San Andrés de Sotavento.
Una frase de dos palabras con mucha carga emocional, pero también con
una gran verdad es el eje de la defensa que hacen los indígenas zenúes
en Córdoba y Sucre de los maíces criollos.
En dieciséis municipios de estos dos
entes territoriales en donde están 336 resguardos indígenas comenzaron
la lucha de conservar sus variedades de maíces criollos y no permitir
que llegaran a ellos los maíces modificados que se conocen como
transgénicos que empezaron a llegar al departamento a mediados de la
década del 2000.
Y la lucha no solo ha servido para
evitar que lleguen a ellos los transgénicos, porque se declararon
Territorios Libres de Transgénicos (TLT) sino también que les ha servido
para recuperar variedades que se estaban perdiendo.
Hoy, de acuerdo con Álvaro Hernández
Estrada, secretario de la Corporación Red Agroecológica del Caribe
(Recar) tienen semillas de 26 variedades de maíces criollos para
mantenerlas vigentes y que son de uso colectivo.
Los custodios
Y no es cualquiera el que vela por
mantener las semillas, para eso tienen a 30 personas a los que ellos
llaman Custodio o Guardianes de Semillas, indígenas dedicados
exclusivamente a la siembra de terrenos para reproducirlas. Cada uno
decide qué semilla siembra de acuerdo con sus intereses. En promedio
cada custodio puede guardar entre 10 y 20 kilos de semilla.
Están buscando la forma de aumentar el
volumen de semillas guardadas para garantizar que haya más, porque la
comunidad indígena crece y se necesita mayor disponibilidad de ellas.
El área de siembra, para las semillas y
para el consumo de los indígenas no es muy grande, unas 60 hectáreas, lo
que pone de manifiesto la urgente necesidad de recuperar las tierras
que han perdido los resguardos a manos de colonos que se han apropiado
de ellas.
Hernández Estrada asegura que el
resguardo zenú tenía 83 mil hectáreas para su comunidad, pero hoy solo
tienen once mil, y esto gracias a la recuperación de algún territorio.
Aunque el terreno para la siembra es pequeño, mil familias que pertenecen a las asociaciones de la Recar comen de esa siembra.
"En promedio las familias siembran una
hectárea en maíz, que combinan con otros productos como la yuca, el
ñame, la batata, y sacan entre una y una y media tonelada que es para el
consumo familiar durante el año y si quieren venden una parte", explica
Álvaro Hernández.
Tanto los custodios de semilla como las
familias de los resguardos siembran su maíz y lo mantienen con abonos
naturales, porque por esa zona no gastan recursos en agroquímicos.
"Nuestras semillas milenariamente la hemos tenido para el autoconsumo y sabemos que los transgénicos son una amenaza para nuestra semilla ya que vienen modificadas genéticamente por eso no los hemos dejado entrar a nuestro territorio. Toda la comunidad está pendiente de que esto no ocurra porque todos queremos saber lo que comemos", anota el secretario de Recar.
Cómo funciona el TLC
El TLT fue un proceso que iniciaron
las comunidades indígenas de Córdoba y Sucre. Las organizaciones de base
están pendientes de qué cultivos se establecen en los municipios y si
se ven algo sospechoso en estos se avisa a la Recar, la cual se encarga
de hacerle seguimiento a la denuncia y si se comprueba que hay invasión
de cultivos transgénicos, como pasó en alguna oportunidad con el
algodón, se le informa al Cabildo Mayor que tiene su sede en San Andrés
de Sotavento y este es el que decide qué hacer con esos cultivos.
Cómo conservan las semillas
Los indígenas zenúes siguen utilizando las técnicas que usaban sus ancestros para conservar las semillas.
Por ejemplo, se construyen pañoles, una
casa pequeña cercada y con estacas a la altura de un metro para que no
le entre humedad. O también las ponen sobre un zarzo en las varas de la
casa, encima del fogón para que cuando el humo salga le llegue y las
conserve.
Para guardar semillas en más bajos
volúmenes utilizan calabazos, allí se meten las semillas y se les agrega
ceniza o plantas repelentes como el neem o la albaca.
"En algunas partes se cogen las
mazorcas, se le quita la mitad del cascarón y se amarran en una pita en
el patio como si se estuviera asoleando pescado, el sol las protege y no
se moja porque le dejan la mitad del cascarón", explica Álvaro
Hernández.
Qué buscan los indígenas
Con el programa de conservación de
semillas criollas de maíz, yuca, ñame los indígenas zenúes buscan tener
la libertad de elegir lo que quieren comer.
"Estamos defendiendo la soberanía
alimentaria, que seamos soberanos al momento de decir que queremos
comer, porque en el país se está hablando de seguridad alimentaria, es
decir, tener la comida allí, pero nosotros queremos es ser soberanos de
decir qué nos vamos a comer, sin que nos digan qué tenemos que comer",
afirma Hernández Estrada al explicar lo que significa para ellos la
soberanía alimentaria.
La Corporación Red Agroecológica del
Caribe (Recar) está compuesta por cuatro asociaciones: La Asociación de
Productores Indígenas de Sucre (Asproinsu) de Sampués; la Asociación de
Productores Indígenas Agroecológica de Palmito (Asproinpal); la
Asociación de Artesanos y Artesanas de San Andrés de Sotavento; y la
Asociación de Productores Agropecuarios Alternativos (Asproal).
Esta última cuenta con el aval de
confianza de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y
del San Jorge (CVS) en la producción de miel.
"Más adelante queremos tener un sello de confianza de las semillas
nuestras para comercializarlas, entre las mismas comunidades que apoyan
este proceso, para que no vengan otras entidades del Estado como el ICA a
decirnos que nuestras semillas son un riesgo para el país, o que no
tienen la sanidad adecuada para la siembra. Queremos tener el sello de
confianza y verde", expresa el secretario de Recar.Fuente:
http://www.elmeridianodecordoba.com.co/index.php?option=com_k2&view=item&id=44252:ma%C3%ADces-criollos-soberan%C3%ADa-alimentaria&Itemid=119
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