Un nuevo Informe presentado al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas
sobre el Derecho a la Alimentación, apunta directamente a cómo se
producen los alimentos y su distribución a escala mundial. Con un
análisis de nuestro sistema alimentario por parte de expertos, como
Vandana Shiva y Michael Pollan, el autor del Informe, Olivier de
Schutter, solicita una menor intromisión de las grandes empresas
agrícolas y un control democrático de los alimentos.
Aunque las recomendaciones
del Informe son revolucionarias, los grandes de medios de comunicación
no se han hecho eco de su publicación.
De Schutter, relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, ha pasado seis años visitando más de una docena de países, concluyendo que el sistema de alimentación de todo el mundo debe ser reconstruido,
en base a la incentivación de la agricultura local, sostenible, para
que las personas tengan un mayor control sobre lo que desean cultivar y
comer. Esto es algo que no suena radical en Estados Unidos, donde se
está produciendo una rápida expansión de los mercados locales y el
cultivo en los patios y jardines. Pero en las comunidades pobres, sean
de Estados Unidos o de otros países, esta idea sí que suena radical. Se
trata en definitiva de promover el cultivo local, una agricultura
sostenible y una gestión democrática del sistema de alimentación.
El Sistema Alimentario mundial
está controlado por un puñado de gigantescas Corporaciones, la mayoría
de las cuales tienen sus sede en Estados Unidos, tales como ConAgra, Cargill y PepsiCo.
Por las manos de estas Empresas pasan la mayor parte de los alimentos
del mundo. Este es un Sistema ambientalmente insostenible, debido a la
excesiva dependencia de los fertilizantes químicos, plaguicidas y
combustibles fósiles, pero también en su ineficacia en alimentar a la
gente. El Programa Mundial de Alimentos estima que 842 millones de personas padecen hambre en todo el mundo.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? La llamada Revolución Verde,
a partir de la década de 1940, fue una promesa de que una solución
tecnológica con semillas de alto rendimiento, en combinación con
fertilizantes y plaguicidas químicos, acabarían con el hambre en el
mundo. En cierta medida, la Revolución Verde tuvo éxito en
producir grandes cantidades de granos de cereales que alimentan a una
gran parte de la población del mundo. Pero, ¿cómo tan pocas empresas lo
controlan todo? ¿Y por qué tanta gente aún pasa hambre?
En una entrevista publicada en Uprising
con el activista Raj Patel, le hice una pregunta sobré qué ha salido
mal en la Revolución Verde y por qué el Informe de De Schutter puede
aportar soluciones. Patel es escritor, activista y académico; escribió
el libro “Obesos y famélicos: los mercados, el poder y la batalla oculta por el control del Sistema de Alimentos” y “El valor de la nada”, un best-seller según The New York Times. Da clases en la Universidad de Berkeley con Pollan, y es asesor de Schutter. Patel me dijo: “el sistema alimentario del mundo está forjado por una historia de colonialismo, esclavitud e imperialismo”.
Más recientemente, Patel me ha dicho que la Revolución Verde ha dado lugar a “que
la agricultura industrial haya sustituido a los trabajadores,
teniéndose que desplazar estos a las ciudades. Allí son las personas que
tienen más probabilidades de pasar hambre”. Patel también dijo: “Sí,
hay más alimentos que se producen a partir de los grandes cultivos
básicos, pero se sacrifican otros tipos de cultivos más nutritivos que
crecían junto a los cereales”. Poniendo de ejemplo el caso de América Latina, Patel señaló que durante el período de máximo apogeo de la Revolución Verde, “la producción de alimentos aumentó en un 9%, pero también aumentó el hambre”.
Patel sostiene que hay alimentos suficientes para todos, pero “la forma de distribuir la comida es injusta”.
En otras palabras, el control de las Corporaciones de las vastas
extensiones de monocultivos hizo que muchas personas fueran expulsadas
de sus tierras, hasta que sólo han quedado un puñado de empresas que
producen más alimentos que nunca, pero persiste una población hambrienta
de pobres sin tierra que no pueden permitirse el lujo de alimentarse a
sí mismos.
No sólo las empresas de
alimentos controlan el Sistema Alimentario, sino que también lo hacen
las grandes empresas químicas y de semillas, como Monsanto y Dow
Chemical. Durante décadas, Monsanto se ha estado beneficiando de su
monopolio en la creación de semillas de maíz y soja modificadas
genéticamente, que son resistentes al herbicida Roundup, que fabrica
esta empresa. Estas semillas se denominan Roundup Ready (RR), y
se vendieron como eficaces y fáciles de usar, pero son semillas que se
han diseñado para ser estériles, por lo que los agricultores no pueden
guardar sus semillas para la cosecha del próximo año, y dependen por
tanto de Monsanto. Pero también resultó que el uso intensivo de
productos químicos venenosos, ha dado lugar a que las hierbas se hagan resistentes a los pesticidas (super malas hierbas).
