La sociedad
capitalista intenta ponerle precio a todo. Cualquier cosa puede ser
transformado en una mercancía: el alimento, el agua, la música, la
salud, el tiempo, la educación... y podríamos seguir hasta cansarnos. La
propiedad privada alcanza incluso las ideas y el conocimiento, hoy en
día hasta un código genético puede ser propiedad de una transnacional.
Cuando se inserta ese código genético en cualquier ser vivo, este pasa
automáticamente a ser propiedad de esta transnacional, es lo que sucede
actualmente con muchas semillas que son plantadas en el planeta.
Monsanto y otras empresas han desarrollado semillas genéticas y las han
dispersado por todo el mundo, los Estados han sido cómplices de imponer a
millones de campesinos la utilización de estas semillas. El resultado
es la eliminación de la diversidad genética en nuestros cultivos, la
esclavitud laboral y la contaminación de diversos territorios. Durante
milenios la humanidad fue generando a través de cruzas entre especies
vegetales los diferentes cultivos alimenticios que tenemos en la
actualidad, el maiz que comemos es producto del trabajo de millones de
seres humanos que crearon durante miles de años esos cultivos mediante
la agricultura selectiva. Es un enorme tesoro y conocimiento, con una
gran biodiversidad involucrada. Hoy en día empresas como Monsanto se
están apropiando de ese conocimiento que le pertenece a la humanidad,
insertando sus genes en esos vegetales que fueron formados por el
trabajo histórico de la humanidad. Es la lógica del capitalismo, todo es
mercancía, y cuando decimos todo, nos referimos a TODO.
Periodista
y activista, es autora del libro “Chile: la semilla campesina en
peligro” en conjunto con la Red de Acción en Plaguicidas y sus
Alternativas para América Latina (RAP-AL). Lucía Sepúlveda, revela
detalles y “aterriza” la discusión frente al actual escenario de la
transgenia en el país.
En el Congreso se están tramitando
dos proyecto de ley que introducen de lleno los transgénicos en Chile:
El primero tiene relación con la apertura de los cultivos para el
consumo interno y otro sobre los derechos de propiedad de los obtentores
de nuevas especies de vegetales y que implicará su protección tanto
legal como comercial en desmedro de los pequeños agricultores y
comunidades campesinas. Sin embargo, estos proyectos ya cuentan con el
debido sustento tras la reciente aprobación del convenio Upov 91, que
les brinda el marco legal para su arribo a Chile.
¿Cuál es el panorama actual de los transgénicos en nuestro país?
Hasta el momento sólo se cultivan
semillas transgénicas para exportación, cuyas especies son
principalmente maíz, soya y raps o canola, que se concentran en las
regiones del sur de Chile. Entre los años 2008 y 2009 estas semillas
ocuparon el 50% de la superficie certificada para exportación y, con los
años, esto ha crecido desmedidamente. El Servicio Agrícola y Ganadero
(SAG) maneja la información de quiénes son los dueños y dónde
específicamente están estos cultivos, pero se niega a entregar estos
datos tanto por las presiones ejercidas por las empresas como por su
complaciente silencio y deficiente capacidad fiscalizadora.
Cuando se habla sobre los efectos de los transgénicos, se les critica por posibles efectos sobre la salud, pero ¿Por qué las semillas se ven afectadas?
El efecto de los transgénicos atañe a todo lo que nos rodea: Nuestra salud al consumirlos, la de quienes trabajan en los campos, de quienes viven cerca de los predios, de la tierra, del agua, aire y por sobre todo a nuestras semillas, ya que en primer lugar, el cultivo de transgénicos va de la mano del establecimiento de derechos de propiedad que implica que todo pequeño agricultor o comunidad campesina tendrá que pagar un derecho para poder cultivar sus semillas naturales u orgánicas a quien posea el registro de la variedad. Y, en segundo lugar, porque los transgénicos contaminan genéticamente la naturaleza de las semillas de manera irreversible, lo que significa que se pierden para siempre cultivos tradicionales.
¿Éste es el derecho de propiedad que establece el Convenio Upov 91?
