Ponencia ante la Comisión de Agricultura de la Cámara de Representantes de Puerto Rico, 25 de febrero 2014
Mi
nombre es Carmelo Ruiz Marrero. Soy autor, periodista investigativo y
educador ambiental, y dirijo el Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico,
un colectivo fundado en 2004 dedicado a educar a la ciudadanía sobre
los aspectos ecológicos, sociales, políticos, económicos, éticos y de
salud humana de los organismos, cultivos, productos y alimentos
genéticamente alterados o transgénicos, mediante charlas, conferencias,
entrevistas de prensa, comunicados y una página web.
La
propuesta de la organización Casa Pueblo denominada Bosque Modelo es un
esperanzador rayo de luz, es una oportunidad de oro para realizar el
sueño de un desarrollo verdaderamente sustentable, armonizando la
ecología y la economía. Encontramos particularmente positivo que esta
iniciativa busca implantar modelos de agricultura sustentable y
ecológicamente sana y que sus terrenos serán zona libre de cultivos
transgénicos.
También
he leído con sumo interés acerca de las reservas que tiene la
secretaria de agricultura, Myrna Comas, sobre cómo el Bosque Modelo
podría afectar la actividad agrícola dentro de sus confines. Y con gran
preocupación leí las palabras de Pedro Vivoni, presidente de Acción y
Reforma Agraria (ARA), al efecto de que “la agricultura sostenible que
se promueve en este proyecto es una de menor productividad, que resulta
en un producto más caro para el consumidor y que no está de acuerdo con
la consigna de esta administración de conseguir la seguridad
alimentaria.” (1) El Sr. Vivoni y la organización que él preside figuran
de manera prominente en el debate nacional en torno a los cultivos
transgénicos. El año pasado Vivoni y ARA causaron un escándalo al
pretender otorgarle un homenaje a la corporación de biotecnología
Monsanto (2), la cual tiene sobre 2 mil acres sembrados de transgénicos
en Puerto Rico (3).
Entiéndase
por transgénico un organismo a cuyo código genético se le han insertado
genes de otra especie mediante las técnicas de ingeniería genética. La
ingeniería genética derriba barreras celulares para hacer combinaciones
genéticas que nunca pudieron haberse dado en la naturaleza, y se usa en
la agricultura y alimentos desde la década de los 90. Actualmente hay
decenas de millones de hectáreas sembradas de cultivos transgénicos en
el mundo, la gran mayoría de ellos en cuatro países: Estados Unidos,
Canadá, Brasil y Argentina. Casi todos son de soya y maíz, y el resto es
mayormente algodón y canola (colza). La supuesta equivalencia de esta
tecnología con la crianza convencional tradicional practicada por
milenios se basa en suposición y no en ciencia.
El
propósito declarado de estas alteraciones genéticas es el introducir
rasgos favorables a los cultivos. Los cultivos transgénicos actualmente
existentes pretenden ofrecer soluciones a dos problemas primarios del
agricultor: las malezas y las plagas. Pero, ¿Son realmente seguros estos
cultivos y productos? ¿Brindan lo que le prometen al agricultor?
La
mayoría de los cultivos transgénicos del mundo son de soya de Monsanto
que ha sido alterada genéticamente para ser resistente al herbicida
Roundup, producto de la misma Monsanto. A estos cultivos se les llama
Roundup Ready. Esto quiere decir que alimentos derivados de cultivos
Roundup Ready pueden tener dosis sustanciales de este herbicida. ¿Cuán
seguro es? Citaré cuatro estudios publicados el año pasado (4):
Un estudio tailandés publicado en Food and Chemical Toxicology hecho con células humanas in vitro
determinó que el glifosato, ingrediente activo de Roundup, induce el
crecimiento de células cancerosas del seno. Otro estudio, realizado por
científicos de la Universidad Federal de Santa Catarina en Brasil,
encontró que dosis bajas de Roundup, de 36 partes por millón, en
exposiciones tan breves como de 30 minutos, interfieren con las
funciones reproductivas masculinas al causar muerte celular en los
testículos de ratas de laboratorio, específicamente en las células
sertoli, las cuales desempeñan un importante papel en la formación de
células de esperma y por lo tanto en la fertilidad masculina.