Deseoso de entrar en el mismo juego, Dow Chemical está esperando que se apruebe una nueva semilla modificada genéticamente que es resistente a un pesticida denominado Enlist. El pesticida Enlist contiene una sustancia química que formó parte de las sustancias tóxicas utilizadas en la guerra de Vietnam, el Agente Naranja. Patel se lamentaba de que “se
concentra el poder sobre los fertilizantes y las semillas en muy pocas
empresas, siendo capaces de manejar el mercado a su antojo”.
En el Informe enviado a las Naciones Unidas, De Schutter propuso como solución la agroecología, que describe como “una forma de recuperar los sistemas alimentarios y en favor de la sostenibilidad”. La agroecología, según Patel, es “un
sistema en el que en vez de suplantar a la naturaleza, se trabaja con
ella, Así, en lugar de depender de los plaguicidas, por ejemplo, se
utilizarían los insectos depredadores para el control de las plagas, por
lo que la gestión de las plagas se integra en un ecosistema diverso y
complejo”. Esta forma de producir alimentos
sustituirá a los monocultivos de maíz, soja y trigo, por una amplia
variedad de cultivos, que mejoran el suelo, controlan las plagas y dan
cobijo a diferentes especies. Lo más importante, un sistema alimentario
agroecológico, dice Patel, es un sistema que frena el cambio climático y
es “mucho más fuerte para soportar situaciones climáticas extremas”.
La agroecología va al lado
de la soberanía alimentaria, un término adoptado por un fuerte
movimiento de más de 200 millones de campesinos, Vía Campesina,
que exige el control local y democrático de los alimentos. Así que no
es de extrañar que la Industria dominada por las Corporaciones sea muy
cautelosa cuando se habla de soberanía alimentaria. Sin embargo, en su
Informe dirigido al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, De Schutter
escribe: “La soberanía alimentaria es una condición para la plena realización del derecho a la alimentación”. Apunta directamente a las grandes Corporaciones, diciendo de ellas que “los
sistemas alimentarios actuales son eficientes desde el punto de vista
de maximización de las ganancias a través de los negocios agrícolas”, y añade “a
niveles local, nacional e internacional, el marco normativo debe
adaptarse con urgencia a otra alternativa, un control democrático”.
Patel insiste en que la noción de democracia “es el meollo, lo más radical de este Informe”. En lugar de hablar de soberanía alimentaria, las Corporaciones y los Gobiernos emplean el término de seguridad alimentaria. Pero técnicamente, dijo Patel, “se
puede tener seguridad alimentaria en la cárcel y se le dará suficiente
comida para sobrevivir. Pero usted no tiene control sobre este proceso,
en la forma en que se cultiva el alimento o cómo la sociedad decide cómo
acabar con el hambre”. En otras
palabras, el control democrático de nuestro sistema alimentario es lo
único que puede romper el control de las Corporaciones sobre lo que
comemos y cómo y dónde cultivamos nuestros alimentos, y de eso es
precisamente lo que De Schutter ha informado al Consejo de Derechos
Humanos de la ONU.
Igual que otras necesidades
humanas básicas, como el agua, la vivienda y la asistencia sanitaria, la
comida no debe estar sujeta a los fines de lucro. Al solicitar el
control democrático de nuestros alimentos, De Schutter y Patel están
amenazando los intereses comerciales de las más grandes y poderosas
Corporaciones del mundo. Teniendo en cuenta que el Informe de De
Schutter ha sido presentado a los más altos representantes
internacionales de la sociedad civil, tiene el potencial de provocar un
cambio, pero sólo si hay suficiente presión desde abajo.
Patel me dijo que el Informe es “tan bueno como lo sea la movilización en favor de su consideración”. Aunque
proporciona nuevas argumentos a grupos como Vía Campesina en su lucha
en la democratización del sistema alimentario, advierte que es mucho el
trabajo por hacer: “necesitamos mantener la organización y la
presión, y esto nos permite tener un sueño mucho mayor que el que nos
lanzan los Gobiernos, que dicen representarnos”.
© 2014 TruthDig.com
Sonali Kolhatkar es
codirectora de la Misión de Mujeres de Afganistán, una organización sin
ánimo de lucro con sede en Estados Unidos, que apoya la defensa de los
derechos de las mujeres en Afganistán. Sonali es coautora de “Bleeding Afghanistan: Washington, Warlords, and the Propaganda of Silence.” Es presentadora y productora de Uprising, un programa de radio sindicado con Pacifica Network
Procedencia del artículo: http://www.commondreams.org/view/2014/03/21-0
De:
http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2014/03/22/informe-de-la-onu-hay-que-poner-fin-al-control-de-los-alimentos-por-parte-de-las-corporaciones/
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