la comercialización
de OMG dentro de sus fronteras, el hecho de que otras naciones de la
Unión Europea sí estén dispuestos a cultivarlos y venderlos, supondrá,
según Ruibal, que Europa dejará de ser un territorio libre de
transgénicos. “Estos productos no saben de fronteras –asevera-. Es
conocido el caso de España, en el que el 100% del pienso, a no ser que
sea ecológico, está etiquetado como transgénico. Pero en Galicia, por
ejemplo, cuando un ganadero quiere comprar pienso, se encuentra que es
transgénico por la contaminación”. Una situación a la que habría que
añadirle el coste de los productos, ya que “para que los productores de
pienso que lo hicieran sin transgénico, pudieran comprobar y demostrar
que, efectivamente está libre de estos productos, tendrían que pagar un
precio que, en una Europa transgénica, sería inasumible”.
Hay, todavía, dos problemas más que añadirle a los que ya se han
mencionado. El primero, lo que Blanca Ruibal ha definido como
“aberración democrática”. Y es que, según lo que propone la Comisión
Europea, cada gobierno deberá ponerse de acuerdo con las empresas que
deseen cultivar o vender alimentos transgénicos en sus países para
lograr prohibir que entren en su territorio. “Esto significa –aclara
Ruibal- que si mañana Monsanto quiere comercializar el maíz, en su
solicitud incluye en qué países de Europa lo va a hacer”.
Si Alemania, por ejemplo, no quisiera que se vendieran dentro de sus
fronteras,“tendrían que llamar a la empresa y pedirle que no lo hagan.
Es decir, que un país soberano tendrá que preguntarle o pedirle permiso a
una determinada compañía para vender o no vender algo en su
territorio”. O lo que es lo mismo: la reforma legislativa que propone la
Comisión Europea incluye que los criterios en los que un país se basará
para vender o no vender OMG en su territorio se ceñirán a saber si una
determinada empresa le ha dado o no permiso para ello. “Y todavía
pretenden hacernos creer que así les otorgan mayor capacidad de decisión
a los países”, recuerda la responsable de Agricultura y Alimentación de
Amigos de la Tierra.
Ruibal explica a modo de conclusión que, quizás en países como Alemania o
Francia, Monsanto no muestre ningún interés en vender transgénicos
“porque sabe de sobra que no se lo van a comprar”. Pero, ¿qué capacidad
de negociación tendrán países como Portugal, Rumanía o España, que son
el principal mercado de las empresas biotecnológicas? “No están en
disposición de negociar o enfrentarse a las empresas biotecnológicas. Lo
que permitiría esta nueva legislación, si se aprobase, es que estas
empresas pudieran aferrarse a la ley y dijeran que, como la Comisión
Europea dice que o se ponen de acuerdo o se hace lo que digan las
compañías, tienen vía libre para cultivar y vender lo que quieran”,
finaliza.
De:
http://www.argenpress.info/2014/03/la-comision-europea-abre-la-puerta-la.html
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