viernes, 28 de marzo de 2014

Inconveniente, reconversión a maíz amarillo en Michoacán

Pone en riesgo la seguridad alimentaria y la estabilidad económica de los productores.

Morelia, Michoacán.- La reconversión de superficie sembrada con maíz blanco por maíz amarillo es inconveniente para Michoacán, ya que se ponen en riesgo la seguridad alimentaria del estado y del país, la estabilidad económica de los productores y la diversidad genética de los maíces criollos, además de que no soluciona la importación para uso pecuario, advirtió Martha Alicia Perales Rivas, investigadora del Centro Regional Universitario Centro Occidente (CRUCO) de la Universidad Autónoma de Chapingo.

La ausencia de variedades de maíz amarillo adaptadas a la entidad, las dificultades para la adaptación de las variedades a climas diferentes, el manejo de plagas y enfermedades no previstas durante el diseño de la variedad, la presión ecológica que generaría para las poblaciones de maíz nativas, así como el riesgo de crear déficit en la producción de maíz blanco, son algunos de los problemas que convierten al maíz amarillo en una mala opción para el campo michoacano.

“Puede tener un mejor precio, debido al incremento de su demanda como alimento pecuario, pero conlleva muchos obstáculos que provocan el rechazo de los agricultores”, señaló Perales Rivas.

La también ex directora de Agricultura en la entidad destacó que estas dificultades ocasionan que la sustitución del cultivo de maíz blanco por amarillo resulte perjudicial para la agricultura, el medio ambiente y la alimentación.

“México es altamente deficitario en la producción de maíz amarillo, por lo que debe importarlo, principalmente de Estados Unidos, lo que sujeta el precio del producto a los vaivenes de la economía internacional y le torna aún más inestable en sus costes; además, su uso es sobre todo como alimento pecuario, si bien a veces se introduce como alimento humano en las tortillas, las cuales resultan de muy mala calidad.

“Por el contrario, la mayor parte de los años México es autosuficiente en maíz blanco, un grano fundamental para la dieta humana y del que no hay oferta suficiente en el mundo, lo que le sitúa entre los primeros tres productores mundiales, el cual también cuenta con variedades mejoradas y variedades nativas, bien adaptadas al ambiente y con buenos rendimientos”, explicó Martha Alicia Perales.

La catedrática del CRUCO de la Universidad Autónoma de Chapingo refirió que el maíz blanco en Michoacán se encuentra distribuido de manera que se garantiza la productividad, ya que las variedades mejoradas se ubican en zonas de riego y tecnificadas, en tanto que el maíz criollo está en zonas de temporal, sujeto a condiciones adversas en el clima, pero convenientemente adaptado a ellas.

“La solución a la importación de maíz amarillo no es la reconversión de la superficie sembrada con maíz blanca, sino el impulso de una política pública integral que promocione el cultivo del maíz amarillo en las áreas propicias, como el Bajío michoacano y la región de Maravatío, puesto que es prioridad garantizar la seguridad alimentaria de la población. Primero debemos alimentar a la gente, y luego al ganado, llámese pollos, puercos, vacas etcétera”, afirmó Martha Alicia Perales.

Reconversión de cultivos atenta contra diversidad genética

Variedades de maíces blancos criollos han desaparecido, debido a la presión ecológica que ejercen los especímenes mejorados, híbridos y transgénicos, aseguró Perales Rivas.

“En el Bajío guanajuatense la variedad criolla Celaya, de excelente rendimiento, ya no existe, porque la interacción con los maíces híbridos la acabó. El maíz es un organismo que fácilmente se contamina genéticamente al contacto o interacción con poblaciones híbridas o mejoradas, aunque el problema es más grave si se trata de variedades transgénicas”, detalló Martha Alicia Perales.

Riesgo de pérdida de diversidad genética, menor

Sí hay riego de pérdida de la diversidad genética de los maíces criollos por parte de las variedades híbridas, mejoradas, sintéticas o transgénicas que se cultivan en México, admitió Sergio Damián Segura Ledesma, investigador del CRUCO de la Universidad Autónoma de Chapingo; sin embargo, esta posibilidad es mínima, en comparación con el riesgo económico que representa para la agricultura tradicional la dependencia del campo local hacia los insumos intervenidos para mejorar la productividad.

“Existe el temor entre el público a la contaminación genética de los maíces criollos por su interacción con las variedades mejoradas o transgénicas, pero este riesgo está sobredimensionado en el imaginario colectivo”, explicó Segura Ledesma.

De acuerdo con el especialista en mejoramiento genético, un carácter superdominante, como lo sería una propiedad que diera al organismo una ventaja genética excesiva o permitiera su supervivencia en un ambiente hostil, si fuese gobernado por uno o pocos genes, podría fijarse en una población de organismos criollos o nativos entre seis y ocho generaciones con una efectividad del 98 por ciento.