Este convenio, al que Chile acaba de
adherirse, significa que se refuerza un régimen de propiedad abusivo
sobre plantas y variedades vegetales que no es una patente, pero que sí
permite apropiarse vía los denominados derechos de obtentor, es decir,
de quienes desarrollan y registran nuevas especies vegetales, en otras
palabras: De las semillas. A su vez, se requerirá de la autorización del
obtentor o dueño, o sea de las transnacionales, para la reproducción y
posesión del producto, lo que en lenguaje sencillo se traduce en que los
pequeños agricultores, campesinos y comunidades indígenas tendrán que
pagar a las empresas el derecho a utilizar sus semillas.
¿Y por qué el convenio le abre las puertas a la transgenia?
Con la adhesión a este convenio,
específicamente a su normativa del año ‘91, que estipula los derechos
del obtentor, permitirá que las transnacionales detrás de los cultivos
transgénicos, en el mediano y corto plazo, sean las dueñas de la mayoría
de las semillas campesinas y, a su vez, porque todas esas “nuevas
especies” que comenzarán a registrarse, mayoritariamente corresponderán a
organismos genéticamente manipulados, que se cruzarán inevitablemente
con las especies nativas chilenas y así estaremos frente a un escenario
absolutamente dominado por la transgenia.
“UNA DESPROTECCIÓN LEGAL”
Parece impensable creer que se esté legislando algo tan adverso para pequeños agricultores y campesinos…
Así es. La semilla chilena está en crisis, ya que el modelo agroindustrial que se está imponiendo dentro de todos los marcos legales que el Estado ofrece, hará que miles de pequeños campesinos, comunidades indígenas que basan sus economías en el intercambio de semillas y que albergan especies ancestrales de sus pueblos y localidades, queden en una absoluta desprotección legal, dominados por las transnacionales. Nuestras semillas, que son patrimonio colectivo de las comunidades, se convertirán en propiedad privada de estas empresas y se despojará a los campesinos de sus derechos de seleccionar, mejorar y guardar semillas, mecanismo resguardado por el Tratado de Recursos Fitogenéticos de la FAO.
Así es. La semilla chilena está en crisis, ya que el modelo agroindustrial que se está imponiendo dentro de todos los marcos legales que el Estado ofrece, hará que miles de pequeños campesinos, comunidades indígenas que basan sus economías en el intercambio de semillas y que albergan especies ancestrales de sus pueblos y localidades, queden en una absoluta desprotección legal, dominados por las transnacionales. Nuestras semillas, que son patrimonio colectivo de las comunidades, se convertirán en propiedad privada de estas empresas y se despojará a los campesinos de sus derechos de seleccionar, mejorar y guardar semillas, mecanismo resguardado por el Tratado de Recursos Fitogenéticos de la FAO.
¿Y qué rol cumplen aquí los plaguicidas?
Aunque parezca increíble, estas
mismas empresas son las que desarrollan los plaguicidas y pesticidas que
están en el mercado y van ofreciendo todo en un mismo paquete. A su
vez, esto va de la mano con su uso, ya que estas especies son cada vez
más resistentes a los plaguicidas ante las innumerables mutaciones
genéticas que sufren las semillas, creando un campo de protección para
ellas y aniquilando todos los insectos, hierbas y animalitos que estén a
su alrededor. Esto no sólo daña nuestra salud, sino también nuestros
campos, aguas y aire. No nos extrañemos si las tasas de cáncer,
enfermedades cardiovasculares y gastrointestinales aumentan en Chile…
una de las principales consecuencias de los transgénicos.
¿Cómo se podrá diferenciar un alimento transgénico de uno orgánico?
Este terreno es incierto, ya que uno
de los principios que abogan las transnacionales es que habrá
coexistencia entre ambos (orgánicos y transgénicos), pero esto es
absolutamente imposible. En primer lugar, existen muchos agentes
incontrolados para los agricultores o campesinos que tengan cultivos
naturales; por ejemplo, las abejas que polinizan sin discriminar una
planta de otra, llevando agentes contaminantes, el viento que desplazará
semillas de un lado a otro y el agua entre otros. En segundo lugar,
porque basta con que sólo una semilla se contamine en un campo orgánico
para que todas las demás también se vean dañadas.
¿Y qué sucederá con el etiquetado de los productos?
Esto también es complicado, ya que
por un lado es bueno que se transparente qué tipo de alimentos o
vegetales y plantas son transgénicos y así la población estará informada
sobre lo que está consumiendo. Sin embargo, hay ciertos vacíos legales,
como por ejemplo frente a la situación de un productor orgánico cuyos
productos están libres de transgenia y así sus etiquetas lo demuestran,
pero eventualmente sus especies se contaminan por agentes externos:
Todas sus cosechas también lo estarán y se enfrentará a un escenario muy
complejo.