Según un tercer estudio, publicado en la revista internacional interdisciplinaria Entropy,
el glifosato puede suprimir las enzimas CYP, las cuales destoxifican
sustancias foráneas en el cuerpo. Esto significa que el glifosato es
capaz de incrementar los efectos de sustancias químicas dañinas
presentes en el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos
que ingerimos. Los autores plantean que el glifosato podría contribuir a
numerosas condiciones y enfermedades como obesidad, depresión, déficit
de atención, autismo, Alzheimer’s, Parkinson’s, Lou Gehrig’s, esclerosis
múltiple, cáncer e infertilidad. Más preocupante es todo esto en vista
del cuarto estudio al que hago referencia, realizado por el grupo
ecologista Amigos de la Tierra, que detectó residuos de glifosato en el
orín de 44% de sujetos humanos de 18 países europeos. Se debería
realizar un estudio similar en la población puertorriqueña, ¿no creen
ustedes?
Todo
parece indicar que Suramérica se ha llevado la peor parte en esta
agricultura transgénica tóxica. El pasado mes de mayo, 30 representantes
de 12 organizaciones de sociedad civil se reunieron en Bogotá
convocados por la Red por una América Latina Libre de Transgénicos para
analizar la situación en relación a estos cultivos a 17 años de su
introducción en la región. Declararon que:
A
pesar de que los promotores de los cultivos transgénicos dijeron que
éstos iban a disminuir el uso de plaguicidas, la realidad es lo opuesto.
Ha habido un aumento exponencial en el uso de agrotóxicos en los países
que han adoptado esta tecnología, y su aplicación está relacionada
especialmente con los cultivos resistentes a herbicidas, lo que ha
significado el sometimiento de la población a una condición sanitaria
cercana al genocidio. En el Cono Sur, la soja resistente a glifosato
cubre un área de 475.700 Km2; toda esta área es fumigada con un cóctel
de agrotóxicos que incluye el glifosato, afectando a cerca de 10
millones de personas que viven en la zona de influencia de las
fumigaciones asociadas a los cultivos transgénicos.
Esta
avalancha tóxica ha provocado un aumento exponencial de enfermedades
relacionadas con plaguicidas, como malformaciones genéticas, incremento
de leucemia, linfomas, enfermedades autoinmunes, y daños irreparables en
los ecosistemas. (5)
Recomiendo
que se haga un estudio sobre los efectos que las siembras transgénicas
en Juana Díaz, Santa Isabel y Salinas puedan estar teniendo sobre los
trabajadores agrícolas y las comunidades próximas a estos cultivos.
El
científico francés Gilles-Eric Seralini publicó el año pasado un
estudio que él realizó con ratas sobre los efectos del Roundup y del
maíz transgénico de Monsanto NK603, resistente a Roundup, el cual tuvo
resultados preocupantes, incluyendo daños a los riñones e hígado de las
ratas, y un aumento estadístico en la incidencia de cáncer,
contradiciendo un estudio similar realizado por Monsanto en 2004. El
estudio de Seralini ha sido objeto de una campaña bien orquestada de
difamación y calumnias. La revista que lo publicó, Food and Chemical Toxicology
recibió cartas airadas de científicos que cuestionaron la validez del
estudio y hasta la ética del Sr. Seralini. Pero de las 13 cartas de
protesta publicadas por FCT, 11 fueron escritas por individuos
que tenían conflictos de interés no declarados, según la organización
investigativa inglesa Spinwatch (6).
El pasado mes de noviembre, FCT
retractó el estudio de Seralini, alegando que los hallzagos en éste
eran “inconclusos”, provocando regocijo y celebración por parte de
Monsanto y sus aliados, quienes anunciaron entonces que el estudio
estaba desacreditado y que el asunto estaba cerrado. Pero al menos 128
científicos reconocidos en sus campos han firmado una declaración,
disponible en la página web End Science Censorship punto org, en la cual
declaran que la retracción es una verdadera barbaridad y una afrenta a
la ciencia. Según la declaración, el retractar un estudio por ser
“inconcluso” no tiene precedente y viola las normas de publicación
científica, que es injustificable retractar un estudio completo porque
contenga algunos hallazgos “inconclusos”, y que hallazgos conclusivos
son una rareza en la ciencia (7).
