Una de las mayores multinacionales del mundo está siendo asediada por
diversos movimientos y múltiples acciones, programadas y espontáneas, a
través de denuncias, movilizaciones de todo tipo que convergen contra
una empresa que representa un serio peligro para la salud de la
humanidad. Constatar la variedad de iniciativas existentes y aprender de
ellas puede ser un modo de comprender un movimiento de nuevo tipo,
transfronterizo, capaz de articular activistas de todo el mundo en
actividades concretas.
El campamento en las puertas de la planta de semillas que Monsanto
está levantando en Malvinas Argentinas, a 14 kilómetros de Córdoba, es
uno de los mejores ejemplos de la movilización en curso. La
multinacional planifica instalar 240 silos de semillas de maíz
transgénico con el objetivo de llegar a 3.5 millones de hectáreas
sembradas. La planta usará millones de litros de agroquímicos para el
curado de semillas y una parte de los efluentes se liberarán al suelo y
al agua, provocando un grave perjuicio, como sostiene Medardo Ávila
Vázquez de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.
El movimiento contra Monsanto consiguió victorias en Ituzaingó, un barrio de Córdoba cercano al lugar donde se pretende instalar la planta de semillas
de maíz. Allí nacieron una década atrás las Madres de Ituzaingó que
descubrieron que 80 por ciento de los niños del barrio tienen
agroquímicos en la sangre y que es una de las causas de las muertes y
malformaciones de sus familiares. En 2012 ganaron por primera vez un
juicio contra un productor y un fumigador condenados a tres años de
prisión condicional sin cárcel.
El campamento en Malvinas Argentinas ya lleva un mes, sostenido por la
Asamblea de Vecinos Malvinas Lucha por la Vida. Consiguieron ganar el
apoyo de buena parte de la población: según encuestas oficiales 87 por
ciento de la población quiere una consulta popular y 58 por ciento
rechaza la instalación de la multinacional, pero 73 por ciento tiene
miedo de opinar en contra de Monsanto por temor a salir perjudicado ( Página 12, 19/09/13).
Los acampantes resistieron un intento de desalojo del sindicato de la
construcción (UOCRA) adherido a la CGT, el acoso policial y de las
autoridades provinciales, aunque cuentan con el apoyo del alcalde,
sindicatos y organizaciones sociales. Recibieron apoyo del Nobel de la
Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y de Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de
Mayo. Consiguieron paralizar la construcción de la planta al impedir el
ingreso de camiones.
El asedio a Monsanto
llegó hasta un pequeño pueblo turístico del sur de Chile, Pucón, en el
lago Villarrica, donde 90 ejecutivos de la trasnacional provenientes de
Estados Unidos, Argentina, Brasil y Chile llegaron hasta un lujoso hotel
para realizar una convención. Grupos ambientalistas, cooperativas y
colectivos mapuche de Villarrica y Pucón se dedican estos días a
escrachar la presencia de Monsanto en el país ( El Clarín, 13/10/13).
Son apenas dos de las muchas acciones que se suceden en toda la región
latinoamericana. A mi modo de ver, las variadas movilizaciones en más de
40 países nos permiten sacar algunas conclusiones, desde el punto de
vista del activismo antisistémico:
En primer lugar, las acciones masivas en las que participen decenas de
miles son importantes, pues permiten mostrar al conjunto de la población
que la oposición a empresas como Monsanto, y por tanto a los transgénicos, no es cuestión de minorías críticas. En este sentido, jornadas mundiales, como la del 12 de octubre, son imprescindibles.
Las movilizaciones de pequeños grupos, decenas o cientos de personas,
como las que suceden en Pucón y en Malvinas Argentinas, así como en
varios emprendimientos mineros en la cordillera andina, son tan
necesarias como las grandes manifestaciones. Por un lado, es un modo de
estar presentes en los medios de forma permanente. Por encima todo, es
el mejor camino para forjar militantes, asediar a las multinacionales y
difundir críticas a todas sus iniciativas empresariales.
Es en los pequeños grupos donde suele aflorar el ingenio y en su seno
nacen las nuevas formas de hacer capaces de innovar la cultura política y
los métodos de protesta. Allí es donde pueden nacer vínculos
comunitarios, vínculos fuertes entre personas, tan necesarios para
profundizar la lucha. Después de un mes acampando en Malvinas
Argentinas, los manifestantes comenzaron a levantar paredes de adobe,
construyeron un horno de barro y armaron una huerta orgánica a la vera
de la ruta ( Día a Día de Córdoba, 13 de octubre de 2013).
En tercer lugar, es fundamental sustentar las denuncias con argumentos
científicos y, si fuera posible, involucrar autoridades en la materia.
El caso del biólogo argentino Raúl Montenegro, premio Nobel Alternativo
en 2004 (Right Livelihood Award), quien se comprometió con la causa
contra Monsanto y con las Madres de Ituzaingó, muestra que el compromiso de los científicos es tan necesario como posible.
La cuarta cuestión es la importancia de las opiniones de la gente común, difundir sus creencias y sentimientos sobre los transgénicos
(o cualquier iniciativa del modelo extractivo). La subjetividad de las
personas suele mostrar rasgos que no contemplan los más rigurosos
estudios académicos, pero sus opiniones son tan importantes como
aquellos.
Por último, creo que es necesario poner en la mira no sólo a una
multinacional como Monsanto, una de las más terribles de las muchas que
operan en el mundo. En realidad, ésta es apenas la parte más visible de
un modelo de acumulación y desarrollo que llamamos extractivismo y que
gira en torna a la expropiación de los bienes comunes y la conversión de
la naturaleza en mercancía. En este sentido, es importante destacar lo
que hay en común entre los monocultivos transgénicos,
la minería y la especulación inmobiliaria que es el modo que asume el
extractivismo en las ciudades. Si derrotamos a Monsanto, podemos vencer a
las otras multinacionales. Ecoportal.net
La Jornada
Info:
http://www.ecoportal.net/Eco-Noticias/Con_nuestra_vida_en_juego_Seremos_capaces_de_derrotar_a_Monsanto
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