UN MONSTRUO LLAMADO MONSANTO
¿Cuál es el poder real de Monsanto en Chile?
Actualmente hay 770 nuevas especies
registradas en el SAG de las cuales el 78% está en manos de las
transnacionales y el resto pertenecen a universidades e instituciones.
Estas especies corresponden a híbridos; cuya esencia es el intercambio
genético entre especies similares, es decir, entre especies del mismo
reino: Vegetales con vegetales y no vegetales con animales o minerales,
como es el caso de los transgénicos.
Monsanto tiene el 90% de las semillas transgénicas en el mundo y cuenta con el apoyo del gobierno estadounidense, quien es uno de sus principales lobbistas. La visita que Barack Obama hizo en marzo pasado, uno de sus objetivos fue presionar a Chile para que legislara sobre los derechos de propiedad intelectual y así proteger los intereses de las transnacionales.
Monsanto tiene el 90% de las semillas transgénicas en el mundo y cuenta con el apoyo del gobierno estadounidense, quien es uno de sus principales lobbistas. La visita que Barack Obama hizo en marzo pasado, uno de sus objetivos fue presionar a Chile para que legislara sobre los derechos de propiedad intelectual y así proteger los intereses de las transnacionales.
Son
innumerables los antecedentes que existen contra Monsanto que la
convierten en una de las peores empresas del mundo. ¿Así y todo operará
en Chile?
Las tácticas con que operan no sólo
Monsanto (que es la principal) sino también otras empresas como Dow
Agroscience, Syngenta, Bayer, Pioneer, entre otras, están por sobre los
gobiernos, estados, sistemas económicos y hasta el minuto son muy pocos
los que han logrado hacerles frente. Sus metas son crear nichos en el
tercer mundo para desarrollar sus experimentos a costa de la salud y el
bienestar no sólo de nosotros, sino también de todas las generaciones
futuras, que no sabemos qué tipo de alimentos consumirán.
Se entiende entonces que la presión política aquí ha sido fuerte…
Las transnacionales trabajan de la mano… sus prácticas son corruptas y permean todo lo que esté a su alcance. No nos extrañemos que la prensa tenga este silencio culposo y que algunos parlamentarios esgriman argumentos tan básicos y refutables.
Se entiende entonces que la presión política aquí ha sido fuerte…
Las transnacionales trabajan de la mano… sus prácticas son corruptas y permean todo lo que esté a su alcance. No nos extrañemos que la prensa tenga este silencio culposo y que algunos parlamentarios esgriman argumentos tan básicos y refutables.
¿A fin de cuentas, qué buscan las transnacionales?
Uno de los propósitos no confesados
de Monsanto es crear en Chile un campo de farmoindustria, donde se
desarrollan diversas especies vegetales que contendrán una variedad de
químicos, antibióticos y quizás cuántas otras fórmulas. Por ejemplo, se
desarrollarán especies que contengan facultades inmunológicas al igual
que una vacuna y así estaremos consumiendo sólo fármacos y no frutas ni
verduras saludables.
¿Es inminente la llegada de los transgénicos a nuestra dieta? ¿Qué resta por hacer?
Hay que sensibilizar a la ciudadanía
a que tome conciencia sobre el grave daño al que estaremos expuestos,
donde estas empresas, en complicidad con el Gobierno, se adueñarán de
nuestro patrimonio y destruirán las agrupaciones de campesinos e
indígenas que basan sus economías en el intercambio y a la vez, nos
envenenarán con sus productos adulterados genéticamente. Hay que crear
una alianza social entre productores campesinos, ciudadanos,
estudiantes, trabajadores de la salud y todos quienes asuman que estamos
ante un dramático escenario que atenta contra nuestra salud y
patrimonio.
No se puede seguir legislando a nuestras espaldas… el pueblo necesita ser informado debidamente y ser consultado en temas tan esenciales para todos, porque el efecto de esto caerá sobre todos y no habrá exclusiones.
No se puede seguir legislando a nuestras espaldas… el pueblo necesita ser informado debidamente y ser consultado en temas tan esenciales para todos, porque el efecto de esto caerá sobre todos y no habrá exclusiones.
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