Por Ronnie Cummins, 31 de octubre de 2013
Veinte años después de la introducción de los controvertidos alimentos y cultivos modificados genéticamente, sin etiquetado y sin pruebas fehacientes de seguridad,
la oposición a los transgénicos y a empresas como Monsanto ha creado
uno de los mayores movimientos y una red de base popular en los Estados
Unidos.
Hay
cuestiones sin duda más importantes a las que nos enfrentamos hoy en día
que la lucha contra los alimentos Frankenstein. Por otro lado, se
encuentran la crisis climática, el control de las Corporaciones sobre
los Gobiernos y los Medios de Comunicación, son cosas que enseguida me
vienen a la mente. Sin embargo, el rápido crecimiento del movimiento
antitransgénicos ilustra la poderosa sinergia que puede desarrollarse
utilizando los medios sociales, la presión del mercado y la actividad
política. Por la evolución de los acontecimientos quizás nos puedan
parecer que las Corporaciones están fuera de control, con el apoyo de
los medios de comunicación, la labor de los políticos y ese proverbial
uno por ciento, pueden ser muy listos y hábiles, pero quizás pudieran
ser derrotados.
A
raíz de las campañas en contra del etiquetado de los transgénicos, y
las grandes sumas de dinero invertidas en ellas, primero en California
en 2012 y después en Washington en 2013, muchas personas defensoras de
los alimentos ecológicos y la salud han conseguido colocar a la
defensiva a la elite política y las grandes Corporaciones.
Hemos
demostrado que con la creación de una coalición tanto en el interior
como en el exterior, mediante la presión del mercado, las movilizaciones
y la recaudación de fondos, canalizando de forma estratégica la acción
política local y estatal, se pueden tener probabilidades en esa lucha
entre David y Goliat.
Aquí
dejo cinco consejos estratégicos en la lucha contra los transgénicos,
consejos que pueden aplicarse a una amplia gama de cuestiones políticas:
1.- Encuadre de los problemas en un contexto populista agresivo
Es
un asunto candente la creciente preocupación por la seguridad
alimentaria y la desconfianza generalizada en las grandes Empresas
Químicas, en los medios de comunicación, en las Agencias de Regulación,
en los Parlamentos. El 40% de los consumidores creen que los alimentos y
cultivos transgénicos son inseguros, y otro 40% se muestra indeciso.
Estos números asustan a las grandes cadenas de supermercados, a las
empresas de Biotecnología y de alimentos. Algunos estados, como el de
Washington, Connecticut, Maine y Vermont, pronto exigirán el etiquetado
obligatorio de los alimentos transgénicos, lo que podría conducir a que
estos controvertidos alimentos saliesen del mercado.
Los activistas contra los transgénicos han obtenido el apoyo de millones de consumidores, desafiando enérgicamente a las empresas que se oponen al etiquetado: Monsanto, Coca-Cola, Pepsi, Nestlé, y otras.
2.- La formación de coaliciones poco convencionales entre los más radicales y los moderados aumenta la masa crítica
Después
de 20 años de educación del público y de defensa de los consumidores,
los movimientos a favor de una alimentación más natural han constituido
una coalición de grupos sin fines de lucro y de interés público, tales
como la Asociación de Consumidores Ecológicos o Food Democracy Now, o
empresas de cultivo ecológico, lo que no está acercado a algo parecido a
una masa crítica.
Más de 100
millones de consumidores estadounidenses compran de forma regular
alimentos ecológicos, dando lugar a un mercado en rápido crecimiento que
ya mueve 80 mil millones de dólares al año. Uno de los logros más
importantes del movimiento Derecho a Saber, pidiendo el etiquetado de
los transgénicos, ha sido el de unir a grupos muy diversos en la
promoción y recaudación de fondos sin ánimo de lucro en favor de una
alimentación más sana y en un cambio de mentalidad. Después de 20 años
operando con presupuestos muy reducidos, de constituir empresas de
producción ecológica, se ha conseguido recaudar la nada desdeñable cifra
de 20 millones de dólares para apoyar las iniciativas de etiquetado de
los transgénicos, en California y Washington, mientras que se ha
presionado a importantes marcas, como Whole Foods Market, Trader Joe y
Chipotle, que apoyen el etiquetado.
Al mismo
tiempo, grupos de activistas más radicales están aprendiendo que para
conseguir el mayor impacto hay que trabajar con grupos moderados. Esta
estrategia del dentro-fuera ha permitido a los grupos más radicales en
favor de una alimentación ecológica, resaltar los impactos alarmantes y
en el ambiente de los transgénicos, llevando a cabo boicots,
manifestaciones y la acción directa, mientras que los grupos más
moderados apelan al mensaje del derecho a saber lo que hay en los
alimentos que consumimos.
