Lleva 12 años esperando la luz verde, y el Tribunal de Justicia de la
UE le ha dado el empujón definitivo. El maíz transgénico TC1507 está
muy cerca de recibir la próxima semana el visto bueno de la Comisión
Europea. Si el colegio de comisarios respalda la propuesta del titular
de Salud, Tonio Borg, recomendará que este producto se convierta en el
segundo transgénico de Europa. Será entonces el turno de los Estados
miembros, que deberán dar su opinión.
El portavoz de Borg señaló este jueves que la Comisión Europea no ha
tomado aún una decisión en firme. Sin embargo, fuentes conocedoras del
expediente señalan que los servicios jurídicos no han encontrado ningún
motivo para oponerse al dictamen del tribunal. Bruselas respaldará,
según señalan estas fuentes, que se siga el consejo de la Agencia
Europea de Seguridad Alimentaria, que en seis ocasiones ha asegurado que
este maíz modificado genéticamente no supone ningún riesgo para la
salud animal ni la humana.
El Tribunal de Luxemburgo condenó el pasado 26 de septiembre a la
Comisión por un “retraso injustificado” al mantener congelado desde 2001
la petición de autorización realizada por el grupo Pionner, filial de
la americana Dupont. Este caso, que supondría la primera autorización a
un transgénico desde 2010, podría no ser el único, ya que hay otros seis
tipos de maíz que esperan una respuesta de Bruselas, según las fuentes
consultadas. Ahora mismo, en Europa solo se cultiva un transgénico: el
maíz MON810 de la multinacional estadounidense Monsanto.
La decisión, que despierta pasiones de defensores y detractores,
recaerá sobre los ministros de Medio Ambiente de la UE en la reunión que
mantendrán el próximo 13 de diciembre. Para declarar legal el cultivo
del TC1507 es necesaria una mayoría cualificada de países, algo difícil
de lograr. Si no sale una decisión clara del Consejo, la pelota volverá
al tejado de la Comisión, que tendría la última palabra.
La posible legalización de un nuevo transgénico preocupa
profundamente a los movimientos ecologistas. Greenpeace recuerda que la
Comisión no está obligada a recomendar su aprobación. “Una autorización
ciega de este maíz modificado genéticamente sería una decisión
imprudente que antepondría el interés de las compañías de biotecnología a
la salud pública. Dado el daño potencial y las grandes dudas que han
surgido en las pruebas de seguridad, los comisarios deberían
rechazarlo”, señala Mario Contiero, director de política agrícola
europea de la ONG.
Otro portavoz de Greenpeace recuerda que al Ejecutivo que encabeza
Jose Manuel Barroso le quedan más opciones que recomendar su
autorización: pedir a los Estados miembros la prohibición o devolver el
caso a la Agencia de Seguridad Alimentaria para que lo vuelva a evaluar a
la luz de los últimos estudios que muestran los riesgos ligados al uso
del herbicida glufosinato.
El único transgénico que ahora se cultiva en Europa está presente
solo en Portugal y, sobre todo, en España, con una extensión que ronda
las 116.000 hectáreas. Otros países —Francia, Alemania, Austria,
Luxemburgo, Grecia, Bulgaria y Hungría— tienen una salvaguarda para su
producción desde 2008.
Pese a este renovado optimismo de la industria de transgénicos,
últimamente Europa solo daba malas noticias al sector. Monsanto anunció
el pasado mes de julio que retiraba las solicitudes para cultivar más
productos modificados genéticamente en la UE. El mayor fabricante
mundial de semillas transgénicas tenía cuatro peticiones pendientes de
respuesta. El grupo precisó, no obstante, que continuará solicitando la
renovación del permiso para el maíz MON810.
Si finalmente la Comisión concede la autorización al maíz TC1507,
esta sería la primera decisión en este sentido desde 2010, cuando el
grupo alemán BASF recibió el visto bueno para cultivar su patata
Amflora. Tras constatar el fracaso comercial de su producto, el gigante
alemán dio marcha atrás y anunció en 2012 que trasladaría a Estados
Unidos y a América del Sur la mayor parte de sus investigaciones sobre
transgénicos. En los últimos 15 años, el gasto en investigación de BASF
rondó los 1.000 millones de euros. Fue este un síntoma más de que Europa
no es lugar para transgénicos
Fuente:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/10/31/actualidad/1383251385_423370.html
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