No
se trata de oponerse porque sí. El repudio al proyecto de modificación
de la Ley de Semillas, presentado por el Instituto Nacional de Semillas
para modificar la ley 20.247, es denunciado por organismos nacionales e
internacionales de distinto color político y variada incidencia en el
poder.
Hace unos días, la mesa de trabajo que integran trabajadores de la
Subsecretaría de Agricultura Familiar, del Servicio Nacional de Sanidad y
Calidad Agroalimentaria (Senasa) y del Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria que están agremiados en ATE (Asociación de Trabajadores
del Estado), planteó en un comunicado su repudio al proyecto presentado
por el INASE de modificación de la ley 20.247, debido a que considera
que "atenta contra la soberanía alimentaria de todos los pobladores de
nuestro país".
Los argumentos de los trabajadores para formular este repudio son
claros. El comunicado dice que este proyecto del Estado Nacional "abre
puertas al cobro de cánones, patentes y regalías extendidas a todos los
agricultores y población en general por el sólo uso, aprovechamiento y
multiplicación de las semillas; habilitando el control de todo el
proceso productivo y comercial de las semillas en beneficio de las
corporaciones trasnacionales como Monsanto, Syngenta, Cargill, todas
claras exponentes del modelo hegemónico transgénico y extractivista que
está amenanzando la superviviencia de todos los países de
Latinoamérica". Por algo se la refiere como la "ley Monsanto".
"La vida no es una mercancía", dicen los representantes de ATE y añaden:
"Las semillas, la tierra y el agua, esencia de la vida campesina, son
patrimonio del pueblo, no son propiedad de nadie". Para ellos, con la
aprobación de este proyecto de ley, la semilla se convierte en una
mercancía que "se compra, vende y que es propiedad de unas pocas
empresas, "violando la soberanía de nuestro pueblo avasallando la
biodiversidad, la cultura ancestral y los bienes naturales".
Porque el proyecto avanza sobre la posibilidad del agricultor a
producir, conservar y reproducir su propia semilla, al tornar "ilegal
cualquier práctica de libre intercambio, multiplicación y conservación
de semillas propias".
Interés empresarial.
Para las empresas, la cuestión es clara: se trata de números, de pesos y
de dólares. Según publicó el portal InfoCampo, "la industria semillera
está en alerta: como consecuencia de la pérdida de rentabilidad del
campo". "Este año -añade- los productores compraron menos semillas
fiscalizadas de soja y, en cambio, se volcaron a usar más semillas
propias guardadas luego de la última cosecha".
La publicación agrega que "el trasfondo es evidente: Las corporaciones
del agronegocio no se conforman con la actual legislación que regula el
uso de semillas transgénicas con propiedad intelectual a través del
derecho del obtentor. La Ley actual permite formas de "uso propio",
donde el productor tiene derecho a guardarse unas semillas para cultivar
en la próxima siembra".
Audiencia pública.
Durante una audiencia pública convocada por el Bloque Unidad Popular del
diputado Claudio Lozano, se reunieron representantes de tres campañas
que se pronuncian activamente sobre este tema: "No a la Ley Monsanto de
Semillas", "Plantáte: la vida no se negocia" y "No nos patenten la
vida". Por un espacio de tres horas, varios expositores coincidieron en
la necesidad de rechazar una legislación que profundizaría la
privatización de las semillas.
Silvia Ferreyra (Instituto de Investigación Social, Económica y Política
Ciudadana), dijo que las empresas quieren aplicar el modelo de la
"extensión de regalías". Esto significa que el productor estaría a
obligado a pagar cada vez que utiliza las semillas que tienen una
patente, por supuestas mejoras que fueron financiadas por la industria
semillera.
Juan Cáceres (APPO, MAELA), señaló que luego de contaminar el agua y la
tierra, "ahora nos están contaminando genéticamente. Esto significa que
el maíz criollo está siendo contaminado por los cultivos transgénicos
vecinos".
Damian Verceñazzi (Red Universitaria de Ambiente y Salud - Médicos de
Pueblos Fumigados) consideró que preocupa esta ley porque "tiene
incidencia en la vida de las personas", en nuestros "territorios
biológicos" que son nuestros cuerpos. Y Gastón Mazzalay, de la Asamblea
"Malvinas Lucha por la Vida", que resiste hace más de un año la
instalación de una nueva planta de Monsanto en los alrededores de
Córdoba, dijo: "Por un puñado de dólares que pueden conseguir ahora, se
está hipotecando la alimentación de las futuras generaciones".
No coexistencia.
Otro factor puesto en consideración durante la audiencia pública
realizada en el Congreso, se refirió a la imposibilidad de coexistencia
entre la agricultura familiar con el agronegocio. Norma Giarraca, del
Grupo de Estudios Rurales de la Universidad de Buenos Aires, señaló:
"Por razones agronómicas, económicas, antropológicas, históricas, la
agricultura familiar no puede coexistir con el agronegocio. El
agronegocio pone en peligro al actor histórico que representa el
campesinado, heredero en estas tierras de los pueblos indígenas".
Tamara Perelmuter (Patria Grande) explicó que nos rige aún la Ley de
Semillas de 1973, modificada en 1991. Bajo este marco pudo prosperar el
agronegocio hasta hoy. Sin embargo, "es una ley que deja algunos
espacios para producir y circular semillas libres del cerco de las
corporaciones", y por ello, "lo que busca la nueva ley es cerrar este
cerco" para profundizar la rentabilidad de las corporaciones semilleras.
"Cuando decimos no a este ante-proyecto, estamos diciendo sí a la
alimentación de los pueblos", expresó Marcos Filardi, de la cátedra de
Soberanía Alimentaria (Medicina-UBA). Y recordó que la propia ONU
destacó que el "derecho a la alimentación adecuada", está por encima de
los derechos de propiedad intelectual. (Fuentes: comambiental.com.ar;
"El
Trabajador del Estado", órgano de prensa de la Asociación Trabajadores
del Estado; InfoCampo versión digital; ACTA, Agencia de Noticias CTA).
De:
http://www.laarena.com.ar/la_arena_del_campo-denuncia_y_repudio_a_nueva_ley-126896-7.html
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