3.- La presión del mercado y la acción política deben ir de la mano
Los activistas contra los transgénicos ya han aprendido que la presión del mercado
y la acción política deben ir de la mano. No es suficiente con la
compra de los alimentos y productos ecológicos y no transgénicos para
compensar a aquellas empresas que los comercializan y por el contrario
desechar otro tipo de alimentos, debemos apoyar políticamente un
ambiente sano, alimentos respetuosos con el clima y el suelo. Si
queremos desterrar del mercado los alimentos transgénicos, no sólo hay
que practicar en nuestra vida cotidiana lo que predicamos, sino también
en la vida política e involucrarnos en batallas legislativas y en
campañas políticas.
Una
importante consecuencia de la presión del mercado y los boicots de los
transgénicos, en su potencial para dividir de forma gradual a nuestros
oponentes. En el caso del movimiento en contra de los transgénicos, se
ha empezado a abrir una brecha entre la empresas de Biotecnología, la
Agricultura Industrial y sus antiguos aliados, los fabricantes de
alimentos y las cadenas de supermercados. A raíz de la Propuesta 37 de
etiquetado en California, la Asociación de Consumidores Ecológicos y sus
aliados emprendieron un boicot nacional contra aquellas empresas que
habían gastado hasta 20 millones de dólares, y otros 30 millones
procedentes de la Empresas de Biotecnología, para derrotar la Propuesta
37. Sabemos que muchas de ellas vieron disminuir sus ingresos, lo que
obligó a otras importantes multinacionales, como Unilever, a mantenerse
alejada de las actividades en contra del etiquetado. Otro gigantes de la
distribución, como Wal-Mart, por temor a la respuesta de los
consumidores, han comenzado a presionar a la FDA para que se ponga
etiqueta a los alimentos transgénicos.
4.- Movilizaciones, peticiones a través de la red y recaudación de fondos son asuntos clave
Los
activistas contra los transgénicos están construyendo nuevas
coaliciones, solicitando peticiones y aumentando la lista de correos,
con agrupaciones nacionales y locales, con la utilización de las redes
sociales para la movilización, y la recaudación de fondos a través de
Internet.
En las
recientes iniciativas legislativas para el etiquetado de los
transgénicos en California y Washington, así como otras iniciativas en
otros estados, se ha conseguido el envío coordinado de más 10 millones
de correos electrónicos a la vez. Durante los últimos 12 meses, Organic
Consumers Association, Mercola.com, Food Democracy Now, Natural News,
Alliance for Natural Health, Center for Food Safety, Just Label It,
Environmental Working Group, Cornucopia, Friends of the Earth, CREDO, y
MoveOn han sido capaces de enviar mensajes a favor del etiquetado y
contra los transgénicos a millones de consumidores, la realización de
miles de acciones locales de protesta, y la consecución de más de 20
millones de dólares a través de pequeñas donaciones. El movimiento en
contra de los transgénicos no tiene los bolsillos tan grandes ni puede
realizar campañas de publicidad y de relaciones públicas como las
grandes Empresas de Biotecnología, pero están desarrollando nuestros
propios medios de información en Internet, sobre todo a través de
Facebook.
5.- La acción política
local y estatal es más eficaz que las campañas dirigidas a la aprobación
de nuevas leyes y los legisladores
El
movimiento en contra de los transgénicos, como otros movimientos de
transformación social, han aprendido por las malas que las empresas y la
elite rica controlan no sólo los medios de comunicación, sino también
el Gobierno, loo Tribunales y las Agencias de Regulación. Después del
envío de peticiones durante décadas al Gobierno, éste hace caso omiso de
ellas atendiendo a los contribuyentes ricos, desoyendo a ese 93% de la
población que ve con buenos ojos el etiquetado obligatorio de los
alimentos modificados genéticamente.
En
consecuencia, el movimiento contra los transgénicos ha trasladado su
punto de atención de Washington a otros lugares: presión sobre el
mercado, campañas políticas a nivel local, sobre todo iniciativas
legislativas. Las iniciativas legislativas ciudadanas son legales en 24
estados y aproximadamente en 1000 condados y municipios. Esta forma de
democracia directa da a los votantes el poder de promulgar leyes de
etiquetado, la aprobación de normas reguladoras para las empresas de
Biotecnología y Agricultura Industrial, sin pasar a través de políticos y
burócratas. Varios condados de los estados de Washington y California
han ido más allá del simple etiquetado, expresándose a favor de la
prohibición total de los transgénicos, gracias a la acción política
local. En 2014, cuatro condados de Oregón votarán iniciativas
legislativas sobre la prohibición de los cultivos transgénicos.
Gane
o pierda en el estado de Washington la iniciativa a favor del
etiquetado, el movimiento contra los transgénicos se ha convertido en un
buen ejército de base, comprometido en la reclamación de sistemas
alimentarios y agrícolas más respetuosos, dentro de una batalla más
amplia para transformar la política y el Sistema Económico.
Ronnie
Cummins es un activista veterano, organizador y autor. Es el director
internacional de la Asociación de Consumidores Orgánicos y de su filial
en México, Vía Orgánica. http://www.organicconsumers.org; http://www.viaorganica.org
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