Víctor Martínez González
CCS
Dallas- Agricultores, plataformas ciudadanas y organizaciones de la
sociedad civil celebraron hace unas semanas la decisión de Monsanto de
retirar las solicitudes de comercialización en la Unión Europea de sus
semillas genéticamente modificadas. Tras enfrentarse a sus protestas y a
interminables trabas burocráticas, la multinacional líder en producción
de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) se encontró también con
la oposición de la Comisión
Europea, recelosa ante los riesgos que esta
práctica puede suponer para la salud y el medio ambiente. Y es que
muchas de las semillas que Monsanto planeaba exportar tienen
modificaciones genéticas que les permiten resistir a los herbicidas
convencionales. Su cultivo conlleva un uso de herbicidas mayor y más
potentes, que a menudo también son comercializados por la propia
multinacional. Además, las semillas transgénicas no permiten su
reproducción y se han de adquirir nuevas antes de cada cosecha, lo que
supone un enorme gasto que no termina de convencer a los agricultores, a
pesar de su delicada situación.
Lo cierto es que los transgénicos nunca han arraigado en Europa. En los
últimos años, Hungría ha destruido campos de maíz genéticamente
modificado, Grecia o Alemania han prohibido estos cultivos y Francia ha
vetado el uso de cualquier semilla modificada. Se calcula que en el
mundo hay 170 millones de hectáreas plantadas de OGM y que apenas 100
mil se encuentran en Europa. La mayoría de ellos se encuentra en España,
el único país de la Unión Europea (UE), según Greenpeace, que cultiva
transgénicos a gran escala, con el 90 por ciento del maíz modificado.
Monsanto, que entró en España en 1970, ha conseguido renovar la
exportación del maíz Mon810, a pesar de la decisión de la Comisión
Europea. La laxitud de la legislación española, la falta de un plan
agrícola claro y el apoyo ciego del Gobierno demuestran la estrecha
relación entre el país y la poderosa multinacional. Blanca Ruibal,
responsable de agricultura de la ONG Amigos de la Tierra, advierte de
que el 67 por ciento de los experimentos con transgénicos que se
realizan al aire libre en Europa tienen lugar en España: “Existe una
gran opacidad en torno a estas prácticas. Nunca se sabe dónde están
ubicados los cultivos experimentales, a pesar de que hay una sentencia
del Tribunal Europeo de Justicia que obliga a los gobiernos a comunicar
dónde se encuentran. En España se oculta la información”.
Cuando Monsanto u otras empresas solicitan realizar experimentos
...
al aire libre para probar sus productos, la mayoría de los países
europeos se niegan. España no, lo que le ha convertido en un laboratorio
perfecto. Tal es la docilidad del estado español que Estados Unidos le
presionaba y utilizaba para que favoreciese en Bruselas la introducción
de los transgénicos, como desvelan unos cables diplomáticos revelados
por Wikileaks.
Una de las tesis más esgrimidas por las compañías que comercializan con
OGM es que su uso puede contribuir a combatir la escasez de alimentos en
el planeta. El multimillonario fundador de Microsoft y accionista de
Monsanto, Bill Gates, llegó a afirmar que los cultivos transgénicos son
la solución para acabar con el hambre en el mundo.
Un argumento que no se sostiene cuando vemos que la mayor parte de los
OGM que se comercializan no se destinan a la alimentación, sino a la
producción de piensos para animales. En Argentina, principal productora
de soja del mundo, más del 90 por ciento de la producción es
transgénica, repartida en más de 19 millones de hectáreas de monocultivo
que antes se dedicaban al ganado, a verduras y hortalizas. Miles de
campesinos empobrecidos que antes vivían de labrar la tierra han
emigrado con sus familias desde que Monsanto se estableció allí.
Lo mismo sucedió en la India con el algodón, o en Kenia, donde una
variedad de boniato transgénico introducido por Monsanto resultó ser
menos productivo que el boniato convencional.
La información está derribando los muros de las oligarquías
empresariales, y permite conocer las consecuencias de los transgénicos
para la salud y el medio ambiente. La decisión de la UE viene precedida
de masivas movilizaciones en México, Argentina, Chile o Puerto Rico
protagonizadas por una ciudadanía organizada e informada que denuncia un
abuso que atenta directamente contra la soberanía alimentaria, una
línea roja que nunca debiera haberse sobrepasado en favor de beneficios
económicos privados.
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http://elextranewspaper.com/noticia/19318/42/seguridad-alimentaria-frente-a-transgenicos
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