A partir de un fenómeno local de malformaciones en una
zona remota de Argentina, Álvaro Ybarra Zavala y la periodista Silvina
Heguy trazaron un reportaje de investigación sobre los cultivos de
transgénicos en Suramérica que tuvo una enorme repercusión. El
fotoperiodista español de Reportage by Getty Images documentó casos como
el de Sebastián, uno de los muchos niños afectados por el contacto
directo con los químicos empleados en estas superficies agrícolas. Un
trabajo que ha causado incomodidad a la multinacional agroquímica
Monsanto e incluso a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Álvaro Ybarra Zavala
Este trabajo empezó en la región de Misiones, adonde fuimos con mi amiga y periodista Silvina Heguy para cubrir unas denuncias sobre malformaciones que habían logrado vender como una problemática local de la que se responsabilizaba a los campesinos. Una vez allí descubrimos que en todas las zonas de Argentina donde se daba este modelo de producción había muchos casos de malformaciones.Recorrimos las zonas de producción de soja, de otro tipo de granos y también de tomate. En todos los lugares encontrábamos varios casos, y no uno. En comunidades de 600 o 700 personas había en torno a 60 o 70 casos de nuevas generaciones.
Imperaba la ley del miedo, la ley del silencio. Todas las historias comenzaban con negativas, con gente que argumentaba que ‘estamos con abogados para una indemnización y nos han hecho firmar unos contratos’. Y esos contratos eran alucinantes: les prohibían hablar con la prensa por miedo a que ello pudiese afectar al proceso. Es gente muy humilde a la que tienen callada y se aprovechan de su ignorancia.
El caso de Sebastián es un ejemplo más de la gente que vive en uno de esos lugares donde se produce lo que nosotros comemos. Sebastián había nacido con hidrocefalia y un tumor en la espalda por el que no se podía hacer absolutamente nada. Y su hermana exactamente igual. Su familia vive en el campo y está en contacto diario y constante con los productos que se usan después de haber plantado transgénicos, como el glifosato del Roundup [un herbicida que comercializa Monsanto].
Estuve con ellos bastantes días, y cada vez que vuelvo a Argentina les visito. Nos hemos volcado con la mayoría de gente a la que fotografiamos, les hemos ayudado a traer médicos y hemos movido varios casos.
"El caso de Sebastián es un ejemplo más de la gente que vive en uno de esos lugares donde se produce lo que nosotros comemos"
Hay
casos como el de Lucas, un chico con problemas en la piel. Su familia
no tenía dinero ni para pagar una simple crema hidratante. Su padre se
había levantado en contra de lo que ocurría y habló demasiado, así que
quedó marcado totalmente. Lo sacaron del sistema: le echaron de la
cooperativa, no podía trabajar, no tenía dinero ni para comprarle crema a
su hijo.
Son cosas que no sabían ni los argentinos. Como ejemplo, mi editor tiene una amiga editora allí a la que envió el trabajo. Su respuesta fue: ‘Esto debía ser en los años 70.’ No podía creer que lo acabábamos de producir. ¡La sociedad argentina no lo sabía! Conseguimos poner un poco de atención allí, y en pequeña medida echar una mano.
La historia se publicó en el diario Clarín y fue un bombazo, hizo muchísimo ruido en Argentina. El lobby de productores nos fusiló, sobre todo a Silvina, que recibió presión directa desde el Twitter de la presidenta de Argentina. Pero en paralelo recibíamos 400 mails diarios de gente que quería ponerse en contacto con nosotros para contar su historia. Eran más casos de los que ya habíamos visto. ¡En total fotografié a más de un centenar de niños!
Luego comenzó la otra parte del proyecto, que fue mucho más compleja. Pusimos en la mira a Monsanto y los productores. Y nos dimos cuenta de que no estábamos hablando de un tema de salud, sino de algo mucho más importante: no se ha dado un debate serio en el mundo sobre cómo queremos que se produzca lo que comemos.
"No se ha dado un debate serio en el mundo sobre cómo queremos que se produzca lo que comemos"
Por
un lado tenemos la postura de Monsanto, que dice que ésta es la única
forma de acabar con el hambre en el mundo, de forma sostenible y
mejorando la productividad de los agricultores a nivel local.
Vimos que era un tema jodido para uno de los principales productores de alimentos del mundo [Argentina] y que ocurría lo mismo en Brasil. Empezamos a investigar. Tuvimos el apoyo de varios abogados y oncólogos: en todos los lugares donde se seguía este modelo de producción de alimentos había aumentado en un 400% el índice de tumores, malformaciones y abortos. No queríamos crear un activismo. Era una denuncia muy fuerte, y dijimos: ‘Vamos a hablar con Monsanto.’ Pero, aunque insistimos, dijeron que no. Tampoco los productores quisieron.
Además, esta segunda parte fue muy difícil de fotografiar, porque no hay foto. ¿Cómo retratas un tomate? Era algo totalmente diferente a lo que había hecho antes. Yo nunca llevo un guion o una idea prefijada; fotografío lo que veo. Por ejemplo, una cosechadora es visualmente horrible, así que se han de dar muchos factores para poder tener una foto que realmente represente lo que quieres contar.
Ha sido algo muy lento. Llegué a recorrer 12.000 kilómetros para hacer una foto porque me servía para contar unas protestas con las que lograron cerrar una fábrica de Monsanto.
De:
http://www.quesabesde.com/noticias/alvaro-ybarra-zavala-con-texto-fotografico_12479
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