lunes, 24 de marzo de 2014

Transgénicos y agua: avance y retroceso

  Fulgura un nuevo resplandor de aliento en el país: hace unos días el Juzgado Segundo de Distrito en Campeche, con sede en su ciudad capital, amparó -con efectos para toda la entidad- a las comunidades mayas Pac-Chen y Cancabchen del municipio de Hopelchén en el juicio 753/2012, en contra del fatídico permiso (evento MON-04-032-6) otorgado el 6 de junio de 2012 por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) -con el aval de su homóloga de Medio Ambiente y Recursos Naturales-, a la empresa Monsanto para sembrar soya genéticamente modificada tolerante al herbicida glifosato en 253 500 hectáreas de siete estados de la República Mexicana: Campeche, Yucatán, Quintana Roo, Chiapas, Veracruz, Tamaulipas y San Luis Potosí. Su otorgamiento radicó en que ambas secretarías violaron el derecho de las comunidades mayas a la consulta previa, libre e informada contenido en el artículo 2 del texto constitucional y en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, así como el procedimiento del Reglamento interior de la SAGARPA, al pasar por alto tres dictámenes vinculatorios emitidos en sentido contrario por el Instituto Nacional de Ecología, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad y la correspondiente de Áreas Naturales Protegidas. Con este fallo judicial renace en el pueblo mexicano la confianza en los órganos que imparten justicia en los estados de nuestra República, sobre todo ahora que están pendientes amparos similares, como los de los apicultores de Chiapas y Yucatán.

Sin embargo, el mayor problema no es que se haya violentado el derecho de los pueblos indígenas a la consulta ni que se haya dejado de cumplir con los procedimientos administrativos, aunque su reconocimiento hoy sea el freno para el avance de los transgénicos en el país. Lo es el funesto impacto ambiental que este tipo de actividades económicas produce y el irreversible daño a la salud de la población, no sólo por la contaminación genética entre cultivos, sino porque la filtración del glifosato en el subsuelo produce la contaminación masiva de los mantos freáticos y de los ecosistemas acuáticos, máxime cuando se trata de suelos kársticos, como los del sureste del territorio mexicano, siendo Yucatán el estado de mayor vulnerabilidad debido a su extrema dependencia a los acuíferos subterráneos.

Pero hay también otras noticias preocupantes. Diversas fuentes periodísticas han informado en las últimas semanas del presunto envío de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) a la Cámara de Diputados de un borrador de iniciativa de Ley General de Aguas y de modificación a la Ley de Aguas Nacionales. La Comisión de Recursos Hidrológicos de esta Cámara lo ha negado, pero si es verdad y esta información se filtró, sería de enorme gravedad que dicho documento prosperara porque los términos en los que aparentemente está redactado son inadmisibles dado que refrendan la naturaleza jurídica que actualmente ostenta la Ley de Aguas Nacionales en vigor, esto es, que sus disposiciones son "de orden público e interés social"; argumento que sólo ha servido para legitimar toda clase de abusos en la materia, como ha sido la sobreexplotación de más de un centenar de acuíferos y la concentración de derechos de agua en manos de ciertas empresas. Además, se dice que plantea modificar al texto constitucional de forma que el agua dejaría de ser propiedad de la Nación y, algo peor, que incorpora un apartado específico para regular el uso indiscriminado de los millones de metros cúbicos de agua que requiere la explotación del gas shale; agua que, como la empleada para el cultivo de transgénicos y de la minería a cielo abierto, termina contaminada y sin posibilidad de regeneración.

Si es sólo un rumor o si en verdad existe esta iniciativa, el tiempo lo confirmará, pero de momento es un foco de alarma para estar atentos frente a nuevas reformas constitucionales y ante la inminente promulgación de la legislación secundaria derivada de la reciente reforma al artículo 27 de nuestro Texto Supremo en torno a los procesos extractivos que incentiva, como el funesto fracking. Ello, porque nuestro país está muy lejos de contar con un abasto suficiente de agua y, de permitirse su explotación masiva, se estaría actuando en contra del mandato constitucional -que por lo pronto establece que el derecho al agua deberá estar regulado a través de un "acceso y uso equitativo y sustentable de los recursos hídricos"- y sobre todo, de forma irreversible, de la vida humana y del medioambiente.

No obstante, resulta indubitable que sólo el día en que la conciencia social se imponga, será cuando México pueda aspirar a ser un país libre de transgénicos, de la devastadora minería a cielo abierto y de todo aquel proceso industrial letal para la vida en el planeta como el fracking. Por lo pronto, lo más lamentable es que negros nubarrones se ciernen sobre nuestra Nación pues el agua, elemento esencial para los tres procesos referidos, espera inerme el embate irresponsable, negligente y criminal que podrían proferirle representantes populares, funcionarios, servidores y aún miembros de la propia sociedad civil de ser avalada una iniciativa de Ley que favorezca el uso indiscriminado del agua, pretextando ser de orden público e interés social, cuando en realidad es todo lo contrario.

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De:
http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n3333746.htm

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