Y
la tecnología Roundup Ready, ¿Ha ayudado a combatir las malezas? ¿Se ha
beneficiado el agricultor? La respuesta es llana y simple: No. El
problema de las malezas se ha puesto peor como consecuencia directa de
los cultivos transgénicos. A fines del año pasado la Union of Concerned
Scientists publicó un informe titulado The Rise of Superweeds que
dice que superyerbajos resistentes a Roundup ahora cubren sobre 60
millones de acres de terrenos agrícolas en Estados Unidos (8). Y esta
resistencia creciente ha resultado en un mayor uso de herbicida, con
peligrosas consecuencias para el ambiente y la salud pública. Según UCS
en Estados Unidos se aplicaron 404 millones de libras de más
insecticidas y herbicidas en 2012 de lo que se hubiera aplicado si no
existieran los cultivos Roundup Ready.
Los
voceros de la industria de biotecnología dicen y repiten que la
tecnología transgénica es segura y que no existe debate científico sobre
el asunto. Pero el pretendido consenso científico en pro de los
transgénicos no es más que una mentira publicitaria. El año pasado la
organización científica europea ENSSER emitió una declaración sobre el
tema, estableciendo categóricamente, con referencias científicas, que NO
existe consenso científico en torno a la inocuidad de los productos
transgénicos. Citamos:
Como
científicos, médicos, académicos y expertos en disciplinas relevantes
para la evaluación de los aspectos científicos, legales, sociales y de
seguridad de los organismos genéticamente modificados (OGMs), rechazamos
enérgicamente las afirmaciones hechas por aquellos que desarrollan las
semillas GM y algunos científicos, comentaristas y periodistas quienes
concluyen la existencia de un “consenso científico” sobre la seguridad
de los OGMs, y que el debate entorno a esta cuestión está “cerrado”.
Consideramos
que es apremiante desmentir dichas afirmaciones porque el pretendido
consenso sobre la seguridad de los OGMs no existe. Afirmar lo contrario
es engañoso y no representa de forma adecuada ni la evidencia científica
actual ni la amplia diversidad de opiniones entre los científicos sobre
esta materia. Además, estas declaraciones fomentan un clima de
complacencia que puede llevar a una falta de rigor y de la cautela
necesaria en el ámbito regulatorio y científico, potencialmente poniendo
en peligro la salud de las personas, animales y el medio ambiente. (9)
Actualmente la declaración ha sido firmada por sobre 300 científicos reconocidos.
Todo
esto es suficiente razón para apoyar el que el Bosque Modelo propuesto
por Casa Pueblo sea zona libre de cultivos transgénicos. Pero hay más.
La situación se complica porque los transgénicos son organismos vivos, y
por lo tanto se reproducen y se mueven (10). El científico con
doctorado que no entienda eso sólo tiene que preguntarle a cualquier
jíbaro qué es lo que hace una semilla: germinar y multiplicarse. Desde
hace doce años se ha documentado hasta la saciedad la presencia furtiva
de maíz transgénico en la ruralía del sur de México, lugar que es la
cuna ancestral de ese cultivo. Ahí se está proliferando y mezclándose
agresivamente con las variedades criollas de los campesinos, con
consecuencias inciertas para la ecología, la biodiversidad agrícola y la
alimentación (11).
Pero
ese no es el único caso. En 2006 el Departamento de Agricultura federal
(USDA) anunció que el arroz transgénico experimental Liberty Link de la
multinacional alemana Bayer estaba contaminando un par de variedades
muy populares de grano largo en Estados Unidos. Bayer fue demandada por
sembradores de arroz estadounidenses y por este fiasco acabó pagando
$750 millones en compensaciones a agricultores arroceros (12). Otro
resultado fue que ahora los países de la Unión Europea compran sólo una
fracción del arroz que antes le compraban a Estados Unidos. A medida que
el rechazo a los transgénicos se hace más generalizado en el mundo
entero, Estados Unidos ha perdido grandes tajadas de sus mercados
ultramarinos de grano, al no poder garantizar que estén libres de
contaminación transgénica.
Es
necesario señalar que no hay ni ha habido nunca arroz transgénico
aprobado para consumo humano en ningún lugar del mundo. Las únicas
siembras existentes son puramente experimentales, pero aún así acaba
mezclado con el arroz para consumo humano, como demuestra el caso de
Bayer. Tampoco hay ni ha habido trigo transgénico aprobado para venta,
se sembró con propósitos experimentales en Estados Unidos de 1998 a
2005, y nunca fue aprobado para consumo. Pero el pasado mes de mayo el
USDA anunció que encontró trigo transgénico resistente a glifosato en
una finca en Oregon (13). ¿Cómo llegó ahí, si su siembra no había sido
legal en los pasados 8 años? Se desconoce aún. Y por último, el
Departamento de Agricultura del estado de Washington anunció el pasado
mes de septiembre que la alfalfa Roundup Ready de Monsanto había
contaminado cultivos de alfalfa no transgénicos (14). ¿Cuánto tiempo
pasará antes de que ocurra un evento similar en Puerto Rico, un
Chernobyl biológico que ponga en peligro nuestros mercados domésticos y
de exportación y que pongan en jaque la credibilidad de nuestra
agricultura?
