En las pasadas semanas, se han conjuntado varias buenas noticias de
diferentes partes del mundo que hablan de una creciente toma de
conciencia de la peligrosidad y perversidad de los organismos
genéticamente modificados: prohibición en Argentina de un centro de
experimentación con transgénicos financiado por uno de los consorcios
transnacionales más poderosos. En Chile, el gobierno entrante de
Michelle Bachelet retira una propuesta de ley que, de aprobarse,
permitiría comenzar con la siembra de transgénicos. En Europa, Monsanto
retira del parlamento europeo sus solicitudes de autorización para la
siembra de transgénicos, ante el rechazo de los consumidores y su
exigencia de que los productos derivados de organismos genéticamente
modificados, sean claramente etiquetados, aunque España y Portugal
siguen siendo la punta de lanza para contaminar las semillas nativas de
los países de la Comunidad Europea.
Finalmente, en nuestro país, un juzgado de distrito acaba de prohibir
la siembra de soya transgénica en el estado de Campeche, dándoles la
razón a varias comunidades mayas y otras organizaciones sociales que
interpusieron un amparo.
Los hechos anteriores, que pueden valorarse como pequeñas victorias
contra las poderosas empresas depredadoras, son una clara muestra de que
finalmente gran parte de la población mundial está tomando conciencia
de las graves implicaciones económicas, políticas, ecológicas y
sanitarias que implica la siembra de semillas genéticamente modificadas,
a pesar de las falsas bondades difundidas a través de los medios y a
través de los “académicos” pagados por las empresas, y a pesar de las
complicidades de funcionarios a sueldo de las mismas, que promueven
leyes absurdas y aberrantes pasando por encima del derecho humano a una
alimentación sana.
En el caso de Campeche, es importante recalcar que la resolución
favorable se logró gracias a la unión de varias comunidades y grupos de
ciudadanos organizados: las autoridades mayas de Pac Chen y Cancabchen
del municipio de Holpechen, Campeche; el colectivo apícola de los
Chenes, el colectivo MA OGM, la Cooperativa Educe y la organización
Indignación, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, A.C. En
segundo lugar, no sólo se argumentó la afectación a la rica
biodiversidad del estado, sino la afectación a las abejas por el uso
masivo de glifosato, que implicaría el cultivo de la soya, destruyendo
una de las bases de la economía maya. En tercer lugar se denunció la
complicidad de la Sagarpa y la Semarnat con la empresa, al otorgarles
permisos para la siembra comercial de 253 mil hectáreas de soya
transgénica, sin haber realizado la consulta obligada por el convenio
169 de la OIT, a las comunidades indígenas; y además pasando por encima
de los dictámenes de la Conabio, la Conanp y el INE, que rechazaron la
siembra de soya transgénica.
Sin bien es cierto que la lucha contra la siembra de organismos
transgénicos se ha centrado principalmente en torno a la defensa de los
maíces criollos de México, el caso de Campeche nos recuerda que los
consorcios de la biogenética también están sembrando soya, trigo, arroz,
algodón y muchas otras semillas que son fundamentales para la vida
humana y que se debe organizar la oposición en todos los frentes.
De:
http://www.lajornadadeoriente.com.mx/2014/03/25/rechazo-a-transgenicos/
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