Sin embargo, la mayor parte de las características que se buscan al intervenir artificial o genéticamente una variedad de maíz no es superdominante, ni da una ventaja genética excesiva, por lo que su eficiencia al fijarse en la población nativa es mucho menor al 98 por ciento de un carácter superdominante.

Pese a que al momento la siembra de maíz transgénico sólo ha sido autorizada con fines experimentales en zonas reducidas del norte del país, el trabajo con semillas híbridas y mejoradas suma ya 50 años en nuestro país, sin que se hubiesen detectado indicios de erosión genética entre las variedades criollas, si bien el riesgo está latente, detalló Sergio Damián Segura.

“Inclusive los procesos de domesticación del teocintle, el antepasado michoacano del maíz, ocasionaron pérdida de la diversidad genética, al ser las variedades actuales resultado de un efecto de fondo de botella originado por la presión humana en la selección de los mejores especímenes.

“Tras 50 años de trabajo con semillas mejoradas y 40 años de manejo de transgénicos no hay pruebas de erosión genética, aunque no descartamos que esta posibilidad existe”, aseguró Segura Ledesma.

Más que la probabilidad de afectar directamente el genoma de las gramíneas criollas, para el catedrático del CRUCO el mayor peligro radica en la falta de investigación de la eventual toxicidad de los plásmidos o vectores utilizados en la transferencia genética, así como la competencia económica desleal de las compañías productoras de organismos modificados en el campo mexicano.

“Hay pocas investigaciones sobre los efectos de la intervención genética, especialmente de los plásmidos, virus y bacterias que son insertados en los organismos para introducir genes foráneos, por lo que en la actualidad no es suficiente con oponerse a los organismos transgénicos, sino que hay que investigar más sobre ellos, lo que comprende al maíz”, afirmó Sergio Segura.

El profesor universitario agregó que, pese a la oposición popular al consumo de transgénicos y el temor que su uso despierta, es prácticamente imposible evitar su ingesta o contacto, ya que, precisó, marcas internacionales y nacionales líderes en México de bebidas refrescantes, productos de limpieza, lácteos, alimentos infantiles, cereales, chocolates, dulces y galletas usan, por lo menos, un organismo genéticamente modificado o transgénico.

Compañías agrícolas, al acecho del campo mexicano

“Es deseable e idóneo que se fomente el cultivo de los maíces criollos en México, pero la realidad es que no son rentables para los productores, quienes preferirán las variedades mejoradas o transgénicas”, señaló Segura Ledesma.

En tanto que una hectárea sembrada con maíz criollo producirá 1.5 toneladas por ciclo, una hectárea sembrada con maíz híbrido generará ocho toneladas, un diferencial de 6.5 toneladas que obliga a los campesinos a recurrir a las semillas mejoradas, ya que requieren de una producción de alrededor de ocho toneladas por hectárea para que su actividad sea rentable.

Aunado a la menor productividad del maíz criollo contra el maíz híbrido, está la participación de las compañías agrícolas, cuya intervención reduce las posibilidades de supervivencia de las variedades nativas, ya que la intervención en la agricultura tradicional, mediante los insumos mejorados y los transgénicos, es un negocio de grandes dimensiones.

“Año con año los agricultores deberán comprar la semilla mejorada y otros insumos a las compañías agrícolas, lo que además de mermar los ingresos de los productores les hará dependientes de estas empresas”.

El riesgo del uso de variedades mejoradas y transgénicas de maíz en el campo mexicano no es alimentario o genético, sino comercial y económico, debido a las importantes ganancias que reporta a los gobiernos y a las compañías nacionales y transnacionales dedicadas a la producción y venta de insumos agrícolas la comercialización de organismos intervenidos.

“Las grandes y pequeñas compañías agrícolas tienen un gran interés en dominar el mercado del maíz, por lo que alientan la investigación, producción, comercialización y siembra de organismos alterados, con lo que se incrementa la dependencia de los agricultores a insumos sin regulación de precios y se contribuye a reducir la seguridad alimentaria de los estados. Hoy, el cultivo del maíz está en manos de las compañías”, manifestó Sergio Damián Segura.

Asimismo, advirtió que en México, además de Ecuador, Paraguay y Perú, no hay avances claros y ciertos en la regulación de organismos genéticamente modificados, tema donde Cuba y Brasil se colocan como pioneros en América Latina, lo que deja a las ya frágiles estructuras de control más debilitadas.

“En México, el órgano que otorga o niega permisos para la siembra de transgénicos y el manejo de organismos mejorados es el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Alimentaria (Senasica), que suele emplear a técnicos recién egresados y sin la debida capacitación para establecer si un organismo cumple o no con la reglamentación en la materia, carece de masa crítica y de protocolos de evaluación confiables.

“Respecto a Michoacán, simplemente no hay entidades que certifiquen o descarten la presencia de transgénicos u organismos mejorados en los productos de consumo cotidiano”, refirió Segura Ledesma.

De:
http://www.cambiodemichoacan.com.mx/nota-220684

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