Pero
esperen, esto se pone mejor todavía. Todas las semillas transgénicas
están patentadas, lo cual quiere decir que nunca se deben sembrar sin
que se pague una regalía al dueño de la patente. Y prácticamente en
todos los casos el dueño de la patente es una de seis compañías
agroquímicas semilleras que constituyen un cartel que controla la
biotecnología agrícola transgénica a nivel mundial, y que aspiran
también a patentar y controlar las semillas no transgénicas. Esto
significa que si uno es agricultor que no siembra transgénicos y su
siembra es contaminada por transgénicos, ya sea por polen, dispersión de
semillas o errores de inventario por parte de vendedores y
distribuidores de semilla, entonces uno es el que tiene que pagar una
compensación por “robo de patente”. Esto fue lo que le ocurrió al
granjero canadiense Percy Schmeiser, cuya canola fue contaminada por una
variedad Roundup Ready de Monsanto y perdió su caso en el Tribunal
Supremo de su país, estableciendo así un precedente nefasto (15).
Los
productos transgénicos son objeto de un rechazo cada vez más unánime y
universal por todas partes del mundo. Para dar unos ejemplos: la siembra
de maíz transgénico Mon 810 de Monsanto se prohíbe en Austria, Francia,
Grecia, Hungría, Polonia y Rumania. En 2005 en Suiza la ciudadanía votó
por una moratoria de 5 años a los cultivos transgénicos, y desde
entonces el gobierno ha decidido extender esa moratoria (16). En Ecuador
la constitución declara el país zona libre de transgénicos. Estos son
sólo unos ejemplos.
Es por estas y muchas otras razones que debemos todos defender la designación del Bosque Modelo como zona libre de transgénicos.
Alternativas
ecológicamente sustentables y productivas las hay. La agroecología se
perfila como alternativa viable y científicamente sólida no sólo para
alimentar el mundo sino también para mejorar el nivel de vida de los
agricultores. Sin embargo, hay agrónomos, académicos, agricultores
convencionales y gente dentro y fuera de la práctica agrícola que
insisten, rara vez presentando algún dato científico, que tal modalidad
de producción agrícola nunca será una opción práctica para alimentar un
mundo hambriento en el que la población continúa aumentando.
El
grueso de la objeción a la agroecología viene no de estudios
científicos sino de anécdotas- a menudo de segunda mano- de quienes
trataron de "sembrar orgánico" y no les funcionó. Parecen creer que es
no más que una agricultura de vagos, de simplemente dejar de aplicar
insumos y dejar que las plagas y malezas crezcan y se proliferen por la
libre a ver qué pasa.
Pero
tales concepciones son simplemente falta de información. La
agroecología tiene sólidas bases científicas, metodológicas y técnicas, y
se sirve de otras disciplinas como la ecología política, la economía
ecológica y la etnoecología.
Según los agroecólogos Miguel Altieri y Víctor Toledo:
Las
iniciativas agroecológicas pretenden transformar los sistemas de
producción de la agroindustria a partir de la transición de los sistemas
alimentarios basados en el uso de combustibles fósiles y dirigidos a
la producción de cultivos de agroexportación y biocombustibles, hacia
un paradigma alternativo que promueve la agricultura local y la
producción nacional de alimentos por campesinos y familias rurales y
urbanas a partir de la innovación, los recursos locales y la energía
solar. (17)
Termino
aquí mi presentación, y reitero mi apoyo a que el Bosque Modelo sea una
zona libre de transgénicos y recurso para el desarrollo de la
agroecología.
SOBRE EL BOSQUE MODELO:
11) http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/Mexico, http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/Corn
17)
Miguel Altieri y Víctor Toledo. “La Revolución Agroecológica en
América Latina: rescatar la naturaleza, asegurar la soberanía
alimentaria y empoderar al campesino” SOCLA, 2011.
- Carmelo Ruiz Marrero es Director, Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico
http://www.alainet.org/active/72445&lang=es
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