José Bruno del Río Cruz
¿Conoce usted alguna
persona o empresa que pague por impuestos más de sus ingresos netos?,
pues vea usted, entendido lector, que en el 2013 Petróleos Mexicanos
pagó al fisco el equivalente a 124 por ciento de sus ingresos netos
antes de impuestos, lo que ocasionó en parte que la empresa registrara
una pérdida de 169 mil 93 millones de pesos, revelan informes de la
paraestatal. Otros factores que influyeron en el balance negativo fue el
menor volumen de producción y exportación, así como pérdidas
cambiarias.
Pemex Exploración y Producción, el organismo subsidiario
más importante, registró también una pérdida neta después de impuestos
de 42 mil 78 millones de pesos, el primer impacto negativo en PEP desde
2004-2005. Pese a la reforma energética de 2008, tras la que se esperaba
un alivio en el régimen fiscal de Pemex, el problema no ha cambiado e
incluso se ha incrementado al pasar de una proporción de pago de
impuestos sobre el rendimiento total antes de las contribuciones
fiscales de 99.8 por ciento en 2012 a 124 por ciento en 2013.
¿Para qué aparentar una quiebra arreglada?
EL RIESGO DE LA ESCLAVITUD ALIMENTARIA
Quizá
usted recuerde, amigo lector, cómo hemos insistido en el grave peligro
de alterar la naturaleza del maíz, aportación de México al mundo y
alimento fundamental de su pueblo. Como se acostumbra para introducir un
nuevo producto al mercado, las gigantes trasnacionales encabezadas por
Monsanto, iniciaron desde hace varios años una intensa campaña que llegó
hasta las curules de nuestro Congreso, que el maravilloso grano
modificado multiplicaría la posibilidad de alimentación para nuestra
población, sin mencionar el peligro que significa quebrantar el orden
natural sin realizar los necesarios experimentos que nos den la
seguridad de no producir una catástrofe.
En la discusión en torno a
la siembra del maíz genéticamente modificado, México no está más ante un
problema político que científico. Se trata de la soberanía alimentaria,
ya que se corre el riesgo de “acabar como esclavos de un monopolio
gigantesco para la producción de alimentos”, sostuvo José Sarukhán,
coordinador de la Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la
Biodiversidad.
El ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de
México dijo lo anterior durante la presentación del libro “El maíz en
peligro ante los transgénicos”, editado por la máxima casa de estudios
del país y la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.
El
peligro, señaló, también reside en el abandono gubernamental de la
investigación agrícola, pues eso generó dependencia de las empresas
privadas, ya que seis firmas controlan 70 por ciento de la producción
mundial de semillas. Durante su participación en el evento, que se llevó
a cabo en la Facultad de Ciencias de la UNAM, dijo que a partir de la
reducción del presupuesto al Instituto Nacional de Investigaciones
Forestales Agrícolas y Pecuarias “se dejó de generar ciencia básica de
primera línea en campos esenciales para la producción de alimentos en el
país.”
“No tengo problema con la biotecnología y los transgénicos,
sino con la privatización en la producción de semillas, lo cual no es
ético y debe encararse”, advirtió. Monsanto es la mayor empresa
productora de semillas del mundo y pugna en México por la siembra
comercial del maíz transgénico, señaló. Asimismo, destacó que mantener
la diversidad genética de todas las semillas “no es meterlas en un
refrigerador, sino mantener el proceso”. Cabe recordar que el Centro
Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo se presenta como “el arca
de Noé de los recursos genéticos”, por tener en refrigeración más de 175
mil muestras de maíz y trigo.
Elena Álvarez Buylla, integrante de la
UCSS, dijo que la liberación de los transgénicos está empujada por el
lucro, el cual “ha corrompido el debate científico. Se ha experimentado
de manera antiética, y eso ha ocurrido porque implica beneficios
económicos para muy pocos”. El compromiso, derecho y obligación de los
científicos y de la sociedad es reservar el maíz, pero no con la
tecnociencia empujada por el lucro. El reto es desarrollar una ciencia
sin conflicto de intereses, que esté comprometida con el conocimiento,
la vida, la justicia social y la sustentabilidad.
LAS ENSEÑANZAS DEL PASADO
En
una de las “cartas de relación” que envió Hernán Cortés al Rey de
España, se asombraba de la facilidad y rapidez con que resolvían sus
dificultades los pueblos indígenas con una justicia pronta y eficiente,
como la que ahora se trata de obtener por medio de los juicios orales y
que ellos también quieren agilizar. En efecto, diversos pueblos
indígenas del país han vuelto a poner en práctica modelos de resolución
de conflictos en el seno de sus comunidades, que buscan sobre todo la
conciliación entre las dos partes de un conflicto, más que encarcelar a
la gente, imponer multas o buscar culpables.
Así lo ilustra el
documental Raíces de Nuestra Justicia, elaborado por el Centro de
Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, en el que se muestran
diversos esquemas de procuración de justicia de los pueblos originarios,
basados en la “reeducación” de los infractores.
Uno de estos
sistemas, ilustra la cinta, es el de los pueblos tzeltales de Chiapas,
mediante el cual el banquilla o juez analiza un diferendo con la ayuda
de los xuhts –quienes por lo general son jóvenes de la comunidad-, un
secretario de acuerdos y un trencipal cuya labor es verificar que el
juez actúe de manera imparcial.
Con esta figura, los “arregladores de
conflictos” resuelven problemas regionales que van desde alcoholismo y
drogadicción hasta violencia intrafamiliar y prostitución, mediante
visitas a los acusados y pláticas entre ambas partes hasta que se llega a
un acuerdo, al margen de dinero, multas o castigos. En el caso de los
mixes o ayuuk, quienes habitan en el norte del estado de Oaxaca, la
asamblea general del pueblo nombra a los encargados de impartir justicia
al interior de la comunidad, con la ayuda de un consejo de ancianos o
principales, quienes son los encargados de buscar la conciliación “con
una forma más apegada a nuestra realidad más rápida y más humana”.
La
etnia wirrarika, asentada sobre todo en Durango, Jalisco y Nayarit,
también ha desarrollado su propia forma de justicia mediante un sistema
colegiado, en el que participan las autoridades tradicionales (tatwanis y
jicareros), civiles y agrarias, asesorados también por un consejo de
ancianos.
Por último, el documental muestra la forma en que lleva a
cabo su labor la Coordinación Regional de Autoridades Comunitarias en
diversas poblaciones ñuu savi y mestizas de la región Montaña de
Guerrero, interviniendo tanto en delitos menores como en otros de mayor
gravedad.
En todos esos esquemas de seguridad local, coincidieron los
indígenas, se privilegia la conciliación por encima del castigo físico o
la imposición de multas económicas, lo que ayuda a resolver conflictos
sin recurrir al Ministerio Público, que “sale muy caro, no soluciona los
problemas y no traduce bien” el proceso judicial en las lenguas de los
acusados. Como usted ve, no hay nada nuevo bajo el sol.
De:
http://eldiariodevictoria.com.mx/2014/03/02/la-falacia-como-argumento/
No hay comentarios:
Publicar un comentario